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sábado, 30 de julio de 2016

El significado y los significados de los pronombres

El pronombre

Algo más respecto de sus significados

Yo no soy yo
soy ese que va a mi lado
sin yo verlo...
El que a veces voy a ver
Y el que a veces olvido.
El que calla, sereno,
cuando hablo
El que perdona, dulce,
cuando odio.
El que pasea por donde no estoy
El que quedará en pie
cuando yo muera.

Juan Ramón Jiménez

1. Pre-nociones

Mucho se ha escrito con, por y para los pronombres. Uno se pregunta por qué. Qué hay en estas palabras -categorías o no, quién lo sabe a esta altura- que lleve a poetas, lingüistas, gramáticos y filósofos a operar en sus dominios. O a intentar sumergirse en los porqués de sus múltiples esencias semánticas, que es lo que nos ocupará en este trabajo, en un intento de encontrar algo de la verdad que circunda a esta pan-categoría.

El poema elegido como epígrafe no solo utiliza un juego de pronombres para significar contenidos estéticos que contengan realidades ontológicas, existenciales, los secretos de la vida y de la muerte. Hay algo más en él, que lo vincula directamente con nuestro cometido. En este poema se observa, como en una transparente alegoría, la naturaleza misma del pronombre. Esta es, en efecto, una clase de palabras que se caracteriza por lo que no es, o mejor dicho, por los diferentes disfraces que adopta, por los lugares en donde se mete, por los juegos sintácticos y semánticos en los que se involucra, que son en realidad (¿lo son realmente?) los lugares de los otros, de los elegidos, de los que tienen un lugar en el mundo de las categorías léxicas.

El meollo de la naturaleza conflictiva de estas palabras está, efectivamente, en su significado. El secreto de los juegos lingüísticos y poéticos de los cuales es el protagonista, la estrella. El secreto de artículos extensísimos, capítulos rigurosísimos, libros enteros, que llevan su nombre como título.

No hay clase de palabras que tanto haya ido y vuelto en los libros de gramática. Desde tener el honor de integrar las partes de la oración, hasta haber perdido vergonzosamente este privilegio -de rigor para cualquier clase de palabras que se precie de tal-, la vida del pronombre es conflictiva y contradictoria.

Tal vez, o seguramente, ese sea el motivo del interés siempre abierto y constante en internarse en sus dominios.

Por cierto, ese es el motivo por el que nos internaremos nosotros en ellos, para intentar desentrañar no mucha cosa, algo, nada más. Para ello, rescataremos algo de lo mucho que han aportado lingüistas y gramáticos al desentrañarlo de manera particular, personal; justamente porque es una clase tan heterogénea y multifacética, que resulta difícil llegar a abarcarla en su totalidad. Porque es con la suma de esos algos que se puede organizar un panorama más o menos amplio de qué es lo que sucede con él. No intentaremos cubrir todo el espectro bibliográfico que lo abarca, porque sería imposible para el propósito de este trabajo. Pero sí presentaremos algunas de sus problemáticas.

El centro de nuestro interés es el significado. Intentaremos observar, a través de las diversas caracterizaciones del significado, cuál de ellas puede describir mejor la naturaleza del pronombre, y teniendo esto último en cuenta, cuál de ellas se puede leer en las propuestas lingüísticas que estudian su significado. Partiremos de estudios gramaticales y de las observaciones de tres lingüistas que lo han descripto en su funcionamiento sintáctico y en su significación. Teniendo en cuenta sus puntos de vista, intentaremos internarnos en la semántica de esta clase de palabras. Se verá que, según el criterio que adopte el lingüista para su clasificación y su descripción esta “categoría” pasa, de considerarse una categoría a no serlo en absoluto. Consecuencias trágicas, si se quiere.

Tomaremos Andrés Bello, Amado Alonso y Emilio Alarcos como ejes, puesto que conforman una serie en la que uno se alimenta del otro. Específicamente veremos el significado del llamado significado ocasional, característica que transversalmente lo ha cubierto en tanto descripción de la naturaleza pronominal a lo largo de la historia de sus descripciones lingüísticas.

Paralelamente a esta característica semántica posee el pronombre una naturaleza sincrética desde el punto de vista funcional. Cabe preguntarse, entonces, ¿esta naturaleza ocasional de su significado será la causa de su naturaleza funcional sincrética? ¿El pronombre funciona como un sustantivo porque refiere a la misma realidad que refiere un sustantivo, o la referencia a la misma realidad del sustantivo es consecuencia de que funcione como ese sustantivo? ¿O, en vez de cruzarse, son ambas características paralelas? Tal vez las dos realidades sean paralelas, y no hay relación de causa consecuencia en ellas.

2. A modo de presentación: con cuántos significados se juega el juego

Podemos preguntarnos a quién apunta el yo de nuestro poema. ¿Es el poeta? ¿Es el yo lírico? Si lo lee otro, ¿no puede acaso transformarlo en objeto mismo de su propia enunciación? En ese caso ese yo sería convertible en el yo de cada uno que lee y hace suyo el poema,... y el yo.

Estas consideraciones solo pueden hacerse porque existen en nuestra lengua estas palabras que son vicarias por naturaleza. Esto es lo que deberemos determinar. Para ello trataremos de considerar qué clase de significado es el que concierne al pronombre.

El que no ofrece, -o por lo menos no ha ofrecido- mucha resistencia es el concepto concerniente al significado ocasional, con el que ha trabajado, desde la tradición gramatical del siglo XX, Amado Alonso en su Gramática Castellana. Veremos después cómo este concepto tiene su origen en otros teóricos, filósofos esencialmente, como Husserl. No obstante originarse en terrenos filosóficos, el destino del significado ocasional se ramifica y evoluciona en la lingüística de la enunciación, puesto que esencialmente nace bajo esas intuiciones lingüísticas dentro de la filosofía. Es curioso ver cómo se interceptan e intersectan lingüística y filosofía en este terreno que nos ocupa.

Y especialmente para entender qué se entiende por el término “ocasional” que define al significado del pronombre, deberemos transitar por los caminos por los que transitaron distintos lingüistas, y observar qué entienden ellos por “significado”, porque este concepto deriva específicamente de uno de los tantos significados del significado.

Los lingüistas suelen citarse entre ellos, recopilar y resumir teorías diferentes sobre qué considera uno u otro como significado. John Lyons1, menciona seis teorías sobre el significado, que no son, por otra parte, las únicas que existen:
  • La teoría referencial: el significado de una expresión es aquello a lo que se refiere o representa.

  • La teoría ideacional o mentalista. El significado de una expresión es la idea o concepto asociados con ella en la mente de cualquiera que la conozca.

