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sábado, 30 de julio de 2016

¿Otra vez las oraciones según la actitud del hablante?


¿Otra vez las oraciones según la actitud del hablante?


Prof. Lic. Carmen Lepre
Comunicación presentada en Jornadas de la SPEU, octubre de 2012

Preliminares

Una vez leída la clasificación de las oraciones según la intención del hablante en el capítulo 1 de la Nueva gramática de la lengua española (RAE y ASALE 2009) , más de uno se habrá preguntado cómo era posible que “se volviera” a trabajar ese tema, cuando aparentemente había sido superado con el estudio de la modalidad del enunciado, que parecía abarcarlo y explicarlo de una forma más estrechamente vinculada a su carácter pragmático.
Buscando respuestas, fuimos a buscar algo de la historia. En primer lugar, consultamos diversas Gramáticas en búsqueda de soporte teórico que abarcara no solamente el siglo XX, sino siglos anteriores. Leímos cómo describieron esta caracterización autores como Salvá. Benot, Fernández Ramírez, Gili Gaya, López García, Real Academia Española, Manuel Seco.
A los efectos de determinar con qué criterios didácticos se utilizó en cada etapa del siglo XX esta clasificación, consultamos los manuales escolares y liceales de Gámez Marín, Berro García, Piccardo y Larrobla, Celia Mieres. No estudiamos manuales posteriores a la década del 80, porque atendieron mayormente el enunciado y su modalidad.

Primeras reflexiones

En los tratados de lógica, siguiendo a Aristóteles, se dice que el carácter enunciativo del juicio implica que este sea verdadero o falso. Por ese motivo, se excluyen de los juicios estudiados por la lógica todos aquellos actos del pensamiento que no sean afirmaciones ni negaciones y que por tanto no sean ni verdaderos ni falsos. La expresión de un deseo, un ruego o una plegaria no pueden considerarse juicios lógicos.
Justamente este hecho fue lo que movió a Austin (1971) -de formación aristotélica- a tratar de estudiar los enunciados no declarativos para incluirlos dentro de los juicios en la filosofía.
Sus consideraciones lo llevaron a formular la teoría de los actos de habla, y a postular la existencia de verbos realizativos que, implícitos o explícitos, son la formulación expresa de los contenidos del juicio que seguirá a continuación:

declaro..., prometo..., dudo..., deseo...

Formalmente, cada uno de estos verbos realizativos se enuncia bajo la forma de un juicio declarativo, y este hecho termina relacionando cada uno de los actos de enunciación del pensamiento que no se encierran en la clase de juicios declarativos.
Estos hechos lingüístico-filosóficos fueron estudiados de forma algo diversa en las distintas gramáticas. Fuera cual fuere la forma de clasificar los enunciados, existe la voluntad de estudiarlos siguiendo el soporte psicológico-enunciativo: constituyen la enunciación que es consecuencia de un estado mental o intención, y ese es el parámetro que se tiene en cuenta para su clasificación.

Siglo XIX y anteriores

Para poder entender el presente, a veces conviene entender qué ocurrió en tiempos pasados. Revisaremos algunas de las obras.
1. En el siglo XVIII y XIX los manuales de Lógica presentaban clasificaciones de los juicios, que no aparecían en las Gramáticas: juicios afirmativos o negativos, verdaderos o falsos, ciertos o inciertos. El mero matiz de incertidumbre abría la posibilidad al estudio de otros juicios, que no fueran los meramente asertivos. (Borrelly, 1797).

2. Vicente Salvá (1830), explica cómo, a través de los modos del verbo, “lo que decimos” puede ser diverso. Con el indicativo indicamos lo que queremos decir sin necesidad de otra partícula u otro verbo, el modo subjuntivo sirve para frases que denotan posibilidad, deseo, duda y el imperativo sirve para frases en las que mandamos. Se trata del estudio más cercano a lo que un siglo después surge como intención del hablante.

