¿Otra
vez las oraciones según la actitud del hablante?
Prof.
Lic. Carmen Lepre
Comunicación
presentada en Jornadas de la SPEU, octubre de 2012
Preliminares
Una
vez leída
la clasificación de las oraciones según
la intención del hablante en el capítulo 1 de la Nueva
gramática de la lengua española (RAE
y ASALE
2009) , más de uno se habrá
preguntado
cómo era posible que “se volviera” a trabajar ese tema, cuando
aparentemente había sido superado con el estudio de la modalidad del
enunciado, que parecía abarcarlo y explicarlo de una forma más
estrechamente vinculada a su carácter
pragmático.
Buscando
respuestas, fuimos a buscar algo de la
historia. En primer lugar,
consultamos
diversas Gramáticas en
búsqueda de soporte teórico que
abarcara no solamente el siglo XX, sino siglos anteriores. Leímos
cómo describieron esta caracterización autores como Salvá.
Benot,
Fernández Ramírez, Gili Gaya, López García, Real
Academia Española,
Manuel
Seco.
A
los efectos
de
determinar
con qué criterios didácticos
se
utilizó en cada etapa del siglo XX esta clasificación,
consultamos
los manuales escolares y
liceales de
Gámez Marín, Berro García, Piccardo y
Larrobla, Celia Mieres. No
estudiamos manuales posteriores a la
década del 80, porque
atendieron mayormente el
enunciado y su modalidad.
Primeras
reflexiones
En
los tratados de lógica, siguiendo a Aristóteles, se dice que el
carácter enunciativo del juicio implica que este sea verdadero o
falso. Por ese motivo, se excluyen de los juicios estudiados por la
lógica todos aquellos actos del pensamiento que no sean afirmaciones
ni negaciones y que por tanto no sean ni verdaderos ni falsos. La
expresión de un deseo, un ruego o una plegaria no pueden
considerarse juicios lógicos.
Justamente
este hecho fue lo que movió a Austin (1971) -de formación
aristotélica- a tratar de estudiar los enunciados no declarativos
para incluirlos dentro de los juicios en la filosofía.
Sus
consideraciones lo llevaron a formular la teoría de los actos de
habla, y a postular la existencia de verbos realizativos que,
implícitos o explícitos, son la formulación expresa de los
contenidos del juicio que seguirá a continuación:
declaro...,
prometo..., dudo..., deseo...
Formalmente,
cada uno de estos verbos realizativos se enuncia bajo la forma de un
juicio declarativo, y este hecho termina relacionando cada uno de los
actos de enunciación del pensamiento que no se encierran en la clase
de juicios declarativos.
Estos
hechos lingüístico-filosóficos fueron estudiados de forma algo
diversa en las distintas gramáticas. Fuera
cual fuere la forma de clasificar los
enunciados, existe la
voluntad de estudiarlos
siguiendo el soporte psicológico-enunciativo: constituyen la
enunciación que es
consecuencia de
un estado mental o intención, y ese es el parámetro que
se tiene en cuenta para su clasificación.
Siglo
XIX y anteriores
Para
poder entender el presente, a veces conviene entender qué ocurrió
en tiempos pasados. Revisaremos algunas de las obras.
1.
En el siglo XVIII y XIX los manuales de Lógica
presentaban clasificaciones de los juicios, que no aparecían en las
Gramáticas: juicios afirmativos o negativos, verdaderos o
falsos, ciertos o inciertos. El mero matiz de incertidumbre abría la
posibilidad al estudio de otros juicios, que no fueran los meramente
asertivos. (Borrelly, 1797).
2.
Vicente Salvá (1830), explica cómo, a través de los modos del
verbo, “lo que decimos” puede ser diverso. Con el indicativo
indicamos lo que queremos decir sin necesidad de otra
partícula u otro verbo, el modo subjuntivo sirve para frases que
denotan posibilidad, deseo, duda y el imperativo sirve para frases en
las que mandamos. Se trata del estudio más cercano a lo que un siglo
después surge como intención del hablante.
3.
Eduardo Benot, al
final del siglo XIX, entiende
esta modalidad
realizando las siguientes consideraciones.
En
primer lugar, organizamos
las palabras para establecer comunicación. No hablamos con
palabras, sino con su combinación.
Las combinaciones pueden ser de dos clases:
-
de sentido cabal e independiente: tesis (afirmaciones) y anéutesis (no afirmaciones: preguntas, órdenes, etc.)
