El
pronombre
Algo
más respecto de sus significados
Yo no soy yo
soy ese que va a mi lado
sin yo verlo...
El que a veces voy a ver
Y el que a veces olvido.
El que calla, sereno,
cuando hablo
El que perdona, dulce,
cuando odio.
El que pasea por donde no estoy
El que quedará en pie
cuando yo muera.
Juan Ramón Jiménez
1.
Pre-nociones
Mucho se ha escrito con, por y
para los pronombres. Uno se pregunta por qué. Qué hay en estas
palabras -categorías o no, quién lo sabe a esta altura- que lleve a
poetas, lingüistas, gramáticos y filósofos a operar en sus
dominios. O a intentar sumergirse en los porqués de sus múltiples
esencias semánticas, que es lo que nos ocupará en este trabajo, en
un intento de encontrar algo de la verdad que circunda a esta
pan-categoría.
El poema elegido como epígrafe
no solo utiliza un juego de pronombres para significar contenidos
estéticos que contengan realidades ontológicas, existenciales, los
secretos de la vida y de la muerte. Hay algo más en él, que lo
vincula directamente con nuestro cometido. En este poema se observa,
como en una transparente alegoría, la naturaleza misma del
pronombre. Esta es, en efecto, una clase de palabras que se
caracteriza por lo que no es, o mejor dicho, por los diferentes
disfraces que adopta, por los lugares en donde se mete, por los
juegos sintácticos y semánticos en los que se involucra, que son en
realidad (¿lo son realmente?) los lugares de los otros, de los
elegidos, de los que tienen un lugar en el mundo de las categorías
léxicas.
El meollo de la naturaleza
conflictiva de estas palabras está, efectivamente, en su
significado. El secreto de los juegos lingüísticos y poéticos de
los cuales es el protagonista, la estrella. El secreto de artículos
extensísimos, capítulos rigurosísimos, libros enteros, que llevan
su nombre como título.
No hay clase de palabras que
tanto haya ido y vuelto en los libros de gramática. Desde tener el
honor de integrar las partes de la oración, hasta haber perdido
vergonzosamente este privilegio -de rigor para cualquier clase de
palabras que se precie de tal-, la vida del pronombre es conflictiva
y contradictoria.
Tal vez, o seguramente, ese sea
el motivo del interés siempre abierto y constante en internarse en
sus dominios.
Por cierto, ese es el motivo por
el que nos internaremos nosotros en ellos, para intentar desentrañar
no mucha cosa, algo, nada más. Para ello, rescataremos algo de lo
mucho que han aportado lingüistas y gramáticos al desentrañarlo de
manera particular, personal; justamente porque es una clase tan
heterogénea y multifacética, que resulta difícil llegar a
abarcarla en su totalidad. Porque es con la suma de esos algos que
se puede organizar un panorama más o menos amplio de qué es lo que
sucede con él. No intentaremos cubrir todo el espectro bibliográfico
que lo abarca, porque sería imposible para el propósito de este
trabajo. Pero sí presentaremos algunas de sus problemáticas.
El centro de nuestro interés es
el significado. Intentaremos observar, a través de las diversas
caracterizaciones del significado, cuál de ellas puede describir
mejor la naturaleza del pronombre, y teniendo esto último en cuenta,
cuál de ellas se puede leer en las propuestas lingüísticas que
estudian su significado. Partiremos de estudios gramaticales y de las
observaciones de tres lingüistas que lo han descripto en su
funcionamiento sintáctico y en su significación. Teniendo en cuenta
sus puntos de vista, intentaremos internarnos en la semántica de
esta clase de palabras. Se verá que, según el criterio que adopte
el lingüista para su clasificación y su descripción esta
“categoría” pasa, de considerarse una categoría a no serlo en
absoluto. Consecuencias trágicas, si se quiere.
Tomaremos
Andrés Bello, Amado Alonso y Emilio Alarcos como ejes, puesto que
conforman una serie en la que uno se alimenta del otro.
Específicamente veremos el significado del llamado significado
ocasional,
característica que transversalmente lo ha cubierto en tanto
descripción de la naturaleza pronominal a lo largo de la historia
de sus descripciones lingüísticas.
Paralelamente a esta
característica semántica posee el pronombre una naturaleza
sincrética desde el punto de vista funcional. Cabe preguntarse,
entonces, ¿esta naturaleza ocasional de su significado será la
causa de su naturaleza funcional sincrética? ¿El pronombre funciona
como un sustantivo porque refiere a la misma realidad que refiere un
sustantivo, o la referencia a la misma realidad del sustantivo es
consecuencia de que funcione como ese sustantivo? ¿O, en vez de
cruzarse, son ambas características paralelas? Tal vez las dos
realidades sean paralelas, y no hay relación de causa consecuencia
en ellas.
2.
A modo de presentación: con cuántos significados se juega el juego
Podemos
preguntarnos a quién apunta el yo
de
nuestro poema. ¿Es el poeta? ¿Es el yo
lírico?
Si lo lee otro, ¿no puede acaso transformarlo en objeto mismo de su
propia enunciación? En ese caso ese yo
sería convertible en el yo
de cada uno que lee y hace suyo el poema,... y el yo.
Estas consideraciones solo pueden
hacerse porque existen en nuestra lengua estas palabras que son
vicarias por naturaleza. Esto es lo que deberemos determinar. Para
ello trataremos de considerar qué clase de significado es el que
concierne al pronombre.
El que no ofrece, -o por lo menos
no ha ofrecido- mucha resistencia es el concepto concerniente al
significado ocasional, con el que ha trabajado, desde la tradición
gramatical del siglo XX, Amado Alonso en su Gramática Castellana.
Veremos después cómo este concepto tiene su origen en otros
teóricos, filósofos esencialmente, como Husserl. No obstante
originarse en terrenos filosóficos, el destino del significado
ocasional se ramifica y evoluciona en la lingüística de la
enunciación, puesto que esencialmente nace bajo esas intuiciones
lingüísticas dentro de la filosofía. Es curioso ver cómo se
interceptan e intersectan lingüística y filosofía en este terreno
que nos ocupa.
Y especialmente para entender qué
se entiende por el término “ocasional” que define al significado
del pronombre, deberemos transitar por los caminos por los que
transitaron distintos lingüistas, y observar qué entienden ellos
por “significado”, porque este concepto deriva específicamente
de uno de los tantos significados del significado.
Los
lingüistas suelen citarse entre ellos, recopilar y resumir teorías
diferentes sobre qué considera uno u otro como significado. John
Lyons1,
menciona seis teorías sobre el significado, que no son, por otra
parte, las únicas que existen:
-
La teoría referencial: el significado de una expresión es aquello a lo que se refiere o representa.
-
La teoría ideacional o mentalista. El significado de una expresión es la idea o concepto asociados con ella en la mente de cualquiera que la conozca.
-
La teoría conductista. El significado de una expresión es tanto el estímulo que lo evoca como la respuesta evocada o la combinación de ambos en ocasiones de expresión particulares.