3. Eduardo Benot, al final del siglo XIX, entiende esta modalidad realizando las siguientes consideraciones.
En primer lugar, organizamos las palabras para establecer comunicación. No hablamos con palabras, sino con su combinación. Las combinaciones pueden ser de dos clases:
  • de sentido cabal e independiente: tesis (afirmaciones) y anéutesis (no afirmaciones: preguntas, órdenes, etc.)
  • sin sentido cabal e independiente: oraciones (las subordinadas).
En segundo lugar, presenta el sistema elocutivo, entendiendo por sistema lo mismo que posteriormente entendió de Saussure y lo mismo que anteriormente entendió Bello, aunque vinculándolo estrechamente con la función comunicativa. Debemos tener en cuenta que el adjetivo elocutivo siempre acompaña a la palabra sistema en Benot. Sus tesis y anéutesis se acercan también a una clasificación por la intención de quien enuncia.

4. Las primeras Gramáticas de la RAE (fines del siglo XVII, siglo XVIII, siglo XIX) no presentan clasificación de las oraciones según la intención. Se habla de modos del verbo, y al estudiarlos, surgen algunas características especiales de las oraciones que poseen un modo u otro. Especialmente, las que poseen el modo imperativo tienen características que dependen de la morfología del imperativo, y son motivo de un estudio particular. Otras, aparecen estudiadas en el apartado de Figuras de dicción, como casos de traslación, al detallar los desajustes que surgen cuzando se usa el modo indicativo para ordenar, por ejemplo. Fuera de estos aspectos mencionados, no hay más observaciones ni clasificaciones.

Siglo XX
A. Gramáticas y obras teóricas

A. 1. En la Gramática de la lengua española, RAE, (1917) se clasifican -por primera vez de forma explícita- las oraciones según la índole del predicado y según el modo del verbo. Estas últimas serán aseverativas, interrogativas, desiderativas, exhortativas, exclamativas.
Se describen los comportamientos sintácticos y de contenido que poseen estas oraciones. A modo de ejemplo, se explican las interrogativas como una clase especial porque en ellas se expone un juicio en el que se ignora si el predicado conviene o no al sujeto. Al interrogar, se enuncia un estado mental intermedio entre la aseverativa afirmativa y la negativa. Las exclamativas, por su parte, muestran un tono melódico diferente a las aseverativas e interrogativas.
Estas descripciones de los comportamientos modalizadores de las oraciones se verán recurrentemente en diversas Gramáticas dentro del siglo XX.

A.2. Samuel Gili Gaya (1971) clasifica las oraciones según diferentes parámetros: la naturaleza del predicado, la calidad psicológica del juicio. En esta última clase se encuentran las oraciones exclamativas, de posibilidad y dubitativas, interrogativas, afirmativas y negativas, optativas y exhortativas.

En cualquiera de las unidades lingüísticas llamadas oraciones podemos distinguir el contenido de la representación, lo que se dice, y la actitud del que habla con respecto a dicho contenido. La oración tu padre llegará esta tarde, implica por parte del hablante una afirmación que podría expresar también diciendo: creo, afirmo, digo que tu padre llegará esta tarde.”

¿Hay alguna diferencia entre estas afirmaciones y las anteriores de Benot, o las posteriores de Austin? No lo parece. En efecto, se diferencia en ellas entre el contenido objetivo de la oración (dictum) y la actitud del hablante al enunciarla (modus).

El contenido representativo fue llamado dictum por los antiguos.”
La actitud subjetiva se llamó modus. El modus puede hallarse implícito y deducirse del contexto o de la situación, o puede hallarse explícito en el gesto, las variaciones fonéticas o los signos léxicos y gramaticales que la lengua posee, entre ellos los modos del verbo, que por esto se llamaron así. El modus es, por consiguiente, soporte para un criterio de clasificación de las oraciones.”

De los estudios realizados siguiendo estos parámetros, el de Gili Gaya es uno de los más completos y exhaustivos.

A.3. Salvador Fernández (1951) al igual que Tomás Navarro Tomás (1932), estudia los aspectos melódicos de las oraciones, estableciendo distinciones entre la entonación expresiva, interrogativa, exclamativa y enunciativa. En estos apartados, figuran reflexiones concernientes a la estructura melódica, exclusivamente, de cada enunciado.
La vinculación de la entonación con aspectos formales de las oraciones no figura comentada en este apartado, aunque se hace referencia a otros capítulos de la obra en los que sí consta.

A.4. Manuel Seco presenta cuatro posibles modalidades en la oración: enunciativa, interrogativa, de mandato, de deseo.

