Translate

jueves, 28 de julio de 2016

Investigación sobre leísmo en el Uruguay 4° parte















5. Algunas explicaciones sobre la naturaleza semántica de los verbos.

5.1.Acción afectadora.
En los verbos de acción afectadora, el resultado de la acción supone la modificación de una entidad ya existente con anterioridad a la acción. Esta entidad que termina siendo modificada es la que aparece referida con el pronombre le, y es un ser animado. En un enunciado como “Su lucidez le abandonaba, no atinando con las palabras”1, el verbo refiere a una acción que termina afectando al objeto directo que, bajo la forma le, es un ser animado. El sujeto, a pesar de ser sujeto de un verbo de acción, no es animado, pero adopta en los textos ciertas características animadas, en tanto es el responsable del acto.
Obsérvense los ejemplos, la lucidez le abandona, la cara (no la persona) le acecha, los frutos le alfombraban, su corazón le arrastra,… En una estricta representación de la realidad, son las personas quienes poseen lucidez, cara, corazón; y en estos enunciados, estas personas son las entidades reales poseídas por la lucidez (un estado de ánimo), la cara (una parte de su propio cuerpo), su corazón (también un órgano vital de su propio cuerpo). Se toma la parte por el todo, y se convierte esa entidad poseída, el real sujeto animado con voluntad propia, en una especie de sujeto animado sin voluntad propia, que es afectado por una acción realizada por su propio estado de ánimo, o una parte de su cuerpo. En estos casos le es el paciente, en tanto la entidad animada referida es afectada por una entidad que parece controlarla, aunque este sujeto controlador en cuestión esté oculto detrás de una figura de dicción: la parte por el todo. No se nombra, en este caso, a las personas responsables de afectar, en el caso de que las haya. Pero lo interesante de esta construcción es el efecto perlocutivo que se logra: una imagen de ajenidad del propio cuerpo. La persona afectada puede ser otra entidad, o puede ser la misma entidad, que es quien posee lucidez, corazón, (las personas se afectan a sí mismas, pero en las figuras de dicción elegidas son el otro, el afectado).
Hay otros verbos que también suponen acción afectadora, pero tienen sujetos animados y un objeto directo le, que también es paciente: Yo le ayudo, Ellos… le condujeron a su choza. En acciones afectadoras de este tipo, la resolución es menos compleja, en tanto no existe esa figura de ajenidad. El le parece surgir como consecuencia de la referencia masculina del objeto, explicación que ya es habitual en las gramáticas. Sería este un ejemplo del leísmo convencional, del tipo peninsular. Obsérvese que los autores de estas construcciones son Florencio Sánchez, E. Acevedo Díaz y José E. Rodó, todos ellos de finales del siglo XIX prinicipios del siglo XX. No se observan estas construcciones en la segunda mitad del siglo XX.

5.2. Verbos de acción, ilocutivos y de no acción, de estado perceptivo, afectivo, cognitivo.
La opción de le con verbos ilocutivos parece responder al mismo esquema de paciente, entidad afectada por el controlador. No podemos atenderle, Yo le apuré para que me dijera el secreto, … se les alienta a ejercitarse sobre los objetos externos, su conciencia no le acusa, … le aconsejaron limitarse a un certificado de defunción, entre otros. En todos ellos, el verbo refiere una acción realizada por una entidad que ejerce el control, aunque a veces no es todo lo animada que debería, como su conciencia. En este último caso, otra vez la parte por el todo, en aras de explicar un acto que la persona efectúa sobre sí misma.
Los verbos de estado perceptivo, en cambio, no son de acción. Por lo tanto, la entidad que funciona como sujeto no es agente. En los casos de estados afectivos como les amo, la forma le es recipiente del estado afectivo de un ser animado.
Sucede lo mismo con los estados cognitivos: Su novia, que le conocía bien,.., en los que el sujeto es un ser animado, y el le es un recipiente de lo percibido por la entidad animada que funciona como sujeto sintáctico de la oración.
En los casos de estados perceptivos, el sujeto sintáctico ni siquiera deberá ser una entidad, sino que puede ser una oración subordinada que resuma el hecho o el estado que provoca ese otro estado en la entidad animada: le amargaba y le asombraba que las suyas fueran manos que no tocaban.
Puede decirse, en un primer análisis de los ejemplos, que los sujetos sintácticos, sean de verbos de acción, o de verbos de no acción, pueden ser animados o no. No existe un parámetro común al respecto. No obstante, en todos los casos, la forma le es afectada, es recipiente o es paciente de lo expresado por la referencia verbal. Es a quien: a quien conocen, a quien abandonan, a quien afectan, a quien aman, a quien alfombran (en una perfecta personificación de sujeto y de objeto), a quien asombran. Es, por lo tanto, siempre y de cualquier forma, persona o ser animado afectado.