-
sin sentido cabal e independiente: oraciones (las subordinadas).
En
segundo lugar, presenta el sistema
elocutivo, entendiendo por sistema
lo mismo que posteriormente entendió de Saussure y lo mismo que
anteriormente entendió Bello, aunque vinculándolo estrechamente con
la función comunicativa. Debemos tener
en cuenta que el adjetivo elocutivo
siempre acompaña a la palabra sistema
en Benot. Sus
tesis y anéutesis se acercan también a
una clasificación por la intención de quien enuncia.
4.
Las primeras Gramáticas
de la RAE (fines del siglo XVII, siglo XVIII, siglo
XIX)
no presentan clasificación de las oraciones según la intención. Se
habla
de modos del verbo, y al estudiarlos, surgen
algunas características especiales de las oraciones que poseen un
modo u otro. Especialmente,
las
que poseen el modo imperativo tienen características que dependen de
la morfología del imperativo, y
son motivo de un estudio particular.
Otras, aparecen estudiadas en el apartado de Figuras
de dicción, como
casos de traslación,
al
detallar
los desajustes que surgen cuzando
se
usa el modo indicativo para ordenar, por ejemplo. Fuera
de estos aspectos mencionados, no
hay más observaciones ni clasificaciones.
Siglo
XX
A.
Gramáticas y obras teóricas
A.
1.
En
la Gramática de
la lengua española, RAE,
(1917)
se
clasifican -por
primera vez de forma explícita-
las oraciones según la índole
del predicado y según el modo del verbo. Estas
últimas serán
aseverativas, interrogativas, desiderativas, exhortativas,
exclamativas.
Se
describen los comportamientos
sintácticos y de contenido que poseen
estas oraciones. A modo de ejemplo, se
explican
las interrogativas como
una clase especial porque en ellas se expone un juicio en
el que se
ignora si el predicado conviene o no al sujeto.
Al interrogar, se
enuncia un estado mental intermedio entre la aseverativa afirmativa y
la negativa. Las exclamativas, por su parte, muestran un tono
melódico diferente
a las aseverativas e interrogativas.
Estas
descripciones de los comportamientos modalizadores de las oraciones
se verán
recurrentemente en diversas Gramáticas
dentro del siglo XX.
A.2.
Samuel Gili
Gaya (1971)
clasifica
las oraciones según diferentes parámetros: la naturaleza del
predicado, la calidad psicológica del juicio. En esta última clase
se encuentran las oraciones exclamativas, de posibilidad y
dubitativas, interrogativas, afirmativas y negativas, optativas y
exhortativas.
“En
cualquiera de las unidades lingüísticas llamadas oraciones podemos
distinguir el contenido de la representación, lo que se dice, y la
actitud del que habla con respecto a dicho contenido. La oración tu
padre llegará esta tarde, implica
por parte del hablante una afirmación que podría expresar también
diciendo: creo, afirmo, digo que tu
padre llegará esta tarde.”
¿Hay
alguna diferencia entre estas afirmaciones y las anteriores
de Benot,
o las posteriores de Austin? No lo
parece. En efecto, se diferencia en
ellas entre el contenido objetivo de la
oración (dictum)
y la actitud del hablante al enunciarla (modus).
“El
contenido representativo fue llamado dictum
por los antiguos.”
“La
actitud subjetiva se llamó modus.
El modus
puede hallarse implícito y deducirse del contexto o de la situación,
o puede hallarse explícito en el gesto, las variaciones fonéticas o
los signos léxicos y gramaticales que la lengua posee, entre ellos
los modos del verbo, que por esto se llamaron así. El modus
es, por consiguiente, soporte para un criterio de clasificación de
las oraciones.”
De
los estudios realizados siguiendo estos parámetros, el de Gili Gaya
es uno de los más completos y exhaustivos.
A.3.
Salvador Fernández (1951)
al igual que Tomás Navarro Tomás (1932),
estudia los aspectos melódicos de las oraciones, estableciendo
distinciones entre la entonación
expresiva, interrogativa, exclamativa y enunciativa.
En estos apartados, figuran reflexiones concernientes a la estructura
melódica, exclusivamente, de cada enunciado.
La
vinculación de la entonación con aspectos formales de las
oraciones no figura comentada en este apartado, aunque se hace
referencia a otros capítulos de la obra en los que sí consta.
A.4.
Manuel Seco presenta cuatro posibles modalidades en la oración:
enunciativa, interrogativa, de mandato, de deseo.