  • La teoría conductista. El significado de una expresión es tanto el estímulo que lo evoca como la respuesta evocada o la combinación de ambos en ocasiones de expresión particulares.

  • La teoría el-significado-es-el-uso. El significado de una expresión, si no es idéntico a su uso en la lengua, está determinado por él.

  • La teoría verificacionista. El significado de una expresión, si tiene alguno, viene determinado por la verificabilidad de las oraciones o proposiciones que lo contienen.

  • La teoría de las condiciones de verdad. El significado de una expresión consiste en su contribución a las condiciones de verdad de las oraciones que contienen dicho significado.

Se verá que ninguna es disparatada y que, si aplicamos a todo esto nuestra simple intuición de usuarios de una lengua, podríamos considerar que el significado es a la vez todas y cada una de esas descripciones. De tal suerte que todo esto termina siendo un problema de perspectiva. El asunto radica, creemos, en detenerse a observar qué perspectiva se tendrá en cuenta en cada caso particular que nos ocupe y que estudiemos en detalle. ¿Cuál de todas estas perspectivas será la adecuada para tratar la naturaleza del pronombre? ¿Desde qué ámbito conviene observarlo?

3. De entre todos los significados, ¿uno?

Con una visión menos general y más personal del problema, Eugenio Coseriu2 comenta que en la tradición europea se distingue por lo común entre significado y designación. Por significado se entiende normalmente en sentido técnico solo aquel contenido de las expresiones lingüísticas que está dado como tal por la lengua a la que estas corresponden. En la lingüística norteamericana, en cambio, meaning se refiere a lo entendido extralingüísticamente, es decir, a lo designado, o se trata de un concepto más general, que abarca designación y significado.

En el caso del pronombre, la tendencia fue siempre concebirlo como predominantemente designativo, por lo tanto, con marcadas propiedades que refieren a lo extralingüístico. Pero, ¿será así, realmente?

Tres tipos de palabras concibe Coseriu a continuación, tomando como parámetro clasificador la configuración y representación del mundo:

  • palabras lexemáticas, que estructuran y representan la realidad extralingüística
  • palabras categoremáticas, que representan sólo la forma de estructuración de lo extralingúístico (que funcionan, por tanto, como sustantivos, adjetivos, etc.) pero que no representan ninguna materia extralingúística determinada. Este es el caso, precisamente, de los pronombres.
  • palabras morfemáticas (o instrumentales) que no funcionan de modo inmediato como configuradoras del mundo, sino sólo en relación con otras palabras, en la estructuración del hablar, como por ejemplo, y, o, sobre, en, sí, no, etc.

El ser una clase categoremática, es decir, el tener como característica intrínseca funcionar “en lugar de”, instaura en el pronombre una esencia diferente a las clases de palabras lexemáticas y a las palabras morfemáticas. Ambas clases tienen características propias y precisas. En las categoremáticas en cambio, la idiosincrasia es el “no ser”.

Lo que nos preocupa especialmente es el por qué de ese “no ser”, que, a juicio de muchos lingüistas, como ya se dijo, se debe a la naturaleza del significado de esta categoría.

Coseriu, en el mismo trabajo citado, continúa distinguiendo entre designación, significado y sentido. Concibe la designación como la referencia a lo extraligüístico, ya sea estado de cosas o contenido de pensamiento. El significado, en cambio, es el contendido dado en y por una lengua como tal. Es lo codificado lingüísticamente. El sentido, por fin, es el concerniente al texto mismo.

¿Cuál es el papel que juega el pronombre en este esquema? Al parecer en una forma como yo existe designación, puesto que apunta a un estado de cosas extralingüístico, a una entidad del mundo, pero de naturaleza especial: por medio de yo, en efecto, se designa al ser del mundo que es capaz de emitir un enunciado, al enunciador de un texto lingüístico. Por lo tanto en el pronombre hay presencia de designación.

Por otro lado, siguiendo este razonamiento, existe en yo un significado codificado por la lengua, puesto que cualquier hablante del español reconoce implícitamente que esta palabra significa “primera persona del singular, nominativo”. No es, claro está, un significado lexemático, pero sí gramatical. Es un significado, al fin.

Por último, podemos decir también que si esa forma yo no se produce aislada, (y es deseable que ello no ocurra porque carecería de eficacia comunicativa), más allá del significado y de la designación posee un sentido específico dentro del texto en que ocurre.

Dentro del significado mismo podemos distinguir varios tipos, siguiendo siempre a Coseriu. El significado léxico (el qué de la aprehensión del mundo), el significado categorial (el cómo de la aprehensión del mundo), el significado instrumental (el significado de los morfemas), el significado estructural o sintáctico (el que es propio de las combinaciones de unidades lexemáticas o categoremáticas dentro de la oración) y el significado óntico, es decir, el valor existencial que se asigna al estado de cosas designado, que opera a nivel oracional, en el sentido de afirmativo, negativo, etc.

Muy bien. Veamos ahora qué clase de significado se le puede asignar a la forma yo. Con excepción del último y del primero, podríamos decir que todos los demás le corresponden. Menudo problema tenemos entre manos. En tanto los pronombres tienen significado categorial, instrumental y estructural comparten el terreno del léxico y de la gramática. Recordemos al respecto el cuadro elaborado por Coseriu, en el que marcamos el terreno que posee el pronombre:

Significado léxico

Léxico
Significado categorial

gramática
Significado instrumental
Significado estructural
Significado óntico



Todo ello sumado, además, a lo que la situación espacio-tiempo pueda brindarle de referencia a una forma como yo. Solo en virtud de una situación específica creada por el discurso mismo el pronombre yo puede designar a un individuo que se haga responsable de su enunciación. Creemos que, desde la perspectiva que se lo mire, cualquier teórico tiene en cuenta todos estos aspectos al estudiarlo. Por lo tanto, no hay un solo significado para el pronombre, al parecer.

4. Bello y Amado Alonso
Dos extremos del mismo hilo

Fue Amado Alonso quien protagonizó en esta historia un papel fundamental, otorgándole a esta clase de palabras un estado especial, y este fue respecto específicamente de su significación. Dadas las características semánticas de los pronombres estos son para este autor palabras de significado esencialmente ocasional. El revuelo que causó Amado Alonso en el ámbito académico con sus aserciones fue importante, puesto que anteriormente a él en la tradición española, fundamentalmente, los pronombres eran concebidos como categorías que estaban en lugar del nombre.