A.5. Ángel López García (1994) habla de modalidades enunciativas, y de la posibilidad de que en cada enunciado esté presente la opinión del hablante sobre el contenido de su propia enunciación.
Los estudiosos de la modalidad suelen reconocer cuatro matices simultáneamente presentes por ejemplo en la expresión María puede venir” (: 64).
En María puede venir pueden estar presentes las siguientes modalidades o matices, según los casos:
  • Dinámica, “María es capaz de venir”
  • Deóntica, “María tiene permiso para venir”
  • Epistémica, “el hablante cree que María vendrá”
  • Alética, “es lógicamente posible que María venga”.
Ángel López García cita a su vez a Hernández Sacristán : cada matiz modal se orienta hacia un determinado tipo de sujeto u objeto, pero estos están relacionados a su vez:
  • el modal dinámico expresa una capacidad de la persona referida,
  • el modal deóntico se orienta hacia una mediación entre el hablante, que ordena y el que debe cumplirla,
  • el modal epistémico expresa una opinión del enunciador,
  • la modalidad alética (la lógica) es una especie de sustrato común a las otras tres.
Los autores consultados hasta ahora presentan, por lo tanto, realidades enunciativas que van desde lo psicológico hasta lo entonacional para realizar clasificación de oraciones o de enunciados.
La modalidad se presenta, por lo tanto, como otra vertiente de estos aspectos clasificatorios, que viene a sumarse y no a contradecir los parámetros intencionales con los que se clasifican las oraciones según el modus.

A.6. En la Gramática Descriptiva (2000) hay referencias a este tema que nos ocupa, en dos oportunidades. La primera, un capítulo sobre modo y modalidad en el volumen 2, con un enfoque integrador de propuestas teóricas.
Se concibe la modalidad como una categoría lingüística en sí misma, que recoge las diferencias existentes entre enunciados en cuanto estos expresan distintas posiciones del hablante, bien con respecto a la verdad del contenido de la proposición que formulan, bien con respecto a la actitud de los participantes en el acto de la enunciación.
Se pueden describir estados de cosas verdaderos o falsos, mientras otros enunciados reflejan una orden ejercida sobre el interlocutor o el deseo del hablante, pero su verdad o falsedad no puede ser sometida a juicio, puesto que no recaen sobre un estado de cosas cuya realidad pueda verificarse.
Sea hecha la clasificación sobre oraciones o sobre enunciados, los contenidos de modalidad o de intencionalidad son los criterios para hacerlo:
  • actitud del que habla o de su interlocutor,
  • capacidad de los enunciados
    • de ser verdaderos o falsos o
    • de no poder ser ni verdaderos ni falsos.
Se presentan las clases según un enfoque filosófico al que se le suma luego el soporte formal. Surge el modus de los escolásticos (en contraposición al dictum) como punto de anclaje de estos matices dentro de la modalidad.
Según lo que el hablante pretenda comunicar, implícita o explícitamente, surgirá una modalidad epistémica o una deóntica.
Los grados de participación y responsabilidad del hablante en los estados de cosas y hechos referidos pueden o no interpretarse según su verdad o falsedad. Esta condición permite, a su vez, discriminar los enunciados proferidos.
La segunda oportunidad en que se estudian estos aspectos es en el volumen 3, pero esta vez con varios capítulos que estudian los actos de habla producidos al proferir un enunciado.
Los actos que se llevan a cabo al hablar están relacionados con la forma lingüística de los enunciados mediante los cuales se producen, es decir, con las oraciones que se usan como enunciados. Estos tienen no solo un significado, sino también una fuerza ilocutiva, que posee indicadores.
Son los elementos lingüísticos del enunciado los que pueden ser susceptibles de análisis.
El hablante posee una intención ilocutiva que se manifiesta en formas lingüísticas que el oyente deberá reconocer para poder interactuar con él lingüísticamente.