-
La teoría el-significado-es-el-uso. El significado de una expresión, si no es idéntico a su uso en la lengua, está determinado por él.
-
La teoría verificacionista. El significado de una expresión, si tiene alguno, viene determinado por la verificabilidad de las oraciones o proposiciones que lo contienen.
-
La teoría de las condiciones de verdad. El significado de una expresión consiste en su contribución a las condiciones de verdad de las oraciones que contienen dicho significado.
Se verá que ninguna es
disparatada y que, si aplicamos a todo esto nuestra simple intuición
de usuarios de una lengua, podríamos considerar que el significado
es a la vez todas y cada una de esas descripciones. De tal suerte
que todo esto termina siendo un problema de perspectiva. El asunto
radica, creemos, en detenerse a observar qué perspectiva se tendrá
en cuenta en cada caso particular que nos ocupe y que estudiemos en
detalle. ¿Cuál de todas estas perspectivas será la adecuada para
tratar la naturaleza del pronombre? ¿Desde qué ámbito conviene
observarlo?
3.
De entre todos los significados, ¿uno?
Con
una visión menos general y más personal del problema, Eugenio
Coseriu2
comenta que en la tradición europea se distingue por lo común entre
significado y designación. Por significado se entiende normalmente
en sentido técnico solo aquel contenido de las expresiones
lingüísticas que está dado como tal por la lengua a la que estas
corresponden. En la lingüística norteamericana, en cambio, meaning
se refiere a lo entendido extralingüísticamente, es decir, a lo
designado, o se trata de un concepto más general, que abarca
designación y significado.
En el caso del pronombre, la
tendencia fue siempre concebirlo como predominantemente designativo,
por lo tanto, con marcadas propiedades que refieren a lo
extralingüístico. Pero, ¿será así, realmente?
Tres tipos de palabras concibe
Coseriu a continuación, tomando como parámetro clasificador la
configuración y representación del mundo:
-
palabras lexemáticas, que estructuran y representan la realidad extralingüística
- palabras categoremáticas, que representan sólo la forma de estructuración de lo extralingúístico (que funcionan, por tanto, como sustantivos, adjetivos, etc.) pero que no representan ninguna materia extralingúística determinada. Este es el caso, precisamente, de los pronombres.
- palabras morfemáticas (o instrumentales) que no funcionan de modo inmediato como configuradoras del mundo, sino sólo en relación con otras palabras, en la estructuración del hablar, como por ejemplo, y, o, sobre, en, sí, no, etc.
El ser una clase categoremática,
es decir, el tener como característica intrínseca funcionar “en
lugar de”, instaura en el pronombre una esencia diferente a las
clases de palabras lexemáticas y a las palabras morfemáticas. Ambas
clases tienen características propias y precisas. En las
categoremáticas en cambio, la idiosincrasia es el “no ser”.
Lo que nos preocupa especialmente
es el por qué de ese “no ser”, que, a juicio de muchos
lingüistas, como ya se dijo, se debe a la naturaleza del significado
de esta categoría.
Coseriu, en el mismo trabajo
citado, continúa distinguiendo entre designación, significado y
sentido. Concibe la designación como la referencia a lo
extraligüístico, ya sea estado de cosas o contenido de
pensamiento. El significado, en cambio, es el contendido dado en y
por una lengua como tal. Es lo codificado lingüísticamente. El
sentido, por fin, es el concerniente al texto mismo.
¿Cuál es el
papel que juega el pronombre en este esquema? Al parecer en una forma
como yo
existe designación, puesto que apunta a un estado de cosas
extralingüístico, a una entidad del mundo, pero de naturaleza
especial: por medio de yo,
en efecto, se designa al ser del mundo que es capaz de emitir un
enunciado, al enunciador de un texto lingüístico. Por lo tanto en
el pronombre hay presencia de designación.
Por otro lado,
siguiendo este razonamiento, existe en yo
un significado codificado por la
lengua, puesto que cualquier hablante del español reconoce
implícitamente que esta palabra significa “primera persona del
singular, nominativo”. No es, claro está, un significado
lexemático, pero sí gramatical. Es un significado, al fin.
Por último,
podemos decir también que si esa forma yo
no se produce aislada, (y es deseable que ello no ocurra porque
carecería de eficacia comunicativa), más allá del significado y
de la designación posee un sentido específico dentro del texto en
que ocurre.
Dentro del significado mismo
podemos distinguir varios tipos, siguiendo siempre a Coseriu. El
significado léxico (el qué de la aprehensión del mundo), el
significado categorial (el cómo de la aprehensión del mundo), el
significado instrumental (el significado de los morfemas), el
significado estructural o sintáctico (el que es propio de las
combinaciones de unidades lexemáticas o categoremáticas dentro de
la oración) y el significado óntico, es decir, el valor existencial
que se asigna al estado de cosas designado, que opera a nivel
oracional, en el sentido de afirmativo, negativo, etc.
Muy bien.
Veamos ahora qué clase de significado se le puede asignar a la forma
yo. Con
excepción del último y del primero, podríamos decir que todos los
demás le corresponden. Menudo problema tenemos entre manos. En tanto
los pronombres tienen significado categorial, instrumental y
estructural comparten el terreno del léxico y de la gramática.
Recordemos al respecto el cuadro elaborado por Coseriu, en el que
marcamos el terreno que posee el pronombre:
-
Significado léxico
LéxicoSignificado categorial
gramáticaSignificado instrumentalSignificado estructuralSignificado óntico
Todo
ello sumado, además, a lo que la situación espacio-tiempo pueda
brindarle de referencia a una forma como yo.
Solo en virtud de una situación específica creada por el discurso
mismo el pronombre yo
puede
designar a un individuo que se haga responsable de su enunciación.
Creemos que, desde la perspectiva que se lo mire, cualquier teórico
tiene en cuenta todos estos aspectos al estudiarlo. Por lo tanto, no
hay un solo significado para el pronombre, al parecer.
4.
Bello y Amado Alonso
Dos extremos del mismo hilo
Fue
Amado Alonso quien protagonizó en esta historia un papel
fundamental, otorgándole a esta clase de palabras un estado
especial, y este fue respecto específicamente de su significación.
Dadas las características semánticas de los pronombres estos son
para este autor palabras de significado
esencialmente ocasional.
El revuelo que causó Amado Alonso en el ámbito académico con sus
aserciones fue importante, puesto que anteriormente a él en la
tradición española, fundamentalmente, los pronombres eran
concebidos como categorías que estaban en lugar del nombre.