Andrés Bello, casi un siglo antes, para variar y como siempre, había constatado que “los pronombres son nombres que significan primera, segunda o tercera persona, ya expresen esta sola idea, ya la asocien con otra”. 3 Es decir que, con toda claridad y sin demasiados ambages, incluyó los pronombres en una clase funcional, la de los nombres. En la nota IV, al final del capítulo, dirá “Pero doy de barato que el pronombre en ciertas circunstancias o en todas presente alguna marca tan peculiar suya que no se encuentre en ninguna otra clase de palabras. Si por lo demás posee todos los caracteres esenciales del nombre, ya sustantivo, ya adjetivo, será una especie particular de sustantivo o de adjetivo, no una parte de la oración distinta de ellos”.

Resulta significativo –y valga la redundancia en este trabajo-, que Bello se descuelgue con una propuesta de caracterización de los pronombres en la que aparezca la palabra “significan”.

La gramática académica había considerado que los pronombres van en lugar del nombre. De ahí su nomenclatura: “pro-nomen”. Es decir, son vicarios. Si “van en lugar del nombre” es porque no significan, en sí mismos, nada especial. Bello, en cambio, los describe como palabras que “significan primera, segunda y tercera persona...”. ¿Qué suponen estas palabras, en nuestro entorno semántico específico? Veamos.

En primer lugar, el hecho de que aparezca una descripción semántica en la propuesta funcionalista de un lingüista con la cabeza de Bello supone o implica que no es posible abarcar la descripción de esta categoría de otro modo. Ni más, ni menos. Y no decimos esto porque “Vox Bello, vox Dei”, sino porque están comprobadas en la historia de la lingüística la calidad, rigurosidad y aguda inteligencia con las que este insigne hombre ha estudiado cada tema al que le dedicó su tiempo.

En efecto, esta aserción de Bello es incontestable. Un siglo después, Amado Alonso la retoma. Este significado es lo único “no ocasional” de su propuesta. Y un siglo y medio después de Bello, Emilio Alarcos retoma entera esta caracterización para contestar a la propuesta de “significado ocasional”, es decir, semántica, de Amado Alonso.

Debemos destacar, no obstante, que en un principio Bello considera el significado gramatical de estas formas, pero después, cuando considera la realidad lingüística de los relativos, realiza otros ajustes que interesa señalar.

Dice Bello que el relativo “que” es adjetivo. Nos preguntamos por qué, puesto que se sabe desde siempre que este relativo asume en la subordinada la función de sustantivo. Bello justifica su posición afirmando que decir “Las estrellas son otros tantos soles; estos brillan con luz propia”, es lo mismo que decir “Las estrellas son otros tantos soles que brillan con luz propia”.

Si que equivale a este y este es adjetivo, la consecuencia natural es que que sea adjetivo. Se sustantiva en la subordinada por su función sintáctica, igual que lo hace “estos”.

El asunto está en determinar, además, si lo que Bello explica desde un punto de vista sintáctico no posee una explicación semántica. En este aparece referencia anafórica. En que también. Entonces, ¿no será este el motivo por el que considera a estas formas adjetivas? La dependencia no es solamente sintáctica, sino semántica. O mejor dicho, la dependencia sintáctica es una consecuencia de la semántica.

Las observaciones de Bello van por dos caminos que se encuentran. Uno es la función sincrética de estas palabras, otro es su significación. Apunta Bello que el significado de los personales, es el de las personas gramaticales, variando algunos matices según los casos concretos de contexto. No observamos en esto mayor diferencia respecto de lo que diría Amado Alonso décadas después. ¿Retoma Amado Alonso conceptos de Bello sin asumirlo explícitamente? No creemos eso. Es más, respecto no del significado, sino de la función, Amado Alonso asume que “como dijo Bello”, los pronombres funcionan como otras categorías. Más bien creemos, entonces. que ambos investigadores se hacen cargo de posturas descriptivas que corren por la misma senda, por lo menos, y llegan a las mismas conclusiones desde distintas perspectivas. Bello describe desde la función y desde el sistema de la lengua. Setenta años antes que de Saussure, Bello entendía que, al hablar, nuestro “instinto” nos lleva a poner en funcionamiento estructuras de la lengua catalogadas por él de “maravillosas”. 4 Amado Alonso sigue otros caminos, pero las conclusiones, respecto de la clase de palabras que nos ocupa, son semejantes.


5. Amado Alonso
Uno de entre todos los significados

Para Amado Alonso las palabras son elementos del discurso, que a su vez está conformado por las oraciones. Es decir, describe los elementos lingüísticos no desde el sistema, sino desde el discurso. Amado Alonso concibe la oración como una unidad del habla, con sentido, y si las palabras se insertan como unidades de la oración en tanto unidad del discurso, también son unidades del habla. Por lo tanto, el significado que les confiere a estas palabras es referencial. Significación, dice, es el poder que tiene la palabra de apuntar hacia lo designado.5

Es en este entorno que se insertan los pronombres. Con una clara instauración en el discurso, como cualquier otra palabra, pues en esto no hay diferencias, y en virtud de esta instauración discursiva portadores de una significación referencial, es decir, entonces, esencialmente ocasional.

Las clases de sujeto no son clases de cosas. La clasificación se hace puramente atendiendo al acto de hablar, o sea por la situación de los participantes en el coloquio. Yo el que habla, a quien se dirige el que habla, él, ella, ello, el tiempo, la sencillez, siempre que el sujeto no sea ni yo ni . (vol.1)

De esta manera, desde el acto de la enunciación son descriptas estas formas lingüísticas que tienen por particularidad significar lo que no significan otras, puesto que su significado está directamente vinculado con el mismo acto del hablar.

La lengua tiene palabras especiales, llamadas pronombres personales, para significar estas personas gramaticales. La primera persona se llama yo, y en plural nosotros, nosotras. La segunda tú y en plural vosotros, vosotras. (vol .1)


Estas palabras significan personas gramaticales. Estaríamos, al parecer, dentro del plano del sistema de la lengua, puesto que se habla de significados gramaticales. Si significar es “apuntar a lo designado” y lo designado es una persona gramatical y no real, el significado del pronombre sigue perteneciendo a la lengua.

Yo significa primera persona, es decir, se opone a tú, que es segunda persona. Este es el significado lingüístico, el que Amado Alonso entiende como “abstracción”, como referencia a “conceptos generales”, que, en este caso, es gramatical. Pero luego, en el hablar concreto, ese yo y ese apuntan a un ser real. ¿Será ese, entonces el significado de “significado ocasional”? Si es así, el significado ocasional no es más que la designación de Coseriu, la instauración de ese significado lingüístico en el acto discursivo y la vinculación de cada palabra-pronombre con la realidad designada. Lo ocasional, entonces, como apuntó Emilio Alarcos en su Gramática de la lengua española de 1994, no es el significado, sino el objeto designado.