5.3. Otro aspecto de la “persona afectada”: Un cuento de Quiroga.
La lectura de estos fragmentos de un cuento de Horacio Quiroga escrito a principios del siglo XX puede resultar ejemplificadora para observar cómo se percibe el le en tanto portador de esa recepción o pasividad de lo referido por el verbo.
En él, un matrimonio está angustiado por la muerte cercana de su perro, animal que de tanto compartir la vida con ellos, se transformó en una especial compañía, a pesar de que el matrimonio vivía en un medio rural y la relación de los habitantes del medio rural con los perros no es tan estrecha como en las ciudades.
El narrador, adoptando una modalidad narrativa en la que se vincula con los sentimientos de los personajes y narra desde los afectos de ellos, muestra a través de los pronombres de objeto bajo la forma le los sentimientos que este matrimonio siente por el animal moribundo: un cariño tan especial que hace que ellos terminen dándole sepultura, a pesar de que en el medio rural no se entierre a los perros cuando mueren.
Obsérvese cómo, en los fragmentos citados, cuando el animal se percibe como animal, surge el objeto directo lo. En cambio, cuando tanto en las palabras del narrador como en las palabras de los personajes el animal es sentido como parte de su vida y receptor de sus afectos, surge le para referirlo. Es una curiosa muestra de cómo el pronombre le, también en el Uruguay, se utiliza para referir personas, y por lo tanto, existe pérdida de la diferenciación de caso.

Mucho le querían; y si a un perro así no se quiere, ¿a quién se va a tener cariño en este mundo?
(…)
Una mañana Emilio le llamó y no pudo levantarse. Hizo un esfuerzo, alzó la cabeza a todos lados, desorientada, y la dejó caer gimiendo. Lo llevaron en seguida a la cocina.
(…)
Aunque viéndole envejecer y acercarse a una muerte injusta para el noble amigo, estuvieron todo el día preocupados. Cuando de noche fueron a verle, estaba peor.
Se estremecía sin cesar, y no pudieron abrirle la boca. En cuclillas a su lado, le miraban sin apartar la vista, esperando verle morir de un momento a otro.
(…)
¿Para qué quererle así si al otro día habrían de tirarle en el monte, como a una cosa que no se quiere más?
-A los perros no se los debe enterrar. Son buenos, sí, uno los quiere, pero no enterrarlos.
(…)
Pero al fin sus miradas se encontraron y ella le miró con ojos suplicantes.
(…)
El cavó mientras ella le alumbraba. Colocáronle de costado, apisonaron cuidadosamente la tierra, y se volvieron en silencio, con los ojos llenos de lágrimas.
H. Quiroga. Almas Cándidas. Publicado en La Nación, Buenos Aires, año 111, N° 166, noviembre 2, 1905


5. Algunas explicaciones sobre la naturaleza semántica de los verbos.

5.1.Acción afectadora.
En los verbos de acción afectadora, el resultado de la acción supone la modificación de una entidad ya existente con anterioridad a la acción. Esta entidad que termina siendo modificada es la que aparece referida con el pronombre le, y es un ser animado. En un enunciado como “Su lucidez le abandonaba, no atinando con las palabras”1, el verbo refiere a una acción que termina afectando al objeto directo que, bajo la forma le, es un ser animado. El sujeto, a pesar de ser sujeto de un verbo de acción, no es animado, pero adopta en los textos ciertas características animadas, en tanto es el responsable del acto.
Obsérvense los ejemplos, la lucidez le abandona, la cara (no la persona) le acecha, los frutos le alfombraban, su corazón le arrastra,… En una estricta representación de la realidad, son las personas quienes poseen lucidez, cara, corazón; y en estos enunciados, estas personas son las entidades reales poseídas por la lucidez (un estado de ánimo), la cara (una parte de su propio cuerpo), su corazón (también un órgano vital de su propio cuerpo). Se toma la parte por el todo, y se convierte esa entidad poseída, el real sujeto animado con voluntad propia, en una especie de sujeto animado sin voluntad propia, que es afectado por una acción realizada por su propio estado de ánimo, o una parte de su cuerpo. En estos casos le es el paciente, en tanto la entidad animada referida es afectada por una entidad que parece controlarla, aunque este sujeto controlador en cuestión esté oculto detrás de una figura de dicción: la parte por el todo. No se nombra, en este caso, a las personas responsables de afectar, en el caso de que las haya. Pero lo interesante de esta construcción es el efecto perlocutivo que se logra: una imagen de ajenidad del propio cuerpo. La persona afectada puede ser otra entidad, o puede ser la misma entidad, que es quien posee lucidez, corazón, (las personas se afectan a sí mismas, pero en las figuras de dicción elegidas son el otro, el afectado).
Hay otros verbos que también suponen acción afectadora, pero tienen sujetos animados y un objeto directo le, que también es paciente: Yo le ayudo, Ellos… le condujeron a su choza. En acciones afectadoras de este tipo, la resolución es menos compleja, en tanto no existe esa figura de ajenidad. El le parece surgir como consecuencia de la referencia masculina del objeto, explicación que ya es habitual en las gramáticas. Sería este un ejemplo del leísmo convencional, del tipo peninsular. Obsérvese que los autores de estas construcciones son Florencio Sánchez, E. Acevedo Díaz y José E. Rodó, todos ellos de finales del siglo XIX prinicipios del siglo XX. No se observan estas construcciones en la segunda mitad del siglo XX.