Andrés Bello, casi un siglo
antes, para variar y como siempre, había constatado que “los
pronombres son nombres que significan
primera, segunda o tercera persona, ya expresen esta sola idea, ya la
asocien con otra”. 3
Es decir que, con toda claridad y sin demasiados ambages, incluyó
los pronombres en una clase funcional, la de los nombres. En la nota
IV, al final del capítulo, dirá “Pero doy de barato que el
pronombre en ciertas circunstancias o en todas presente alguna marca
tan peculiar suya que no se encuentre en ninguna otra clase de
palabras. Si por lo demás posee todos los caracteres esenciales del
nombre, ya sustantivo, ya adjetivo, será una especie particular de
sustantivo o de adjetivo, no una parte de la oración distinta de
ellos”.
Resulta significativo –y valga
la redundancia en este trabajo-, que Bello se descuelgue con una
propuesta de caracterización de los pronombres en la que aparezca la
palabra “significan”.
La gramática académica había
considerado que los pronombres van en lugar del nombre. De ahí su
nomenclatura: “pro-nomen”. Es decir, son vicarios. Si “van en
lugar del nombre” es porque no significan, en sí mismos, nada
especial. Bello, en cambio, los describe como palabras que
“significan primera, segunda y tercera persona...”. ¿Qué
suponen estas palabras, en nuestro entorno semántico específico?
Veamos.
En primer lugar, el hecho de que
aparezca una descripción semántica en la propuesta funcionalista de
un lingüista con la cabeza de Bello supone o implica que no es
posible abarcar la descripción de esta categoría de otro modo. Ni
más, ni menos. Y no decimos esto porque “Vox Bello, vox Dei”,
sino porque están comprobadas en la historia de la lingüística la
calidad, rigurosidad y aguda inteligencia con las que este insigne
hombre ha estudiado cada tema al que le dedicó su tiempo.
En efecto, esta aserción de
Bello es incontestable. Un siglo después, Amado Alonso la retoma.
Este significado es lo único “no ocasional” de su propuesta. Y
un siglo y medio después de Bello, Emilio Alarcos retoma entera esta
caracterización para contestar a la propuesta de “significado
ocasional”, es decir, semántica, de Amado Alonso.
Debemos destacar, no obstante,
que en un principio Bello considera el significado gramatical de
estas formas, pero después, cuando considera la realidad lingüística
de los relativos, realiza otros ajustes que interesa señalar.
Dice Bello que el relativo “que”
es adjetivo. Nos preguntamos por qué, puesto que se sabe desde
siempre que este relativo asume en la subordinada la función de
sustantivo. Bello justifica su posición afirmando que decir “Las
estrellas son otros tantos soles; estos brillan con luz
propia”, es lo mismo que decir “Las estrellas son otros tantos
soles que brillan con luz propia”.
Si que equivale a este
y este es adjetivo, la consecuencia natural es que que
sea adjetivo. Se sustantiva en la subordinada por su función
sintáctica, igual que lo hace “estos”.
El asunto está en determinar,
además, si lo que Bello explica desde un punto de vista sintáctico
no posee una explicación semántica. En este aparece
referencia anafórica. En que también. Entonces, ¿no será
este el motivo por el que considera a estas formas adjetivas? La
dependencia no es solamente sintáctica, sino semántica. O mejor
dicho, la dependencia sintáctica es una consecuencia de la
semántica.
Las observaciones de Bello van
por dos caminos que se encuentran. Uno es la función sincrética de
estas palabras, otro es su significación. Apunta Bello que el
significado de los personales, es el de las personas gramaticales,
variando algunos matices según los casos concretos de contexto. No
observamos en esto mayor diferencia respecto de lo que diría Amado
Alonso décadas después. ¿Retoma Amado Alonso conceptos de Bello
sin asumirlo explícitamente? No creemos eso. Es más, respecto no
del significado, sino de la función, Amado Alonso asume que “como
dijo Bello”, los pronombres funcionan como otras categorías. Más
bien creemos, entonces. que ambos investigadores se hacen cargo de
posturas descriptivas que corren por la misma senda, por lo menos, y
llegan a las mismas conclusiones desde distintas perspectivas. Bello
describe desde la función y desde el sistema de la lengua. Setenta
años antes que de Saussure, Bello entendía que, al hablar, nuestro
“instinto” nos lleva a poner en funcionamiento estructuras de la
lengua catalogadas por él de “maravillosas”. 4
Amado Alonso sigue otros caminos, pero las conclusiones, respecto de
la clase de palabras que nos ocupa, son semejantes.
5.
Amado Alonso
Uno de entre todos los
significados
Para
Amado Alonso las palabras son elementos del discurso, que a su vez
está conformado por las oraciones. Es decir, describe los elementos
lingüísticos no desde el sistema, sino desde el discurso. Amado
Alonso concibe la oración como una unidad del habla, con sentido, y
si las palabras se insertan como unidades de la oración en tanto
unidad del discurso, también son unidades del habla. Por lo tanto,
el significado que les confiere a estas palabras es referencial.
Significación,
dice, es el poder que tiene la palabra de apuntar hacia lo
designado.5
Es
en este entorno que se insertan los pronombres. Con una clara
instauración en el discurso, como
cualquier otra palabra,
pues en esto no hay diferencias, y en virtud de esta instauración
discursiva portadores de una significación referencial, es decir,
entonces, esencialmente
ocasional.
Las
clases de sujeto no son clases de cosas. La clasificación se hace
puramente atendiendo al acto de hablar, o sea por la situación de
los participantes en el coloquio. Yo
el que habla, tú
a quien se dirige el que habla, él,
ella, ello, el tiempo, la sencillez,
siempre que el sujeto no sea ni yo
ni tú.
(vol.1)
De esta manera, desde el acto de
la enunciación son descriptas estas formas lingüísticas que tienen
por particularidad significar lo que no significan otras, puesto que
su significado está directamente vinculado con el mismo acto del
hablar.
La
lengua tiene palabras especiales, llamadas pronombres personales,
para significar estas personas gramaticales. La primera persona se
llama yo, y en plural nosotros, nosotras. La segunda tú y en plural
vosotros, vosotras.
(vol .1)
Estas
palabras significan
personas
gramaticales. Estaríamos, al parecer, dentro del plano del sistema
de la lengua, puesto que se habla de significados gramaticales. Si
significar es “apuntar a lo designado” y lo designado es una
persona gramatical y no real, el significado del pronombre sigue
perteneciendo a la lengua.
Yo
significa
primera persona, es decir, se opone a tú,
que
es segunda persona. Este es el significado lingüístico, el que
Amado Alonso entiende como “abstracción”, como referencia a
“conceptos generales”, que, en este caso, es gramatical. Pero
luego, en el hablar concreto, ese yo
y ese tú
apuntan a un ser real. ¿Será ese, entonces el significado de
“significado ocasional”? Si es así, el significado ocasional no
es más que la designación de Coseriu, la instauración de ese
significado lingüístico en el acto discursivo y la vinculación de
cada palabra-pronombre con la realidad designada. Lo ocasional,
entonces, como apuntó Emilio Alarcos en su Gramática de la lengua
española de 1994, no es el significado, sino el objeto designado.