El asunto parece explicarse así, fácilmente casi, para los personales, y los de la llamada por Amado Alonso “familia de los personales”, es decir, posesivos y demostrativos. No sabemos si es tan sencillo resolver el misterio si sumamos a estos los relativos.

En el capítulo de los relativos e interrogativos Amado Alonso insiste en que tampoco poseen significación propia porque “en cada caso reproducen la significación de su antecedente”. Y cuando se pregunta qué tiene de común el relativo con los pronombres anteriores, se responde que todos designan su objeto indirectamente, sin nombrarlo.

Cuál sea el “objeto” realmente aludido se determina en cada ocasión por el acto mismo de hablar. Si dialogan Juan y Pedro, yo significa Juan cada vez que Juan es el que habla, y significa Pedro cada vez que Pedro habla. A esto se llama tener una significación esencialmente ocasional.
Los pronombres relativos tienen también una significación esencialmente ocasional. En cada ocasión significan lo que signifique su antecedente. (Pág. 97)

Ahora bien, ¿de dónde surge este concepto, al parecer etéreo, casi poético, de significación ocasional?

5. En búsqueda de explicaciones.

Aparentemente en Amado Alonso operan elementos “escondidos”, que fueron explicitados por la lingüística a partir de presupuestos filosóficos. Años después, estos conceptos se observan, entre muchos lingüistas, en Coseriu –cuyas ideas ya fueron expuestas en este trabajo en páginas anteriores- y están presentes en su distinción entre designación y significado. Pero sobre todo están presentes en las distinciones entre denotación y referencia que aparecen en modelos teóricos referenciales del significado.

Moreno Cabrera 6afirma que existe en lingüística una teoría referencial ingenua, que es claramente incorrecta. En ella se asume que la referencia está directamente vinculada a la cosa, al objeto extralingüístico. Esta teoría ingenua confunde denotación y referencia. ¿Cuál es la diferencia entre ambas?

Por denotación entiende este autor una relación constante entre el elemento lingüístico y un tipo de objeto o de entidad extralingüística. La referencia, en cambio, es una relación entre un objeto, individuo o entidad concretos del mundo extralingüístico, un elemento léxico y la denotación de ese elemento léxico. Mientras la denotación se relaciona con el objeto o entidad tipo, la referencia se relaciona con ejemplares de ese tipo; es, por lo tanto dependiente de cada situación lingüística determinada.

Ahora bien, ¿cuál de estos matices significativos es una propiedad del pronombre? ¿Hay en el pronombre una significación tipo, que le permita denotar? Y en ese caso, ¿hacia dónde o qué se dirige su denotación? La dificultad radica en cuántas especies diferentes están incluidas en esta clase de palabras. No es igual la posible denotación que se encuentre en un personal que en un indefinido.

Lyons 7 establece también distinción entre denotación y referencia. Mientras que la denotación de un lexema “pertenece al lexema independientemente de su uso en determinados casos de enunciación”, la referencia de una expresión “variará normalmente de uno a otro contexto de uso”. Entiende que existen tres grandes subclases de expresiones referenciales: los nombres, los sintagmas nominales de núcleo nominal, y los pronombres.

A diferencia de las dos primeras subclases, la subclase de los pronombres posee para Lyons una característica especial: está dotada de referencia gestual. La referencia gestual y la deixis descansan en la naturaleza misma de los pronombres.

"Cada acto de enunciación, cada acto locutivo, sucede en un contexto espaciotemporal cuyo centro o punto cero se puede designar como el aquí y ahora.
El contexto deíctico, por tanto se centra en torno al aquí y ahora del hablante. El pronombre de primera persona yo en español se refiere normalmente al propio hablante. Dado que la función de hablante, en términos más generales, la función de agente locutivo, pasa de una persona a otra en el curso de una conversación, el punto cero del contexto deíctico cambia de uno a otro interlocutor conjuntamente con la referencia del yo y el aquí."


De esta forma, yo y son deícticos puros. Pero él, ella, ello son deícticos impuros, puesto que se añaden elementos como masculino, femenino, neutro, que nada tienen que ver con la ubicación espacio-temporal del referente o su función en el acto locutivo.

Este autor distingue, además, entre deixis primaria y deixis secundaria. Mientras que la deixis primaria se explica en términos de referencia gestual, la secundaria supone el desplazamiento, que en algunos casos es metafórico, de los contextos deícticos primarios.

Estos conceptos de Lyons muestran claramente que las propiedades de los pronombres son entendidas en términos conectados con la situación de enunciación, de la que había surgido, años atrás, el concepto de significación ocasional, que por cierto, Amado Alonso rescata de las aserciones de un filósofo, Husserl.

6. Las ideas de Husserl

Suele atribuírsele a Husserl la responsabilidad de la expresión significación esencialmente ocasional, que Amado Alonso utiliza textualmente.

Partiendo de presupuestos fenomenológicos, Edmund Husserl8 considera que la significación no es algo desarraigado del sujeto hablante, sino que existe en virtud del acto comunicativo. Los conceptos se instauran en la ejecución del acto comunicativo y es a través de la intuición que se logra una comunicación eficaz.

Una expresión no es tal si no tiene una significación. Esta significación, por su parte, se construye con referencia al objeto, que puede existir o no, ser ficticio o imposible. El verdadero concepto de significación no supone confundirla con el objeto significado. Es decir, no es una teoría referencial “ingenua”. Al contrario, la expresión debe ejercer una función actualizadora del conocimiento; solo si la intención significativa se cumple con intuición, la representación conceptual adquiere claridad y se confirma como realmente ejecutable. El nuevo concepto de significación nace entonces de la consustanciación entre significación y lo que Husserl llama la intuición impletiva.

Otro aspecto es la condición que poseen las expresiones. Algunas “nombran” y “notifican” el mismo objeto. Otras “nombran” el objeto y el “contenido notificado” es distinto. Las primeras surgen independientemente del sujeto y de las circunstancias de la enunciación, y son llamadas objetivas.

Las segundas, en cambio, orientan su significación según las circunstancias y el sujeto de la enunciación. Su significación es actualizada según la ocasión. Es por eso que llama Husserl a estas expresiones esencialmente ocasionales.