A. 7. Aunque este numeral no responde a ninguna etapa en la historia de esta clasificación, creemos necesario detenernos en un aspecto teórico que se abre a partir de consideraciones posteriores a la década del 80.
Si la intención del hablante se pone de manifiesto en el nivel de la enunciación, y las formas pertenecen al nivel más abstracto de la oración, ¿qué unidades lingüísticas son las que estamos clasificando? ¿Enunciados u oraciones?
En realidad, y atendiendo a esta discriminación de niveles, es en el nivel de enunciado donde se manifiesta la intención del hablante, no en el nivel de la oración según entidad abstracta. Pero ocurre que para formalizar la intención, se seleccionan de los paradigmas de la lengua elementos morfológicos y organizaciones sintácticas que permiten mostrar esa intención.
Si quisiéramos avanzar por esa línea, será Lyons (1981) quien pueda aportar un poco de luz, porque, según sus propuestas, la forma de la oración abstracta se manifiesta en el nivel de la oración de texto. Las que estudiamos según la intención del hablante serán, por lo tanto, las oraciones producidas, que, en su calidad de formas enunciadas, tendrán determinadas regularidades mostradoras de intencionalidades, o causadas por ellas.

B. Manuales de Español

Los manuales consultados, que pertenecen a la primera mitad del siglo XX hasta las décadas del 70 u 80, manejan la clasificación y la terminología que nos ocupa:

B.1. Francisco Gámez Marín (1919) muestra su escuela benotista al presentar como título lo siguiente: ¿Para qué sirven los modos y tiempos del verbo? Se contesta que en ellos está la vida del lenguaje. Y luego sigue: “Las cláusulas son la expresión elocutiva de los pensamientos enteros y libres; los conglomerados y frases son combinaciones inferiores que exponen una idea y sirven para suplir la falta de vocablos.” A continuación, presenta los modos del verbo como el soporte de estas expresiones elocutivas.

B.2. Para Adolfo Berro García (1954) las cláusulas expresan un pensamiento que puede ser una afirmación, una negación, una interrogación, una admiración, una orden, un pensamiento condicional, un deseo. Y será la entonación la que permita muchas veces reconocer esos pensamientos.

B.3. El maestro Piccardo y Nieves A. De Larrobla (1963) estudian las diversas oraciones según la actitud del hablante.

B.4. Celia Mieres (1969), por su parte, las estudia en una lección a la que titula “La cláusula simple según su enunciación y sentido”.

Se podrían seguir presentando ejemplos, pero lo cierto es que sea a través del estudio de la modalidad, como de los actos de habla, como de la clasificación de oraciones por la intención del hablante, los contenidos ilocutivos tienen un soporte formal que debería ser presentado a nuestros estudiantes. El modo verbal, la entonación que permite reconocer intenciones, los actos indirectos (o los desajustes entre forma y contenido, presentes como temas en algunos programas de la asignatura I. Español) son todos aspectos de una misma cuestión.

Textualicemos
¿A qué actitud del hablante responden las oraciones de ...?

En la clase, se acostumbra a proponer reconocimientos, para que el estudiante pueda darse cuenta de los aspectos lingüísticos que estamos observando, y también para que sean capaces de reconocerse a sí mismos como enunciadores que pueden organizar sus discursos utilizando los aspectos observados en la clase.
Puestos en escena, entonces, veamos qué podemos reconocer en estos versos de Silvio Rodríguez:

La maza

Si no creyera en la locura
de la garganta del sinsonte
si no creyera que en el monte
se esconde el trino y la pavura.

Si no creyera en la balanza
en la razón del equilibrio
si no creyera en el delirio
si no creyera en la esperanza.

Si no creyera en lo que agencio
si no creyera en mi camino
si no creyera en mi sonido
si no creyera en mi silencio.

Qué cosa fuera,
Qué cosa fuera la maza sin cantera
un amasijo hecho de cuerdas y tendones
un revoltijo de carne con madera
un instrumento sin mejores resplandores
que lucecitas montadas para escena.

Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera
qué cosa fuera la maza sin cantera.