El asunto parece explicarse así,
fácilmente casi, para los personales, y los de la llamada por Amado
Alonso “familia de los personales”, es decir, posesivos y
demostrativos. No sabemos si es tan sencillo resolver el misterio si
sumamos a estos los relativos.
En el capítulo de los relativos
e interrogativos Amado Alonso insiste en que tampoco poseen
significación propia porque “en cada caso reproducen la
significación de su antecedente”. Y cuando se pregunta qué tiene
de común el relativo con los pronombres anteriores, se responde que
todos designan su objeto indirectamente, sin nombrarlo.
Cuál
sea el “objeto” realmente aludido se determina en cada ocasión
por el acto mismo de hablar. Si dialogan Juan y Pedro, yo
significa Juan
cada vez que Juan es el que habla, y significa Pedro
cada vez que Pedro habla. A esto se llama tener una significación
esencialmente ocasional.
Los
pronombres relativos tienen también una significación esencialmente
ocasional. En cada ocasión significan lo que signifique su
antecedente. (Pág. 97)
Ahora
bien, ¿de dónde surge este concepto, al parecer etéreo, casi
poético, de significación
ocasional?
5.
En búsqueda de explicaciones.
Aparentemente
en Amado Alonso operan elementos “escondidos”, que fueron
explicitados por la lingüística a partir de presupuestos
filosóficos. Años después, estos conceptos se observan, entre
muchos lingüistas, en Coseriu –cuyas ideas ya fueron expuestas en
este trabajo en páginas anteriores- y están presentes en su
distinción entre designación
y significado.
Pero sobre todo están presentes en las distinciones entre denotación
y referencia que aparecen en modelos teóricos referenciales del
significado.
Moreno
Cabrera 6afirma
que existe en lingüística una teoría referencial ingenua, que es
claramente incorrecta. En ella se asume que la referencia está
directamente vinculada a la cosa, al objeto extralingüístico. Esta
teoría ingenua confunde denotación y referencia. ¿Cuál es la
diferencia entre ambas?
Por denotación entiende este
autor una relación constante entre el elemento lingüístico y un
tipo de objeto o de entidad extralingüística. La referencia, en
cambio, es una relación entre un objeto, individuo o entidad
concretos del mundo extralingüístico, un elemento léxico y la
denotación de ese elemento léxico. Mientras la denotación se
relaciona con el objeto o entidad tipo, la referencia se relaciona
con ejemplares de ese tipo; es, por lo tanto dependiente de cada
situación lingüística determinada.
Ahora
bien, ¿cuál
de estos matices significativos es una propiedad del pronombre? ¿Hay
en el pronombre una significación tipo, que le permita denotar? Y en
ese caso, ¿hacia dónde o qué se dirige su denotación? La
dificultad radica en cuántas especies diferentes están incluidas en
esta clase de palabras. No es igual la posible denotación que se
encuentre en un personal que en un indefinido.
Lyons
7
establece también distinción entre denotación y referencia.
Mientras que la denotación de un lexema “pertenece al lexema
independientemente de su uso en determinados casos de enunciación”,
la referencia de una expresión “variará normalmente de uno a otro
contexto de uso”. Entiende que existen tres grandes subclases de
expresiones referenciales: los nombres, los sintagmas nominales de
núcleo nominal, y los pronombres.
A diferencia de las dos primeras
subclases, la subclase de los pronombres posee para Lyons una
característica especial: está dotada de referencia gestual. La
referencia gestual y la deixis descansan en la naturaleza misma de
los pronombres.
"Cada
acto de enunciación, cada acto locutivo, sucede en un contexto
espaciotemporal cuyo centro o punto cero se puede designar como el
aquí y ahora.
El
contexto deíctico, por tanto se centra en torno al aquí y ahora del
hablante. El pronombre de primera persona yo
en español se refiere normalmente al propio hablante. Dado que la
función de hablante, en términos más generales, la función de
agente locutivo, pasa de una persona a otra en el curso de una
conversación, el punto cero del contexto deíctico cambia de uno a
otro interlocutor conjuntamente con la referencia del yo
y el aquí."
De
esta forma, yo
y
tú
son deícticos puros. Pero él,
ella, ello
son deícticos impuros, puesto que se añaden elementos como
masculino,
femenino, neutro,
que nada tienen que ver con la ubicación espacio-temporal del
referente o su función en el acto locutivo.
Este autor distingue, además,
entre deixis primaria y deixis secundaria. Mientras que la deixis
primaria se explica en términos de referencia gestual, la secundaria
supone el desplazamiento, que en algunos casos es metafórico, de los
contextos deícticos primarios.
Estos
conceptos de Lyons muestran claramente que las propiedades de los
pronombres son entendidas en términos conectados con la situación
de enunciación, de la que había surgido, años atrás, el concepto
de significación
ocasional,
que por cierto, Amado Alonso rescata de las aserciones de un
filósofo, Husserl.
6.
Las ideas de Husserl
Suele
atribuírsele a Husserl la responsabilidad de la expresión
significación
esencialmente ocasional,
que Amado Alonso utiliza textualmente.
Partiendo
de presupuestos fenomenológicos, Edmund Husserl8
considera que la significación no es algo desarraigado del sujeto
hablante, sino que existe en virtud del acto comunicativo. Los
conceptos se instauran en la ejecución del acto comunicativo y es a
través de la intuición que se logra una comunicación eficaz.
Una
expresión no es tal si no tiene una significación. Esta
significación, por su parte, se construye con referencia al objeto,
que puede existir o no, ser ficticio o imposible. El verdadero
concepto de significación no supone confundirla con el objeto
significado. Es decir, no es una teoría referencial “ingenua”.
Al contrario, la expresión debe ejercer una función actualizadora
del conocimiento; solo si la intención significativa se cumple con
intuición, la representación conceptual adquiere claridad y se
confirma como realmente ejecutable. El nuevo concepto de
significación nace entonces de la consustanciación entre
significación y lo que Husserl llama la intuición
impletiva.
Otro
aspecto es la condición que poseen las expresiones. Algunas
“nombran” y “notifican” el mismo objeto. Otras “nombran”
el objeto y el “contenido notificado” es distinto. Las primeras
surgen independientemente del sujeto y de las circunstancias de la
enunciación, y son llamadas objetivas.
Las
segundas, en cambio, orientan su significación según las
circunstancias y el sujeto de la enunciación. Su significación es
actualizada según la ocasión. Es por eso que llama Husserl a estas
expresiones esencialmente
ocasionales.