Leer estas aserciones y leer las de Amado Alonso parece la misma cosa. Es Husserl quien habla a través de las palabras de Amado Alonso en la Gramática Castellana de Alonso y Henríquez Ureña. Compárense si no, estas afirmaciones de Husserl con las de Amado Alonso, citadas en segundo lugar:

Las mismas palabras Te deseo felicidad en las cuales doy ahora expresión a un deseo, pueden servir a otras muchísimas personas para dar expresión a deseos del mismo contenido. Más no solo los deseos mismos son de caso en caso diferentes sino también las significaciones de los enunciados optativos. Una vez hállase la persona A frente a la persona B; otra vez hállase la persona M frente a la persona N. Aunque A desee para B lo mismo que M para N, el sentido de la proposición optativa es manifiestamente distinto, puesto que incluye la representación de las personas enfrentadas. (Capítulo 2, pp.259 y SS. )

Las clases de sujeto del verbo se llaman primera, segunda y tercera persona, del singular y del plural: Yo; tú; el campo, la verdad, él, ella, ello; nosotros; vosotros; los campos, las verdades, ellos, ellas. Estas tres clases de sujetos, que con sus plurales hacen seis, no son clases de objetos: todo objeto puede ser alternativamente primera, segunda o tercera persona. Si es hombre o mujer, cuando habla es primera persona; si no lo es, cuando por ficción le atribuimos habla, como en las fábulas, si se le dirige la palabra, es segunda persona. Si es objeto o cosa de que se habla, es tercera persona. 9

Como consecuencia de estas precisiones que tienen que ver con el acto de la enunciación concluye Husserl, entonces, que toda expresión que contenga un pronombre personal carece de sentido objetivo.

Toda expresión que contenga un pronombre personal carece de sentido objetivo. La palabra yo nombra en cada caso una persona distinta y lo hace mediante una significación siempre nueva. Solo el discurso viviente y sus circunstancias intuitivas pueden dar a entender cuál sea en cada caso la significación de yo. (u.s.)

Es más, estas palabras escuchadas o leídas sin saber a quién van referidas surgen como “desposeídas de su significación normal”. Sabemos, solamente, que a través de esa palabra el que habla se designa a sí mismo. Pero la representación conceptual, el contenido semántico, no es la significación de la palabra yo. Esto Husserl lo comprueba porque yo es insustituible por cualquier otra expresión, como “el que habla y se designa a sí mismo”. La función significativa general de la palabra yo consiste en designar al que habla, pero el concepto con el cual expresamos esta función no es el concepto que inmediata y propiamente constituye su significado.

Husserl afirma entonces que a la significación de estas palabras pertenece no solo la representación del refererirse a sí mismo sino también el señalamiento hacia la representación directa de la persona que habla. Están, por lo tanto, superpuestas dos significaciones; una de ellas es la señalativa, direccional, que indica su objeto. Por eso esta significación es llamada por él indicativa. La segunda significación es la que “da a conocer su objeto” como lo mentado. Esta es la significación indicada.
Siguiendo estas perspectivas fenomenológicas, Husserl incluye según este comportamiento significativo doble y particular los pronombres personales, los posesivos, los demostrativos y los adverbios como aquí, allí, arriba, abajo, ahora, ayer, mañana, después..., palabras que al ser dichas se sustentan en el acto mismo del decir. Sus significados dependen de quién lo diga, cuándo, y a quién. Es la situación de enunciación la que les permite cobrar identidad.

La palabra esto aisladamente leída, carece también de propia significación, solo es comprendida en cuanto suscita el concepto de su función señalativa (la que llamamos significación indicativa de la palabra). Pero la significación plena y real solo puede desenvolverse -en todo caso de su función normal- sobre la base de la representación efectiva de aquello a que objetivamente se refiere. (279 y ss)

De esta suerte, mientras la palabra yo despierta directamente la representación particular del ser real que determina su aparición en el discurso, la palabra león actúa de diferente modo, puesto que en sí misma puede despertar la representación del león.

Si hilamos fino, podremos detectar en estas afirmaciones algo que ya hemos dicho; la significación ocasional es para Husserl la referencia, es decir, la instauración del señalamiento que supone esta clase de palabras en una situación discursiva particular que le sirve de apoyatura, y sin la cual sería imposible entenderlas. En efecto, sin esta situación discursiva no hay representación del objeto, por lo tanto no hay significación propia. Volveremos sobre esto más adelante, en ocasión de otros autores que retoman estas ideas.

7. Algunos conceptos de Pfänder

En la nota final del volumen del Primer Curso, Amado Alonso establece unas precisiones acerca de qué entiende por pronombres. Y en ella acerca algunas consideraciones sintáctico-semánticas que creemos oportuno mencionar.

Decimos que este o el mío, al referirse a un sustantivo anterior, no lo reemplazan. Y en esto los “adjetivos pronominales”(o, como hay que decir, diciendo mejor, los pronombres adjetivos) se comportan de igual modo que los demás adjetivos:
Toma tu libro; yo me quedo con el mío.
Toma el libro grande; yo me quedo con el pequeño.
Tanto mío como pequeño, míos como pequeños, no reemplazan al sustantivo anterior, libro o libros, sino que se refieren a ellos añadiéndoles una nota. (Pág. 220)

¿Qué significa, para Amado Alonso que “se refieren a ellos añadiéndoles una nota”? Para entender esto debemos ir a Pfänder. Aunque creemos que afecta en menor grado el estudio de los pronombres en general, para estudiar la función de algunos de ellos, los presupuestos de este filósofo nos resultan imprescindibles.

Efectivamente, en la gramática de Alonso y Henríquez Ureña se afirma que los sustantivos son las palabras por medio de las cuales se piensan los objetos como independientes, y que por medio de los adjetivos se piensan los objetos como dependientes. Ese es el motivo por el que el mío continúa siendo un adjetivo: en esta forma, se sigue pensando como dependiente el objeto, puesto que sigue existiendo referencia hacia el libro, mencionado en la oración anterior del mismo enunciado. Es una condición anafórica, textual, la del pronombre adjetivo mío

Pfänder10 realiza una clasificación de los conceptos según su modo de referirse al objeto. En virtud de esta referencia, habla de conceptos sustantivos, conceptos adyacentes como los adjetivos, adverbiales, de acción, y conceptos relacionantes.

Lo común y lo decisivo es que los conceptos sustantivos delimitan el objeto a que se refieren (bien sea dependiente o independiente) de un modo mentalmente pleno y los destacan por sí mismos; en una palabra, lo independizan o sustantivan mentalmente. [...]
Los conceptos adjetivos toman su objeto como dependiente y lo refieren a otros objetos a los que por sí no se refieren. (p. 196)

Dado que existe para Pfänder inadecuación entre lenguaje y pensamiento, los pensamientos poseen una libertad de elección respecto de las formas verbales. Podemos pensar y no decirlo, y un pensamiento puede ser expresado de distintas maneras en una misma lengua, e inclusive, más o menos exactamente, este mismo pensamiento puede expresarse en distintas lenguas.

Por otro lado, el pensamiento no existe, según este filósofo, si no establece referencia hacia su objeto, que puede ser material o inmaterial, como estados, propiedades de cosas, procesos, actividades, efectos, relaciones y circunstancias. Los conceptos diseñan los objetos, por lo cual existe una diferencia entre los objetos en sí mismos y los objetos conceptualizados.