Forma y contenido son los dos grandes asuntos que conciernen a la asignatura Idioma Español. Partimos siempre de textos para observar cómo están articulados; la interpretación de sus contenidos surge no solamente debido a los significados de los lexemas que constituyen sus oraciones, sino también a cómo están organizadas esas oraciones.
Los contenidos en los versos de Silvio Rodríguez se pueden interpretar atendiendo a dos ejes formales.
  • El primero, segmentos de oraciones hipotéticas pertenecientes a un supuesto período condicional formado de esta manera: Si no creyera en... [no sería yo mismo]. Las tres primeras estrofas están constituidas por hipótesis (prótasis) encabezadas por el nexo subordinante si. Falta la apódosis, está elíptica. Pero su misma ausencia funciona como un efecto acumulador.
  • El segundo eje está formado por las dos estrofas siguientes, en las que el verbo ser de las oraciones es conjugado en subjuntivo. Se trata de oraciones independientes, y este subjuntivo sería un tipo de optativo (siguiendo a Bello), equivalente al pospretérito sería: ¿Qué cosa sería la maza sin cantera?
Se plantea, entonces, un mundo posible, en el que el yo lírico se imagina no siendo él mismo, no creyendo en lo que él cree, no viendo del mundo lo que él ve del mundo. Sería un mundo que no existe, y que es poco probable que exista, porque no sería su mundo, ni sería él mismo.
En el caso de que sí existiera, sería algo así como una maza sin cantera, un instrumento que no sirve, que no puede ser usado para lo que fue construido. Su objetivo en el mundo habría desaparecido.
Esta paráfrasis permite que podamos interpretar esta especie de fragmentos de oraciones con los que está compuesto el texto total. No es posible incluir estos fragmentos dentro de una clasificación prototípica de oraciones según la intención del hablante, porque se proyectan hacia una situación hipotética. No todos los autores observados conciben las hipótesis como un tipo de oración, pero podrían incluirse como una clase, dentro de las oraciones de posibilidad que considera Gili Gaya.
También se podría decir que la intención del hablante en este caso es la de mostrarse a sí mismo como una persona que no puede existir sin sus creencias, ya que sin ellas no sería nada. Para eso, se sitúa en un mundo ficticio en el que él no podría existir. Por lo tanto, estas hipótesis reafirman indirectamente una aserción: Yo no soy yo sin mis creencias. Yo sin ellas no sirvo como ser humano, ni soy útil a los demás, ni puedo existir. Pueden verse estas hipótesis atendiendo a la intención final que buscan, que es finalmente una aserción. Una fuerte aserción.

¿Qué podemos concluir?

Pensar en clases de oraciones siguiendo una determinada intención por parte de quien habla es similiar a entender que un enunciado responde a determinada modalidad. En realidad, pueden concebirse como dos formas de clasificar cierto tipo de oraciones que enunciamos para mostrar las interpretaciones que el hablante realiza de su entorno físico, de su situación afectiva, de su visión del mundo, de su posición frente al otro.
Todo eso hacemos cuando hablamos: nos situamos frente al mundo, frente a nosotros mismos, frente al otro, y buscamos algo del mundo, de nosotros mismos, del otro, al producir nuestras oraciones. De esa forma, cada producto puede clasificarse, aunque no de manera perfecta. En el caso particular de nuestro poema de Silvio Rodríguez, no encontramos un único tipo de oración en el que se podrían incluir las hipótesis y las posibilidades ficticias, sino más de uno; y son válidos todos.
Pudimos interpretar la intención que lo movía a cantar y a trasmitir su pensamiento a través de cómo lo fue articulando en palabras y oraciones. Más que clasificar, deberíamos ocuparnos de entender qué se nos está trasmitiendo, y finalmente, poder comprender para qué se nos dijeron las cosas que escuchamos o leímos.
Como docentes de Español, deberíamos atender a la oportunidad de incluir en nuestras clases asuntos teóricos estudiados en la lingüística, la pragmática y la gramática teórica. Tendríamos que poder explicarnos, además, cómo nuestros estudiantes se beneficiarían estudiando estos asuntos, de qué manera la reflexión lingüística traería como consecuencia un más eficiente desarrollo en sus producciones orales y escritas. ¿Reconocer una oración según su modalidad ayuda al estudio de la lengua? ¿Si lo hace, de qué forma lo hace?
Planteado así el asunto, la respuesta será, probablemente, que la estructuración sintáctica importa mucho para configurar una modalidad. Se involucra el modo del verbo, la entonación, el orden sintagmático, la morfología, el léxico. El fin en sí mismo no es el simple reconocimiento por parte de nuestros estudiantes, sino la puesta en marcha de un uso eficaz de la lengua, para poder trasmitir conscientemente, con las estructuras observadas y estudiadas, su pensamiento.


Bibliografía

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