Leer
estas aserciones y leer las de Amado Alonso parece la misma cosa. Es
Husserl quien habla a través de las palabras de Amado Alonso en la
Gramática
Castellana
de
Alonso y Henríquez Ureña. Compárense si no, estas afirmaciones de
Husserl con las de Amado Alonso, citadas en segundo lugar:
Las
mismas palabras Te
deseo felicidad en
las cuales doy ahora expresión a un deseo, pueden servir a otras
muchísimas personas para dar expresión a deseos del mismo
contenido. Más no solo los deseos mismos son de caso en caso
diferentes sino también las significaciones de los enunciados
optativos. Una vez hállase la persona A frente a la persona B; otra
vez hállase la persona M frente a la persona N. Aunque A desee para
B lo mismo que M para N, el sentido de la proposición optativa es
manifiestamente distinto, puesto que incluye la representación de
las personas enfrentadas. (Capítulo 2, pp.259 y SS. )
Las
clases de sujeto del verbo se llaman primera,
segunda y tercera persona,
del singular y del plural:
Yo; tú; el campo, la verdad, él, ella, ello; nosotros; vosotros;
los campos, las verdades, ellos, ellas.
Estas tres clases de sujetos, que con sus plurales hacen seis, no son
clases de objetos: todo objeto puede ser alternativamente primera,
segunda o tercera persona. Si es hombre o mujer, cuando habla es
primera persona; si no lo es, cuando por ficción le atribuimos
habla, como en las fábulas, si se le dirige la palabra, es segunda
persona. Si es objeto o cosa de que se habla, es tercera persona. 9
Como consecuencia de estas
precisiones que tienen que ver con el acto de la enunciación
concluye Husserl, entonces, que toda expresión que contenga un
pronombre personal carece de sentido objetivo.
Toda
expresión que contenga un pronombre personal carece de sentido
objetivo. La palabra yo nombra en cada caso una persona
distinta y lo hace mediante una significación siempre nueva. Solo el
discurso viviente y sus circunstancias intuitivas pueden dar a
entender cuál sea en cada caso la significación de yo.
(u.s.)
Es
más, estas palabras escuchadas o leídas sin saber a quién van
referidas surgen como “desposeídas de su significación normal”.
Sabemos, solamente, que a través de esa palabra el que habla se
designa a sí mismo. Pero la representación conceptual, el contenido
semántico, no es la significación de la palabra yo.
Esto Husserl lo comprueba porque yo
es insustituible por cualquier otra expresión, como “el que habla
y se designa a sí mismo”. La función significativa general de la
palabra yo
consiste en designar al que habla, pero el concepto con el cual
expresamos esta función no es el concepto que inmediata y
propiamente constituye su significado.
Husserl
afirma entonces que a la significación de estas palabras pertenece
no solo la representación del refererirse a sí mismo sino también
el señalamiento hacia la representación directa de la persona que
habla. Están, por lo tanto, superpuestas dos significaciones; una de
ellas es la señalativa, direccional, que indica su objeto. Por eso
esta significación es llamada por él indicativa.
La segunda significación es la que “da a conocer su objeto” como
lo mentado. Esta es la significación indicada.
Siguiendo
estas perspectivas fenomenológicas, Husserl incluye según este
comportamiento significativo doble y particular los pronombres
personales, los posesivos, los demostrativos y los adverbios como
aquí, allí,
arriba, abajo, ahora, ayer, mañana, después...,
palabras que al ser dichas se sustentan en el acto mismo del decir.
Sus significados dependen de quién lo diga, cuándo, y a quién. Es
la situación de enunciación la que les permite cobrar identidad.
La
palabra esto aisladamente leída, carece también de propia
significación, solo es comprendida en cuanto suscita el concepto de
su función señalativa (la que llamamos significación indicativa de
la palabra). Pero la significación plena y real solo puede
desenvolverse -en todo caso de su función normal- sobre la base de
la representación efectiva de aquello a que objetivamente se
refiere. (279 y ss)
De
esta suerte, mientras la palabra yo
despierta
directamente la representación particular del ser real que
determina su aparición en el discurso, la palabra león
actúa de diferente
modo, puesto que en sí misma puede despertar la representación del
león.
Si
hilamos fino, podremos detectar en estas afirmaciones algo que ya
hemos dicho; la significación ocasional es para Husserl la
referencia, es decir, la instauración del señalamiento que supone
esta clase de palabras en una situación discursiva particular que le
sirve de apoyatura, y sin la cual sería imposible entenderlas. En
efecto, sin esta situación discursiva no hay representación del
objeto, por lo tanto no hay significación propia. Volveremos sobre
esto más adelante, en ocasión de otros autores que retoman estas
ideas.
7.
Algunos conceptos de Pfänder
En
la nota final del volumen del Primer Curso, Amado Alonso establece
unas precisiones acerca de qué entiende por pronombres. Y en ella
acerca algunas consideraciones sintáctico-semánticas que creemos
oportuno mencionar.
Decimos
que este
o el mío,
al referirse a un sustantivo anterior, no lo reemplazan. Y en esto
los “adjetivos pronominales”(o, como hay que decir, diciendo
mejor, los pronombres adjetivos) se comportan de igual modo que los
demás adjetivos:
Toma
tu libro; yo me quedo con el mío.
Toma
el libro grande; yo me quedo con el pequeño.
Tanto
mío
como pequeño,
míos
como pequeños,
no reemplazan al sustantivo anterior, libro
o libros,
sino que se refieren a ellos añadiéndoles una nota. (Pág. 220)
¿Qué
significa, para Amado Alonso que “se refieren a ellos añadiéndoles
una nota”? Para entender esto debemos ir a Pfänder. Aunque creemos
que afecta en menor grado el estudio de los pronombres en general,
para estudiar la función de algunos de ellos, los presupuestos de
este filósofo nos resultan imprescindibles.
Efectivamente,
en la gramática de Alonso y Henríquez Ureña se afirma que los
sustantivos son las palabras por medio de las cuales se
piensan
los objetos como independientes, y que por medio de los adjetivos se
piensan
los objetos como dependientes. Ese es el motivo por el que el
mío
continúa siendo un adjetivo: en esta forma, se sigue pensando como
dependiente el objeto, puesto que sigue existiendo referencia hacia
el
libro, mencionado
en la oración anterior del mismo enunciado. Es una condición
anafórica, textual, la del pronombre adjetivo mío
Pfänder10
realiza una clasificación de los conceptos según su modo de
referirse al objeto. En virtud de esta referencia, habla de conceptos
sustantivos, conceptos adyacentes como los adjetivos, adverbiales, de
acción, y conceptos relacionantes.
Lo
común y lo decisivo es que los conceptos sustantivos delimitan el
objeto a que se refieren (bien sea dependiente o independiente) de un
modo mentalmente pleno y los destacan por sí mismos; en una palabra,
lo independizan o sustantivan mentalmente. [...]
Los
conceptos adjetivos toman su objeto como dependiente y lo refieren a
otros objetos a los que por sí no se refieren. (p. 196)
Dado
que existe para Pfänder inadecuación entre lenguaje y pensamiento,
los pensamientos poseen una libertad de elección respecto de las
formas verbales. Podemos pensar y no decirlo, y un pensamiento puede
ser expresado de distintas maneras en una misma lengua, e inclusive,
más o menos exactamente, este mismo pensamiento puede expresarse en
distintas lenguas.