No obstante, hay palabras que significan pero no se refieren a objetos: son las relacionantes. Y existen conceptos designativos, que ejercen directamente la función de designar su objeto. Se expresan en este, ese, aquel. Pueden hacerlo retrospectivamente: que, quien, cuyo, cual, pueden también anticiparse: aquel que... Pero lo cierto es que entre los conceptos designativos encontramos finalmente a los pronombres.

Resulta curioso que los pronombres personales y su peculiar manera de designar no aparezcan específicamente estudiados. Pero, de cualquier modo, volvemos a encontrar el concepto de referencia vinculado al del significado. No es casualidad, creemos. Este componente parece ser el único que poseen estas palabras vicarias que las vincule entre sí.


8. Reformulaciones de Emilio Alarcos

Hay en este autor dos etapas. Una, en los artículos publicados en Estudios de Gramática Funcional del Español, con ediciones desde 1974 en adelante. En estas ediciones de Gredos, Alarcos publica artículos que habían sido publicados en revistas de Lingüística desde 1940 en adelante. Aquí Alarcos sostiene que:

  1. Los pronombres son de naturaleza sincrética desde el punto de vista funcional
  1. Tienen un significado fijo, no ocasional. Significan las personas gramaticales. Decir esto no es decir nada nuevo; aunque parezca una crítica a Amado Alonso con su propuesta de caracterización semántica ocasional del pronombre, Alarcos simplemente retoma la propuesta de Andrés Bello.
  1. Se diferencian los pronombres de las categorías sustantivas, adjetivas o adverbiales con las que entran en sincretismo por su comportamiento sintáctico particular.
Entre todos los comportamientos pronominales, se destaca especialmente el del demostrativo. Asegura Alarcos que posee en su lexema el morfema de identificación que también posee el artículo. En este sentido se asemejan tanto personales, como demostrativos, como nombres propios. Alarcos asegura que se podrían incluir los tres en un grupo de unidades a las que propone llamarlas identificadoras, porque el objeto de su referencia no es clasificado por ellas, sino identificado. Por ese motivo se comporta sintácticamente diferente a cualquier otro adjetivo calificativo:

este libro el libro
*el este libro el libro este

Es decir, en el primer caso, este y el participan de la misma ubicación sintagmática. El hecho de que no puedan coexistir en esa ubicación es una comprobación para Alarcos de que morfológicamente, “este” conlleva el morfema de identificación del artículo. Siguiendo los postulados de Hjelmslev, entiende el morfema como un exponente de contenido. Es la mínima unidad de significado11 En tanto tal, es relevante considerar el significado morfológico que aporta el artículo al pronombre este: a los significados gramaticales de persona y de mostración de este pronombre, el artículo le suma el género y el número, más la identificación que realiza del sustantivo.

Respecto de su signo léxico, el demostrativo recubre para este autor el campo nocional de la deixis. Sus lexemas suponen “indicación de la situación del referido en el espacio o en el tiempo, bien reales, contextuales o mentales”. Los rasgos de contenido que diferencian esas tres formas léxicas de los demostrativos, este, ese, aquel, están vinculados a la deixis que poseen los personales y posesivos. Son los rasgos que distinguen primera persona, segunda persona, tercera persona, es decir, hablante, interlocutor, y todo lo demás. Asumiendo las mismas apreciaciones de Bello, Alarcos afirma que la tercera persona, por este motivo, no es en realidad una persona, y puede asumir los valores de los demostrativos. En realidad Alarcos sugiere que el personal de tercera persona es un archilexema que engloba, como especificaciones más concretas en el campo deíctico, a los demostrativos. Estuve con él, abarca Estuve con este, Estuve con ese, Estuve con aquel.

En su gramática del 94 Alarcos supera algunos obstáculos formales que él mismo se había impuesto. Treinta años más tarde, está en condiciones de darle a la semántica otro lugar en sus propuestas. En una concesión a los postulados amadoalonsianos inspirados enteramente en la fenomenología de Husserl, admite que el pronombre tiene un significado fijo que es gramatical y un significado ocasional, que es la referencia. No obstante, se observa una inversión entre lo que se entiende por denotación y lo que se entiende por referencia. Léase, si no, la cita:

La referencia a la realidad que hacen los personales de primera y de segunda persona es forzosamente única e inequívoca. No importa que de una situación a otra pueda variar la alusión y que, como suele decirse, la significación de los personales sea “ocasional”; el que habla puede ser Juan, o Pedro, o María, y el oyente Enrique, o Luisa o su hermana; pero en realidad, lo ocasional no es el significado, sino lo denotado en cada acto de habla.
[...]
El significado léxico de los sustantivos personales, a pesar de la variabilidad de su referencia según cada acto de habla, es siempre fijo y constante, como el que caracteriza a toda unidad lingüística: se reduce a significar cada una de las tres personas reconocibles en el coloquio. (Pág. 71)

Al parecer, existe una diferencia entre lo que Alarcos entiende por “referencia a la realidad” o “la referencia según cada acto de habla”, que es siempre fija y constante, porque es el significado, y “lo denotado en cada acto de habla”, que es lo ocasional y variable, porque será en cada caso el individuo o la entidad del mundo con el que esa forma lingüística elegida por el hablante se vincule.

Se verá que este no es el sentido otorgado a referencia y denotación que hemos venido manejando en este trabajo. Es exactamente el sentido contrario. Lo denotado para Alarcos no es la relación constante entre el elemento léxico y el tipo de objeto o de entidad lingüística, sino la relación con el objeto individual. Y la referencia es la relación constante con el tipo de objeto. De cualquier manera, existen dos elementos verificables y distinguibles entre los cuales se mueven estos signos lingüísticos. El tipo y la individuación. El significado fijo y el significado ocasional. El significado fijo es el gramatical, el que se vincula con los roles de hablante y oyente, y el significado ocasional es la vinculación a cada persona real o entidad del mundo concreta en cada acto de comunicación.