A.5.
Ángel López García (1994) habla de modalidades enunciativas, y de
la posibilidad de que en cada enunciado esté presente la opinión
del hablante sobre el contenido de su propia enunciación.
“Los
estudiosos de la modalidad suelen reconocer cuatro matices
simultáneamente presentes por ejemplo en la expresión María
puede venir” (:
64).
En
María puede venir pueden estar
presentes las siguientes modalidades o matices, según los casos:
-
Dinámica, “María es capaz de venir”
-
Deóntica, “María tiene permiso para venir”
-
Epistémica, “el hablante cree que María vendrá”
-
Alética, “es lógicamente posible que María venga”.
Ángel
López García cita a su vez a Hernández Sacristán : cada matiz
modal se orienta hacia un determinado tipo de sujeto u objeto, pero
estos están relacionados a su vez:
-
el modal dinámico expresa una capacidad de la persona referida,
-
el modal deóntico se orienta hacia una mediación entre el hablante, que ordena y el que debe cumplirla,
-
el modal epistémico expresa una opinión del enunciador,
-
la modalidad alética (la lógica) es una especie de sustrato común a las otras tres.
Los
autores consultados hasta ahora presentan, por lo tanto, realidades
enunciativas que van desde lo psicológico hasta lo entonacional para
realizar clasificación de oraciones o de enunciados.
La
modalidad se presenta, por lo tanto, como otra vertiente de estos
aspectos clasificatorios, que viene a sumarse y no a contradecir los
parámetros intencionales con
los que se clasifican las oraciones según el modus.
A.6.
En la Gramática Descriptiva (2000) hay referencias a este
tema que nos ocupa, en dos oportunidades. La primera, un capítulo
sobre modo y modalidad en el volumen 2, con un enfoque integrador de
propuestas teóricas.
Se
concibe la modalidad como una categoría lingüística en sí misma,
que recoge las diferencias existentes entre enunciados en cuanto
estos expresan distintas posiciones del hablante, bien con respecto a
la verdad del contenido de la proposición que formulan, bien con
respecto a la actitud de los participantes en el acto de la
enunciación.
Se
pueden describir estados de cosas verdaderos o falsos, mientras otros
enunciados reflejan una orden ejercida sobre el interlocutor o el
deseo del hablante, pero su verdad o falsedad no puede ser sometida a
juicio, puesto que no recaen sobre un estado de cosas cuya realidad
pueda verificarse.
Sea
hecha la clasificación sobre oraciones o sobre enunciados, los
contenidos de modalidad o de intencionalidad son los criterios para
hacerlo:
-
actitud del que habla o de su interlocutor,
-
capacidad de los enunciados
-
de ser verdaderos o falsos o
-
de no poder ser ni verdaderos ni falsos.
-
Se
presentan las clases según un enfoque filosófico al que se le suma
luego el soporte formal. Surge el modus
de los escolásticos (en contraposición al dictum)
como punto de anclaje de estos matices dentro de la modalidad.
Según
lo que el hablante pretenda comunicar, implícita o explícitamente,
surgirá una modalidad epistémica o una deóntica.
Los
grados de participación y responsabilidad del hablante en los
estados de cosas y hechos referidos pueden o no interpretarse según
su verdad o falsedad. Esta condición permite, a su vez, discriminar
los enunciados proferidos.
La
segunda oportunidad en que se estudian estos aspectos es en el
volumen 3, pero esta vez con varios capítulos que estudian los actos
de habla producidos al proferir un enunciado.
Los
actos que se llevan a cabo al hablar están relacionados con la forma
lingüística de los enunciados mediante los cuales se producen, es
decir, con las oraciones que se usan como enunciados. Estos tienen no
solo un significado, sino también una fuerza ilocutiva, que posee
indicadores.
Son
los elementos lingüísticos del enunciado los que pueden ser
susceptibles de análisis.
El
hablante posee una intención ilocutiva que se manifiesta en formas
lingüísticas que el oyente deberá reconocer para poder interactuar
con él lingüísticamente.
A.
7. Aunque este numeral no responde a ninguna etapa en la historia de
esta clasificación, creemos necesario detenernos en un aspecto
teórico que se abre a partir de consideraciones posteriores a la
década del 80.
Si
la intención del hablante se pone de manifiesto en el nivel de la
enunciación, y las formas pertenecen al nivel más abstracto de la
oración, ¿qué unidades lingüísticas son las que estamos
clasificando? ¿Enunciados u oraciones?