Por
otro lado, el pensamiento no existe, según este filósofo, si no
establece referencia hacia su objeto, que puede ser material o
inmaterial, como estados, propiedades de cosas, procesos,
actividades, efectos, relaciones y circunstancias. Los conceptos
diseñan
los
objetos, por lo cual existe una diferencia entre los objetos en sí
mismos y los objetos conceptualizados.
No
obstante, hay palabras que significan pero no se refieren a objetos:
son las relacionantes. Y existen conceptos designativos, que ejercen
directamente la función de designar su objeto. Se expresan en este,
ese, aquel.
Pueden hacerlo retrospectivamente: que,
quien, cuyo, cual,
pueden también anticiparse: aquel
que...
Pero lo cierto es que entre los conceptos designativos encontramos
finalmente a los pronombres.
Resulta
curioso que los pronombres personales y su peculiar manera de
designar no aparezcan específicamente estudiados. Pero, de cualquier
modo, volvemos a encontrar el concepto de referencia vinculado al del
significado. No es casualidad, creemos. Este componente parece ser el
único que poseen estas palabras vicarias que las vincule entre sí.
8.
Reformulaciones de Emilio Alarcos
Hay
en este autor dos etapas. Una, en los artículos publicados en
Estudios de Gramática Funcional del Español, con ediciones desde
1974 en adelante. En estas ediciones de Gredos, Alarcos publica
artículos que habían sido publicados en revistas de Lingüística
desde 1940 en adelante. Aquí Alarcos sostiene que:
-
Los pronombres son de naturaleza sincrética desde el punto de vista funcional
- Tienen un significado fijo, no ocasional. Significan las personas gramaticales. Decir esto no es decir nada nuevo; aunque parezca una crítica a Amado Alonso con su propuesta de caracterización semántica ocasional del pronombre, Alarcos simplemente retoma la propuesta de Andrés Bello.
- Se diferencian los pronombres de las categorías sustantivas, adjetivas o adverbiales con las que entran en sincretismo por su comportamiento sintáctico particular.
Entre
todos los comportamientos pronominales, se destaca especialmente el
del demostrativo. Asegura Alarcos que posee en su lexema el morfema
de identificación que también posee el artículo. En este sentido
se asemejan tanto personales, como demostrativos, como nombres
propios. Alarcos asegura que se podrían incluir los tres en un
grupo de unidades a las que propone llamarlas identificadoras, porque
el objeto de su referencia no es clasificado por ellas, sino
identificado. Por ese motivo se comporta sintácticamente diferente a
cualquier otro adjetivo calificativo:
este
libro el libro
*el
este libro el libro este
Es
decir, en el primer caso, este
y el
participan de la misma ubicación sintagmática. El hecho de que no
puedan coexistir en esa ubicación es una comprobación para Alarcos
de que morfológicamente, “este” conlleva el morfema de
identificación del artículo. Siguiendo los postulados de Hjelmslev,
entiende el morfema como un exponente de contenido. Es la mínima
unidad de significado11
En tanto tal, es relevante considerar el significado morfológico
que aporta el artículo al pronombre este:
a los significados gramaticales de persona y de mostración de este
pronombre, el artículo le suma el género y el número, más la
identificación que realiza del sustantivo.
Respecto
de su signo léxico, el demostrativo recubre para este autor el campo
nocional de la deixis. Sus lexemas suponen “indicación de la
situación del referido en el espacio o en el tiempo, bien reales,
contextuales o mentales”. Los rasgos de contenido que diferencian
esas tres formas léxicas de los demostrativos, este,
ese, aquel,
están vinculados a la deixis que poseen los personales y posesivos.
Son los rasgos que distinguen primera persona, segunda persona,
tercera persona, es decir, hablante, interlocutor, y todo lo demás.
Asumiendo las mismas apreciaciones de Bello, Alarcos afirma que la
tercera persona, por este motivo, no es en realidad una persona, y
puede asumir los valores de los demostrativos. En realidad Alarcos
sugiere que el personal de tercera persona es un archilexema que
engloba, como especificaciones más concretas en el campo deíctico,
a los demostrativos. Estuve
con él,
abarca Estuve
con este, Estuve con ese, Estuve con aquel.
En
su gramática del 94 Alarcos supera algunos obstáculos formales que
él mismo se había impuesto. Treinta años más tarde, está en
condiciones de darle a la semántica otro lugar en sus propuestas. En
una concesión a los postulados amadoalonsianos inspirados
enteramente en la fenomenología de Husserl, admite que el pronombre
tiene un significado fijo que es gramatical y un significado
ocasional, que es la referencia. No obstante, se observa una
inversión entre lo que se entiende por denotación y lo que se
entiende por referencia. Léase, si no, la cita:
La
referencia
a la realidad que hacen los personales de primera y de segunda
persona es forzosamente única e inequívoca. No importa que de una
situación a otra pueda variar la alusión y que, como suele decirse,
la significación de los personales sea “ocasional”; el que habla
puede ser Juan, o Pedro, o María, y el oyente Enrique, o Luisa o su
hermana; pero en realidad, lo ocasional no es el significado, sino lo
denotado
en cada acto de habla.
[...]
El
significado
léxico
de los sustantivos personales, a pesar de la variabilidad de su
referencia
según cada acto de habla, es siempre fijo y constante, como el que
caracteriza a toda unidad lingüística: se reduce a significar cada
una de las tres personas reconocibles en el coloquio. (Pág. 71)
Al
parecer, existe una diferencia entre lo que Alarcos entiende por
“referencia a la realidad” o “la referencia según cada acto de
habla”, que es siempre fija y constante, porque es el significado,
y “lo denotado en cada acto de habla”, que es lo ocasional y
variable, porque será en cada caso el individuo o la entidad del
mundo con el que esa forma lingüística elegida por el hablante se
vincule.
Se
verá que este no es el sentido otorgado a referencia y denotación
que hemos venido manejando en este trabajo. Es exactamente el sentido
contrario. Lo denotado para Alarcos no es la relación constante
entre el elemento léxico y el tipo de objeto o de entidad
lingüística, sino la relación con el objeto individual. Y la
referencia es la relación constante con el tipo de objeto. De
cualquier manera, existen dos elementos verificables y distinguibles
entre los cuales se mueven estos signos lingüísticos. El tipo y la
individuación. El significado fijo y el significado ocasional. El
significado fijo es el gramatical, el que se vincula con los roles de
hablante y oyente, y el significado ocasional es la vinculación a
cada persona real o entidad del mundo concreta en cada acto de
comunicación.
9.
Los pronombres refieren, pero ¿hacia dónde, o hacia qué?