9. Los pronombres refieren, pero ¿hacia dónde, o hacia qué?

Hay algo en común entre personales, posesivos, demostrativos, relativos e indefinidos. Y ese algo es la significación ocasional, que, al parecer se basa en el componente referencial del concepto mismo de significado. La referencia, en realidad, es siempre ocasional. Por lo menos desde el punto de vista de los conceptos de referencia que citamos hasta ahora. Recordemos lo que explicaba Moreno Cabrera en su Curso de Lingüística General. En ese sentido, el pronombre no se diferencia de las demás categorías. Todas tienen referencia ocasional. El tema es que esta referencia es lo único que poseen los pronombres. En su significado no hay elementos léxico-descriptivos, como los de las otras categorías. Es esta la razón por la que Ana María Barrenechea los incluyó como categoría semántica, dentro de la clase de palabras no descriptivas y ocasionales.12

A pesar de ello, Alarcos asegura, como vimos, que tienen “lexemas” con significado fijo. Pero ¿qué tienen, en realidad de significado fijo? ¿Puede ser la denotación, esa relación constante entre el tipo y el signo?
Esta clase de palabras es la consecuencia de un acto simple de comunicación. En él se instauran dos. Como dice Bühler, hacen falta dos, no solo para casarse, sino para todo suceso social y acontecimiento verbal concreto. El yo y el tú instaurados en ese proceso realizan una señalación hacia los interlocutores. Bülher los llama, por esa razón, demostrativos. Encuentra, además, razones históricas en el indoeuropeo: los sufijos personales en el verbo, y los personales aislados se desprenden de los demostrativos de posición. Esa “multivocidad intersubjetiva” que poseen los convierte en elementos únicos e irremplazables para el acto comunicativo.

Benveniste agrega que la referencia es parte integrante de la enunciación. La lengua, en la enunciación, se halla empleada en relación con el mundo, y el discurso mismo posee el recurso formal de referir el locutor y su destinatario en “el consenso pragmático que hace de cada locutor un colocutor.”

El acto individual de apropiación de la lengua introduce al que habla en su habla. He aquí un dato constitutivo de la enunciación. La presencia del locutor en su enunciación hace que cada instancia de discurso constituya un centro de referencia interna. Esta situación se manifestará por un juego de formas específicas cuya función es poner al locutor en relación constante y necesaria con su enunciación."13

¿Cuál es el papel de los pronombres en este proceso de la enunciación? El de referir a los participantes del acto comunicativo. En cada acto de la palabra se instaura no solo el aquí y el ahora sino también el yo que se opone al . Además de esa denotación –primera o segunda persona del singular o del plural- está presente la referencia, que, por supuesto, en cada caso será diferente. Los seres reales que emprendan la responsabilidad de ese acto se verán representados por cada pronombre, que los designará especialmente.

Benveniste considera estas formas como “vacías”. Esa condición les permite remitir a cada alocutario de manera plena:

La importancia de su función se medirá por la naturaleza del problema que sirvan para resolver y que no es otro que el de la comunicación intersubjetiva. El lenguaje ha resuelto este problema creando un conjunto de signos "vacíos", no referenciales por relación a la "realidad", siempre disponibles, y que se vuelven "llenos" no bien un locutor los asume en cada instancia de su discurso. Desprovistos de referencia material, no pueden usarse mal; por no afirmar nada, no están sometidos a la condición de verdad y escapan a toda denegación. Su papel es ofrecer el instrumento de una conversión, que puede denominarse la conversión del lenguaje en discurso.14

Esta es una aserción falsa para Catherine Kerbrat-Orecchioni15. Esta lingüista señala que los pronombres no están “vacíos”, como aseguraba Benveniste. Los procesos de construcción del significado de un ítem léxico son para esta autora semasiológicos. Suponen procesos de codificación que se llevan a cabo gracias a la competencia léxica del hablante. En este proceso el hablante asocia un determinado significante al concepto abstracto que surge una vez percibido el objeto extralingüístico denotado. En el proceso de decodificación el receptor registra el significante al que asocia una serie de semas abstractos sobre los que identifica el referente apropiado.

El plano semántico es el mediador entre el plano de la expresión y el del referente extralingüístico. Hace posible el mecanismo referencial. En el proceso de codificación y en el de decodificación, el usuario pone en funcionamiento tres tipos de referencia, que Kerbrat-Orechioni llamará “referencia absoluta”, “referencia relativa al contexto lingüístico”, “referencia relativa a la situación de comunicación, o deíctica”. Explicaremos un poco qué entiende ella por esas tres referencias para poder llegar a su crítica de las palabras de Benveniste.

Hay referencia absoluta en tanto baste para nombrar a X tomar en consideración ese objeto X, sin el aporte de ninguna otra información: “Una mujer rubia”. Hay referencia relativa cuando al mismo objeto se lo puede denominar alternativamente: “hermana de, hija de, prima de...”, pero no depende, al menos directamente, de la situación de alocución. Por último, esa misma persona puede representarse con uno u otro de los pronombres personales; esto se logra tomando en cuenta los datos particulares de la situación de comunicación según el papel que desempeñe X en el proceso de alocución.

Por ejemplo: “Pedro vive en Lyon” es referencia absoluta. “Pedro vive al sur de París” es referencia cotextual. “Pedro vive aquí” es referencia deíctica.

Los deícticos son, por lo tanto, unidades lingüísticas cuyo funcionamiento semántico-referencial (selección en la codificación, interpretación en la decodificación) implica tomar en consideración algunos de los elementos constitutivos de la situación de comunicación, como el papel y la situación espacio-temporal de los interlocutores.

Kerbrat insiste en que lo que varía de una situación a otra no es el “sentido” de un pronombre, sino el referente. Por “sentido” entiende esta lingüista lo denotado por cada pronombre, lo que Alarcos llamaría el significado fijo; el pronombre yo brinda siempre la misma información, puesto que remite en cada instancia al sujeto de la enunciación. Es bien diferente en otros casos lo que los teóricos entienden por “sentido”.

Nosotros creemos que, por el contrario, al igual que otras formas lingüísticas los pronombres personales remiten a objetos extralingüísticos y no a su propia enunciación (como lo sugiere el término autorreferencia); y que las dos formulaciones siguientes, de las cuales la primera es una abreviación inadecuada de la segunda, única que nos parece correcta, no son equivalentes:
  • Los deícticos remiten a su propia instancia discursiva
  • Los deícticos remiten a objetos cuya naturaleza particular sólo se determina en el interior de la instancia particular del discurso que los contiene. (Pág. 54)

Hablar es significar, pero también “referirse a”. ·Esto supone para Kerbrat-Orechioni que damos información sobre objetos del mundo extralingüístico, para lo cual la lengua debe contar con un sistema codificado de localización. Este papel es cubierto por los deícticos, que localizan el objeto extralingüístico sin relacionarlo con unidades internas del discurso, sino relacionándolo con algo exterior como son los datos concretos de la situación de comunicación. “Las unidades deícticas están destinadas, pues, aún perteneciendo a la lengua, a convertir a esta en habla”.