5.2. Verbos de acción, ilocutivos y de no acción, de estado perceptivo, afectivo, cognitivo.
La opción de le con verbos ilocutivos parece responder al mismo esquema de paciente, entidad afectada por el controlador. No podemos atenderle, Yo le apuré para que me dijera el secreto, … se les alienta a ejercitarse sobre los objetos externos, su conciencia no le acusa, … le aconsejaron limitarse a un certificado de defunción, entre otros. En todos ellos, el verbo refiere una acción realizada por una entidad que ejerce el control, aunque a veces no es todo lo animada que debería, como su conciencia. En este último caso, otra vez la parte por el todo, en aras de explicar un acto que la persona efectúa sobre sí misma.
Los verbos de estado perceptivo, en cambio, no son de acción. Por lo tanto, la entidad que funciona como sujeto no es agente. En los casos de estados afectivos como les amo, la forma le es recipiente del estado afectivo de un ser animado.
Sucede lo mismo con los estados cognitivos: Su novia, que le conocía bien,.., en los que el sujeto es un ser animado, y el le es un recipiente de lo percibido por la entidad animada que funciona como sujeto sintáctico de la oración.
En los casos de estados perceptivos, el sujeto sintáctico ni siquiera deberá ser una entidad, sino que puede ser una oración subordinada que resuma el hecho o el estado que provoca ese otro estado en la entidad animada: le amargaba y le asombraba que las suyas fueran manos que no tocaban.
Puede decirse, en un primer análisis de los ejemplos, que los sujetos sintácticos, sean de verbos de acción, o de verbos de no acción, pueden ser animados o no. No existe un parámetro común al respecto. No obstante, en todos los casos, la forma le es afectada, es recipiente o es paciente de lo expresado por la referencia verbal. Es a quien: a quien conocen, a quien abandonan, a quien afectan, a quien aman, a quien alfombran (en una perfecta personificación de sujeto y de objeto), a quien asombran. Es, por lo tanto, siempre y de cualquier forma, persona o ser animado afectado.

5.3. Otro aspecto de la “persona afectada”: Un cuento de Quiroga.
La lectura de estos fragmentos de un cuento de Horacio Quiroga escrito a principios del siglo XX puede resultar ejemplificadora para observar cómo se percibe el le en tanto portador de esa recepción o pasividad de lo referido por el verbo.
En él, un matrimonio está angustiado por la muerte cercana de su perro, animal que de tanto compartir la vida con ellos, se transformó en una especial compañía, a pesar de que el matrimonio vivía en un medio rural y la relación de los habitantes del medio rural con los perros no es tan estrecha como en las ciudades.
El narrador, adoptando una modalidad narrativa en la que se vincula con los sentimientos de los personajes y narra desde los afectos de ellos, muestra a través de los pronombres de objeto bajo la forma le los sentimientos que este matrimonio siente por el animal moribundo: un cariño tan especial que hace que ellos terminen dándole sepultura, a pesar de que en el medio rural no se entierre a los perros cuando mueren.
Obsérvese cómo, en los fragmentos citados, cuando el animal se percibe como animal, surge el objeto directo lo. En cambio, cuando tanto en las palabras del narrador como en las palabras de los personajes el animal es sentido como parte de su vida y receptor de sus afectos, surge le para referirlo. Es una curiosa muestra de cómo el pronombre le, también en el Uruguay, se utiliza para referir personas, y por lo tanto, existe pérdida de la diferenciación de caso.

Mucho le querían; y si a un perro así no se quiere, ¿a quién se va a tener cariño en este mundo?
(…)
Una mañana Emilio le llamó y no pudo levantarse. Hizo un esfuerzo, alzó la cabeza a todos lados, desorientada, y la dejó caer gimiendo. Lo llevaron en seguida a la cocina.
(…)
Aunque viéndole envejecer y acercarse a una muerte injusta para el noble amigo, estuvieron todo el día preocupados. Cuando de noche fueron a verle, estaba peor.
Se estremecía sin cesar, y no pudieron abrirle la boca. En cuclillas a su lado, le miraban sin apartar la vista, esperando verle morir de un momento a otro.
(…)
¿Para qué quererle así si al otro día habrían de tirarle en el monte, como a una cosa que no se quiere más?
-A los perros no se los debe enterrar. Son buenos, sí, uno los quiere, pero no enterrarlos.
(…)
Pero al fin sus miradas se encontraron y ella le miró con ojos suplicantes.
(…)
El cavó mientras ella le alumbraba. Colocáronle de costado, apisonaron cuidadosamente la tierra, y se volvieron en silencio, con los ojos llenos de lágrimas.
H. Quiroga. Almas Cándidas. Publicado en La Nación, Buenos Aires, año 111, N° 166, noviembre 2, 1905




1 Ver, en este ejemplo y en los siguientes, el enunciado completo y su responsable, en el cuadro presentado. Están ordenadas alfabéticamente.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Si lo desas, puedes dejar un comentario.