Hay
algo en común entre personales, posesivos, demostrativos, relativos
e indefinidos. Y ese algo es la significación ocasional, que, al
parecer se basa en el componente referencial del concepto mismo de
significado. La referencia, en realidad, es siempre ocasional. Por
lo menos desde el punto de vista de los conceptos de referencia que
citamos hasta ahora. Recordemos lo que explicaba Moreno Cabrera en su
Curso de Lingüística General. En ese sentido, el pronombre no se
diferencia de las demás categorías. Todas tienen referencia
ocasional. El tema es que esta referencia es lo único que poseen los
pronombres. En su significado no hay elementos léxico-descriptivos,
como los de las otras categorías. Es esta la razón por la que Ana
María Barrenechea los incluyó como categoría semántica, dentro de
la clase de palabras no descriptivas y ocasionales.12
A
pesar de ello, Alarcos asegura, como vimos, que tienen “lexemas”
con significado fijo. Pero ¿qué tienen, en realidad de significado
fijo? ¿Puede ser la denotación, esa relación constante entre el
tipo y el signo?
Esta
clase de palabras es la consecuencia de un acto simple de
comunicación. En él se instauran dos. Como dice Bühler, hacen
falta dos, no solo para casarse, sino para todo suceso social y
acontecimiento verbal concreto. El yo y el tú instaurados en ese
proceso realizan una señalación hacia los interlocutores. Bülher
los llama, por esa razón, demostrativos. Encuentra, además, razones
históricas en el indoeuropeo: los sufijos personales en el verbo, y
los personales aislados se desprenden de los demostrativos de
posición. Esa “multivocidad intersubjetiva” que poseen los
convierte en elementos únicos e irremplazables para el acto
comunicativo.
Benveniste
agrega que la referencia es parte integrante de la enunciación. La
lengua, en la enunciación, se halla empleada en relación con el
mundo, y el discurso mismo posee el recurso formal de referir el
locutor y su destinatario en “el consenso pragmático que hace de
cada locutor un colocutor.”
El
acto individual de apropiación de la lengua introduce al que habla
en su habla. He aquí un dato constitutivo de la enunciación. La
presencia del locutor en su enunciación hace que cada instancia de
discurso constituya un centro de referencia interna. Esta situación
se manifestará por un juego de formas específicas cuya función es
poner al locutor en relación constante y necesaria con su
enunciación."13
¿Cuál es el papel de los
pronombres en este proceso de la enunciación? El de referir a los
participantes del acto comunicativo. En cada acto de la palabra se
instaura no solo el aquí y el ahora sino también el yo que
se opone al tú. Además de esa denotación –primera o
segunda persona del singular o del plural- está presente la
referencia, que, por supuesto, en cada caso será diferente. Los
seres reales que emprendan la responsabilidad de ese acto se verán
representados por cada pronombre, que los designará especialmente.
Benveniste considera estas formas
como “vacías”. Esa condición les permite remitir a cada
alocutario de manera plena:
La
importancia de su función se medirá por la naturaleza del problema
que sirvan para resolver y que no es otro que el de la comunicación
intersubjetiva. El lenguaje ha resuelto este problema creando un
conjunto de signos "vacíos", no referenciales por relación
a la "realidad", siempre disponibles, y que se vuelven
"llenos" no bien un locutor los asume en cada instancia de
su discurso. Desprovistos de referencia material, no pueden usarse
mal; por no afirmar nada, no están sometidos a la condición de
verdad y escapan a toda denegación. Su papel es ofrecer el
instrumento de una conversión, que puede denominarse la conversión
del lenguaje en discurso.14
Esta
es una aserción falsa para Catherine Kerbrat-Orecchioni15.
Esta lingüista señala que los pronombres no están “vacíos”,
como aseguraba Benveniste. Los procesos de construcción del
significado de un ítem léxico son para esta autora semasiológicos.
Suponen procesos de codificación que se llevan a cabo gracias a la
competencia léxica del hablante. En este proceso el hablante asocia
un determinado significante al concepto abstracto que surge una vez
percibido el objeto extralingüístico denotado. En el proceso de
decodificación el receptor registra el significante al que asocia
una serie de semas abstractos sobre los que identifica el referente
apropiado.
El
plano semántico es el mediador entre el plano de la expresión y el
del referente extralingüístico. Hace posible el mecanismo
referencial. En el proceso de codificación y en el de
decodificación, el usuario pone en funcionamiento tres tipos de
referencia, que Kerbrat-Orechioni llamará “referencia absoluta”,
“referencia relativa al contexto lingüístico”, “referencia
relativa a la situación de comunicación, o deíctica”.
Explicaremos un poco qué entiende ella por esas tres referencias
para poder llegar a su crítica de las palabras de Benveniste.
Hay
referencia absoluta en tanto baste para nombrar a X tomar en
consideración ese objeto X, sin el aporte de ninguna otra
información: “Una mujer rubia”. Hay referencia relativa cuando
al mismo objeto se lo puede denominar alternativamente: “hermana
de, hija de, prima de...”, pero no depende, al menos directamente,
de la situación de alocución. Por último, esa misma persona puede
representarse con uno u otro de los pronombres personales; esto se
logra tomando en cuenta los datos particulares de la situación de
comunicación según el papel que desempeñe X en el proceso de
alocución.
Por
ejemplo: “Pedro vive en Lyon” es referencia absoluta. “Pedro
vive al sur de París” es referencia cotextual. “Pedro vive aquí”
es referencia deíctica.
Los
deícticos son, por lo tanto, unidades lingüísticas cuyo
funcionamiento semántico-referencial (selección en la codificación,
interpretación en la decodificación) implica tomar en consideración
algunos de los elementos constitutivos de la situación de
comunicación, como el papel y la situación espacio-temporal de los
interlocutores.
Kerbrat
insiste en que lo que varía de una situación a otra no es el
“sentido” de un pronombre, sino el referente. Por “sentido”
entiende esta lingüista lo denotado por cada pronombre, lo que
Alarcos llamaría el significado fijo; el pronombre yo
brinda siempre la misma información, puesto que remite en cada
instancia al sujeto de la enunciación. Es bien diferente en otros
casos lo que los teóricos entienden por “sentido”.
Nosotros
creemos que, por el contrario, al igual que otras formas lingüísticas
los pronombres personales remiten a objetos extralingüísticos y no
a su propia enunciación (como lo sugiere el término
autorreferencia); y que las dos formulaciones siguientes, de las
cuales la primera es una abreviación inadecuada de la segunda, única
que nos parece correcta, no son equivalentes:
-
Los deícticos remiten a su propia instancia discursiva
-
Los deícticos remiten a objetos cuya naturaleza particular sólo se determina en el interior de la instancia particular del discurso que los contiene. (Pág. 54)
Hablar es significar, pero
también “referirse a”. ·Esto supone para Kerbrat-Orechioni que
damos información sobre objetos del mundo extralingüístico, para
lo cual la lengua debe contar con un sistema codificado de
localización. Este papel es cubierto por los deícticos, que
localizan el objeto extralingüístico sin relacionarlo con unidades
internas del discurso, sino relacionándolo con algo exterior como
son los datos concretos de la situación de comunicación. “Las
unidades deícticas están destinadas, pues, aún perteneciendo a la
lengua, a convertir a esta en habla”.