María de los Ángeles Álvarez Martínez16 asegura que el pronombre fue estudiado desde su significación ocasional por muchas gramáticas, pero que, “como lo dicen E. Alarcos y J. A. Molina Redondo, se está confundiendo significado con referencia”. El significado del pronombre, según esta lingüista, es el más unívoco y fijo de todos los signos que componen la lengua. Sin embargo, “su sentido” se presenta incompleto sin la consideración de las circunstancias lingüísticas (contexto) o extralingüísticas (situación).

Ahora bien, ¿qué es sentido en este caso? De tan utilizada, esta palabra ha terminado por significar algo demasiado desleído. Supone por un lado una inserción en la situación comunicativa, que le confiere al acto de habla un entorno específico, que lo justifica. Supone por otro, el criterio amadoalonsiano de sentido, es decir, la intencionalidad, o, en términos pragmáticos, la fuerza ilocutiva de un enunciado. Hablar de sentido no es, en este caso, hablar de significado, sino de la inserción lingüística de un signo en una situación determinada de enunciación.

Pero el sentido es algo más. Lyons (1997)17 sugiere que el sentido de una expresión es el conjunto o red de relaciones que se mantienen entre dicha expresión y otra cualquiera de una misma lengua. Es el resultado de relaciones interléxicas o intraléxicas; es decir, de relaciones que se establecen entre una expresión léxica y una o más expresiones léxicas diferentes de la misma lengua. Esto diferencia el sentido de la denotación, que relaciona las expresiones con clases de objetos de la realidad.

Se trata, creemos, de un asunto de planos. El sentido (entendido así) y la denotación pertenecen al plano de la lengua. En tanto relaciones entre expresiones léxicas el primero, y relaciones entre esas expresiones léxicas con las clases de objetos, la segunda. Sin embargo, el nivel de ambos no es la enunciación. Están en un nivel previo a la situación de enunciado. La referencia, en cambio, entendida dentro de este contexto teórico, es la que se establece entre la expresión léxica y su objeto real. Por lo tanto existe únicamente si se la utiliza en una situación concreta de enunciación. En el nivel del enunciado.

En otras palabras, los pronombres no pueden desligarse absolutamente del contexto para significar. Poseen contenidos mínimos en cuanto al significado, dentro del plano de la lengua. Todo lo demás se lo aporta la situación de enunciación. Ella es esencial para que estas palabras encuentren su decodificación plena.

10. Algunas conclusiones.

Hemos visto que pretender unanimidad de criterios frente a la diversidad de las esencias pronominales es tarea titánica e imposible. Todo lo que se ha escrito sobre él no alcanza para contentar a un lector medianamente inquieto por resolver algunos de sus misterios.

Hemos visto también que estos misterios se acercan invariablemente a sus características semánticas, puesto que son ellas las que lo convierten en una categoría diferente, excepcional. No hay otra que posea la habilidad de entretener en el tiempo y en el espacio a tanto intento vano de descripción lingüística -si pretende ser completo y acabado-.

¿En qué consisten estas diferencias semánticas que lo individualizan? Intentemos resumirlas. En su inserción en el campo mostrativo, su posibilidad de referir a los interlocutores de un acto de enunciación. En tanto estos son personas reales, que cumplen roles en el acto de comunicación, y en tanto estos roles son intercambiables entre los participantes, los pronombres asumen protagonismo, puesto que son ellos los vehículos de este proceso de autorreferencia y correferencia.

Con estos antecedentes discursivos entender en qué consiste su significado supone además entender con qué concepto de significado es más afortunado trabajar. Y con cuál resultó más afortunado trabajar en el caso de los lingüistas y filósofos que se encargaron de él.

De todos los conceptos de significado, el que atiende a la referencia y la denotación fue el elegido por todos quienes se ocuparon del pronombre. Al parecer, las conclusiones son parejas, al fin y al cabo. Estas palabras son portadoras de una significación fija, que puede ser entendida por su denotación. Esta supone direccionalidad hacia los participantes del acto comunicativo en el caso de los personales, posesivos y demostrativos. En el caso de los relativos la denotación es más bien funcional y sintáctica, puesto que asumen roles funcionales diferentes en las subordinadas que encabezan; uno es posesivo -cuyo-, otro locativo -donde-, otro remite genéricamente a su antecedente de una manera más aséptica -que-, etc. Pero además de denotar, el pronombre posee una referencia distinta en cada acto de la enunciación, porque de eso se trata su naturaleza vicaria. Esta referencia es decodificada a partir de la deixis que estas formas establecen. Es así que el destino del pronombre resulta incierto, porque según la situación de enunciación pasa a “significar” Juan, Pedro o Diego. Pasa siempre a ser algo nuevo, distinto de lo que fue hace un segundo.

Esta es esencia que vincula estas formas con la situación de enunciación y las convierte en especies dependientes de cada acto comunicativo. Esta esencia es, en definitiva, la que nos ha provocado para detener nuestra atención en él y la que nos mantuvo alertas a lo largo de la elaboración de este trabajo. Porque todavía no se ha dicho, afortunadamente, la última palabra.



1 En Lenguaje, significado y contexto, página 38, y también en Semántica lingüística, p. 64

2 En Gramática, semántica y universales, pp. 133 y ss.

3 En Gramática Castellana. Parágrafo 229.

4 Parágrafo 676. Op. Cit.
5 Amado Alonso y P. Henríquez Ureña. Gramática castellana, Vol. 1.
6 Moreno Cabrera, tomo II, capítulo 10,
7 en Lenguaje, significado y contexto, página 228-229
8 Edmund Husserl. Investigaciones lógicas, Vol. 1. pp. 254-270
9 Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña. Gramática Castellana, volumen 1.
10 Pfänder, Alejandro. Lógica. Bs. As. Espasa-Calpe Argentina, 1940, 2ª ed.
11 Emilio Alarcos (1978, “Unités distinctives et unités distinctes” en La linguistique 14/2) entiende que existen cuatro articulaciones. Los monemas, unidades con significado y significante, los fonemas, unidades de función contrastiva, los morfemas, figuras de contenido con función distintiva, y la cuarta articulación la conforman los rasgos distintivos del significante. Los morfemas se entienden entonces, en este entorno teórico, como unidades de significado.
12 Barrenechea, Ana M. En Estudios de Gramática Estructural. Paidós, 1969. “El pronombre y su inclusión en un sistema de categorías semánticas”.
13 Benveniste, Emile. “El aparato formal de la enunciación”. En Principios de lingüística general.
14 La naturaleza de los pronombres. Op.cit.
15 Kerbrat –Orechioni, C. La enunciación. De la subjetividad en el lenguaje. Bs. As. Edicial S.A.
16 Álvarez Martínez, M. de los Ángeles. El pronombre. Pp. 13 y ss.

17 En Semántica Lingüística, Paidós, pp. 105 y ss.


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