En
realidad, y atendiendo a esta discriminación de niveles, es en el
nivel de enunciado donde se manifiesta la intención del hablante, no
en el nivel de la oración según entidad abstracta. Pero ocurre que
para formalizar la intención, se seleccionan de los paradigmas de la
lengua elementos morfológicos y organizaciones sintácticas que
permiten mostrar esa intención.
Si
quisiéramos avanzar por esa línea, será Lyons (1981) quien pueda
aportar un poco de luz, porque, según sus propuestas, la forma de la
oración abstracta se manifiesta en el nivel de la oración de texto.
Las que estudiamos según la intención del hablante serán, por lo
tanto, las oraciones producidas, que, en su calidad de formas
enunciadas, tendrán determinadas regularidades mostradoras de
intencionalidades, o causadas por ellas.
B.
Manuales de Español
Los
manuales consultados, que pertenecen a la primera mitad del siglo XX
hasta las décadas del 70 u 80, manejan la clasificación y la
terminología que nos ocupa:
B.1.
Francisco Gámez Marín (1919) muestra su escuela benotista al
presentar como título lo siguiente: ¿Para qué sirven los modos
y tiempos del verbo? Se contesta que en ellos está la vida del
lenguaje. Y luego sigue: “Las cláusulas son la expresión
elocutiva de los pensamientos enteros y libres; los conglomerados y
frases son combinaciones inferiores que exponen una idea y sirven
para suplir la falta de vocablos.” A continuación, presenta los
modos del verbo como el soporte de estas expresiones elocutivas.
B.2.
Para Adolfo Berro García (1954)
las cláusulas expresan un pensamiento
que puede ser una afirmación, una negación, una interrogación, una
admiración, una orden, un pensamiento condicional, un deseo. Y será
la entonación la que permita muchas veces reconocer esos
pensamientos.
B.3.
El maestro
Piccardo y Nieves A. De Larrobla (1963)
estudian las diversas
oraciones según la actitud del hablante.
B.4.
Celia Mieres (1969),
por su parte, las estudia en una lección a la que titula “La
cláusula simple según su enunciación y sentido”.
Se
podrían
seguir presentando
ejemplos,
pero lo cierto es que sea a través del estudio de la modalidad, como
de los actos de habla, como de la clasificación de oraciones por la
intención del hablante, los contenidos ilocutivos tienen un soporte
formal que debería ser presentado a nuestros estudiantes. El
modo verbal, la entonación que permite reconocer intenciones, los
actos indirectos (o los desajustes entre forma y contenido, presentes
como temas en algunos programas de la asignatura I. Español)
son todos aspectos de una misma cuestión.
Textualicemos
¿A
qué actitud del hablante responden las oraciones de ...?
En
la clase, se acostumbra a proponer reconocimientos, para que el
estudiante pueda darse cuenta de los aspectos lingüísticos que
estamos observando, y también para que sean capaces de reconocerse a
sí mismos como enunciadores que pueden organizar sus discursos
utilizando los aspectos observados en la clase.
Puestos
en escena, entonces, veamos qué podemos reconocer en estos versos de
Silvio Rodríguez:
La
maza
Si
no creyera en la locura
de
la garganta del sinsonte
si
no creyera que en el monte
se
esconde el trino y la pavura.
Si
no creyera en la balanza
en
la razón del equilibrio
si
no creyera en el delirio
si
no creyera en la esperanza.
Si
no creyera en lo que agencio
si
no creyera en mi camino
si
no creyera en mi sonido
si
no creyera en mi silencio.
Qué
cosa fuera,
Qué
cosa fuera la maza sin cantera
un
amasijo hecho de cuerdas y tendones
un
revoltijo de carne con madera
un
instrumento sin mejores resplandores
que
lucecitas montadas para escena.
Qué
cosa fuera, corazón, qué cosa fuera
qué
cosa fuera la maza sin cantera.
Forma
y contenido son los dos grandes asuntos que conciernen a la
asignatura Idioma Español. Partimos siempre de textos para observar
cómo están articulados; la interpretación de sus contenidos surge
no solamente debido a los significados de los lexemas que constituyen
sus oraciones, sino también a cómo están organizadas esas
oraciones.
Los
contenidos en los versos de Silvio Rodríguez se pueden interpretar
atendiendo a dos ejes formales.