María
de los Ángeles Álvarez Martínez16
asegura que el pronombre fue estudiado desde su significación
ocasional por muchas gramáticas, pero que, “como lo dicen E.
Alarcos y J. A. Molina Redondo, se está confundiendo significado con
referencia”. El significado del pronombre, según esta lingüista,
es el más unívoco y fijo de todos los signos que componen la
lengua. Sin embargo, “su sentido” se presenta incompleto sin la
consideración de las circunstancias lingüísticas (contexto) o
extralingüísticas (situación).
Ahora
bien, ¿qué es
sentido en este
caso? De tan utilizada, esta palabra ha terminado por significar algo
demasiado desleído. Supone por un lado una inserción en la
situación comunicativa, que le confiere al acto de habla un entorno
específico, que lo justifica. Supone por otro, el criterio
amadoalonsiano de sentido, es decir, la intencionalidad, o, en
términos pragmáticos, la fuerza ilocutiva de un enunciado. Hablar
de sentido no es, en este caso, hablar de significado, sino de la
inserción lingüística de un signo en una situación determinada de
enunciación.
Pero
el sentido es algo más. Lyons (1997)17
sugiere que el sentido de una expresión es el conjunto o red de
relaciones que se mantienen entre dicha expresión y otra cualquiera
de una misma lengua. Es el resultado de relaciones interléxicas o
intraléxicas; es decir, de relaciones que se establecen entre una
expresión léxica y una o más expresiones léxicas diferentes de la
misma lengua. Esto diferencia el sentido de la denotación, que
relaciona las expresiones con clases de objetos de la realidad.
Se
trata, creemos, de un asunto de planos. El sentido (entendido así) y
la denotación pertenecen al plano de la lengua. En tanto relaciones
entre expresiones léxicas el primero, y relaciones entre esas
expresiones léxicas con las clases de objetos, la segunda. Sin
embargo, el nivel de ambos no es la enunciación. Están en un nivel
previo a la situación de enunciado. La referencia, en cambio,
entendida dentro de este contexto teórico, es la que se establece
entre la expresión léxica y su objeto real. Por lo tanto existe
únicamente si se la utiliza en una situación concreta de
enunciación. En el nivel del enunciado.
En
otras palabras, los pronombres no pueden desligarse absolutamente
del contexto para significar. Poseen contenidos mínimos en cuanto al
significado, dentro del plano de la lengua. Todo lo demás se lo
aporta la situación de enunciación. Ella es esencial para que estas
palabras encuentren su decodificación plena.
10.
Algunas conclusiones.
Hemos
visto que pretender unanimidad de criterios frente a la diversidad
de las esencias pronominales es tarea titánica e imposible. Todo lo
que se ha escrito sobre él no alcanza para contentar a un lector
medianamente inquieto por resolver algunos de sus misterios.
Hemos
visto también que estos misterios se acercan invariablemente a sus
características semánticas, puesto que son ellas las que lo
convierten en una categoría diferente, excepcional. No hay otra que
posea la habilidad de entretener en el tiempo y en el espacio a tanto
intento vano de descripción lingüística -si pretende ser completo
y acabado-.
¿En
qué consisten estas diferencias semánticas que lo individualizan?
Intentemos resumirlas. En su inserción en el campo mostrativo, su
posibilidad de referir a los interlocutores de un acto de
enunciación. En tanto estos son personas reales, que cumplen roles
en el acto de comunicación, y en tanto estos roles son
intercambiables entre los participantes, los pronombres asumen
protagonismo, puesto que son ellos los vehículos de este proceso de
autorreferencia y correferencia.
Con
estos antecedentes discursivos entender en qué consiste su
significado supone además entender con qué concepto de significado
es más afortunado trabajar. Y con cuál resultó más afortunado
trabajar en el caso de los lingüistas y filósofos que se encargaron
de él.
De
todos los conceptos de significado, el que atiende a la referencia y
la denotación fue el elegido por todos quienes se ocuparon del
pronombre. Al parecer, las conclusiones son parejas, al fin y al
cabo. Estas palabras son portadoras de una significación fija, que
puede ser entendida por su denotación. Esta supone direccionalidad
hacia los participantes del acto comunicativo en el caso de los
personales, posesivos y demostrativos. En el caso de los relativos la
denotación es más bien funcional y sintáctica, puesto que asumen
roles funcionales diferentes en las subordinadas que encabezan; uno
es posesivo -cuyo-, otro locativo -donde-, otro remite genéricamente
a su antecedente de una manera más aséptica -que-, etc. Pero además
de denotar, el pronombre posee una referencia distinta en cada acto
de la enunciación, porque de eso se trata su naturaleza vicaria.
Esta referencia es decodificada a partir de la deixis que estas
formas establecen. Es así que el destino del pronombre resulta
incierto, porque según la situación de enunciación pasa a
“significar” Juan, Pedro o Diego. Pasa siempre a ser algo nuevo,
distinto de lo que fue hace un segundo.
Esta
es esencia que vincula estas formas con la situación de enunciación
y las convierte en especies dependientes de cada acto comunicativo.
Esta esencia es, en definitiva, la que nos ha provocado para detener
nuestra atención en él y la que nos mantuvo alertas a lo largo de
la elaboración de este trabajo. Porque todavía no se ha dicho,
afortunadamente, la última palabra.
1
En Lenguaje, significado y contexto, página 38, y
también en Semántica lingüística, p. 64
2
En Gramática, semántica y universales, pp. 133 y ss.
3
En Gramática Castellana. Parágrafo 229.
4
Parágrafo 676. Op. Cit.
5
Amado Alonso y P. Henríquez Ureña. Gramática castellana, Vol. 1.
6
Moreno Cabrera, tomo II, capítulo 10,
7
en Lenguaje, significado y contexto, página 228-229
8
Edmund Husserl. Investigaciones lógicas, Vol. 1. pp. 254-270
9
Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña. Gramática Castellana,
volumen 1.
10
Pfänder, Alejandro. Lógica. Bs. As. Espasa-Calpe Argentina,
1940, 2ª ed.
11
Emilio Alarcos (1978, “Unités distinctives et unités distinctes”
en La linguistique 14/2) entiende que existen cuatro
articulaciones. Los monemas, unidades con significado y
significante, los fonemas, unidades de función contrastiva, los
morfemas, figuras de contenido con función distintiva, y la cuarta
articulación la conforman los rasgos distintivos del significante.
Los morfemas se entienden entonces, en este entorno teórico, como
unidades de significado.
12
Barrenechea, Ana M. En Estudios de Gramática Estructural.
Paidós, 1969. “El pronombre y su inclusión en un sistema de
categorías semánticas”.
13
Benveniste, Emile. “El aparato formal de la enunciación”. En
Principios de lingüística general.
14
La naturaleza de los pronombres. Op.cit.
16
Álvarez Martínez, M. de los Ángeles. El pronombre. Pp. 13
y ss.
17
En Semántica Lingüística, Paidós, pp. 105 y ss.
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