-
El primero, segmentos de oraciones hipotéticas pertenecientes a un supuesto período condicional formado de esta manera: Si no creyera en... [no sería yo mismo]. Las tres primeras estrofas están constituidas por hipótesis (prótasis) encabezadas por el nexo subordinante si. Falta la apódosis, está elíptica. Pero su misma ausencia funciona como un efecto acumulador.
-
El segundo eje está formado por las dos estrofas siguientes, en las que el verbo ser de las oraciones está conjugado en subjuntivo. Se trata de oraciones independientes, y este subjuntivo sería un tipo de optativo (siguiendo a Bello), equivalente al pospretérito sería: ¿Qué cosa sería la maza sin cantera?
Se
plantea, entonces, un mundo posible, en el que el yo lírico se
imagina no siendo él mismo, no creyendo en lo que él cree, no
viendo del mundo lo que él ve del mundo. Sería un mundo que no
existe, y que es poco probable que exista, porque no sería su mundo,
ni sería él mismo.
En
el caso de que sí existiera, sería algo así como una maza sin
cantera, un instrumento que no sirve, que no puede ser usado para lo
que fue construido. Su objetivo en el mundo habría desaparecido.
Esta
paráfrasis permite que podamos interpretar esta especie de
fragmentos de oraciones con los que está compuesto el texto total.
No es posible incluir estos fragmentos dentro de una clasificación
prototípica de oraciones según la intención del hablante, porque
se proyectan hacia una situación hipotética. No todos los autores
observados conciben las hipótesis como un tipo de oración, pero
podrían incluirse como una clase, dentro de las oraciones de
posibilidad que considera Gili Gaya.
También
se podría decir que la intención del hablante en este caso es la de
mostrarse a sí mismo como una persona que no puede existir sin sus
creencias, ya que sin ellas no sería nada. Para eso, se sitúa en un
mundo ficticio en el que él no podría existir. Por lo tanto, estas
hipótesis reafirman indirectamente una aserción: Yo no soy yo
sin mis creencias. Yo sin ellas no sirvo como ser humano,
ni soy útil a los demás, ni puedo existir. Pueden
verse estas hipótesis atendiendo a la intención final que buscan,
que es finalmente una aserción. Una fuerte aserción.
¿Qué
podemos concluir?
Pensar
en clases de oraciones siguiendo una determinada intención por parte
de quien habla es similiar a entender que un enunciado responde a
determinada modalidad. En realidad, pueden concebirse como dos formas
de clasificar cierto tipo de oraciones que enunciamos para mostrar
las interpretaciones que el hablante realiza de su entorno físico,
de su situación afectiva, de su visión del mundo, de su posición
frente al otro.
Todo
eso hacemos cuando hablamos: nos situamos frente al mundo, frente a
nosotros mismos, frente al otro, y buscamos algo del mundo, de
nosotros mismos, del otro, al producir nuestras oraciones. De esa
forma, cada producto puede clasificarse, aunque no de manera
perfecta. En el caso particular de nuestro poema de Silvio Rodríguez,
no encontramos un único tipo de oración en el que se podrían
incluir las hipótesis y las posibilidades ficticias, sino más de
uno; y son válidos todos.
Pudimos
interpretar la intención que lo movía a cantar y a trasmitir su
pensamiento a través de cómo lo fue articulando en palabras y
oraciones. Más que clasificar, deberíamos ocuparnos de entender qué
se nos está trasmitiendo, y finalmente, poder comprender para qué
se nos dijeron las cosas que escuchamos o leímos.
Como
docentes de Español, deberíamos atender a la oportunidad de incluir
en nuestras clases asuntos teóricos estudiados en la lingüística,
la pragmática y la gramática teórica. Tendríamos que poder
explicarnos, además, cómo nuestros estudiantes se beneficiarían
estudiando estos asuntos, de qué manera la reflexión lingüística
traería como consecuencia un más eficiente desarrollo en sus
producciones orales y escritas. ¿Reconocer una oración según su
modalidad ayuda al estudio de la lengua? ¿Si lo hace, de qué forma
lo hace?
Planteado
así el asunto, la respuesta será, probablemente, que la
estructuración sintáctica importa mucho para configurar una
modalidad. Se involucra el modo del verbo, la entonación, el orden
sintagmático, la morfología, el léxico. El fin en sí mismo no es
el simple reconocimiento por parte de nuestros estudiantes, sino la
puesta en marcha de un uso eficaz de la lengua, para poder trasmitir
conscientemente, con las estructuras observadas y estudiadas, su
pensamiento.
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