La
enseñanza de Español, los programas y los docentes
Lic.
Prof. Carmen Lepre
A
modo de introducción
El
aprendizaje de una lengua vernácula comienza en la más tierna
infancia. El niño aprende a hablar en su entorno familiar,
escuchando a sus padres y familiares comunicarse e imitándolos.
Gestos, palabras y silencios son parte del intercambio lingüístico
oral, que es el que lo circunda. Asimismo, observa que ciertas
imágenes también provocan en los suyos intercambio de información
y capta con ello que hay otras formas de comunicación además de la
articulada oral.
En
estos días, no solamente la lengua la oral, sino la escrita forman
parte del entorno de cualquier niño. A ello se le suma la tecnología
(celulares, laptops, tabletas, computadoras, televisores), con la
cual se entretienen y se comunican, no solo por medios orales, sino
por medios escritos. Nuestros niños entienden que la comunicación a
distancia puede establecerse a través de la escritura en papel y a
través de todos estos medios tecnológicos que tienen a disposición.
Así, tanto la lengua oral como
la lengua escrita son entendidas por nuestros niños como sistemas
que deben ser aprendidos.
A
pesar de lo dicho, lo cierto es que al ingresar a la educación
formal el niño conoce cierta variedad de su propia lengua, la
coloquial que se utiliza en su entorno inmediato. Es seguro que
también puede interpretar símbolos icónicos que surgen frente a
sus ojos de manera regular, si vive en un entorno ciudadano. Si
además, en su familia hay costumbre de leer material impreso de
cualquier tipo, habrá podido interpretar que hay signos que deben
ser desentrañados para poder entender los contenidos que se
muestran. Será la escuela el lugar en el que aprenderá la variedad
estándar y la formal, para poder comunicarse con los demás, fuera
de su entorno. El aprendizaje de la lengua escrita, el aprender a
comprender un discurso hablado o escrito, el aprender a producir
discursos hablados o escritos de forma satisfactoria es el objetivo
de la enseñanza en el área de Lengua a partir de su ingreso en
Educación inicial a los tres años.
Aprender
lengua es el resultado de un sucesivo e incesante proceso de
incorporación y de apropiación de estrategias lingüísticas, en
las que habrá dos participantes: el docente, que deberá guiar al
aprendiz en su proceso, apoyándolo, aconsejándolo, estimulándolo,
entendiéndolo, y el alumno, protagonista del aprendizaje, que deberá
sentir que se siente apoyado en este proceso de apropiación de una
variedad que no conoce y que debe aprender a aceptar y valorar,
porque es la que le abrirá las puertas al mundo de los adultos, de
su profesión, de su trabajo.
El
trabajo del docente deberá ser personalizado, porque cada alumno es
diferente y es a partir de esas diferencias que los procesos de
aprendizaje se realizarán.
Avance
de los temas que se presentarán
En
el Uruguay, la enseñanza de la lengua vernácula nacional (el
español) ha tenido siempre los mismos objetivos: el dominio
satisfactorio de la lengua escrita y la lengua oral, que en los
programas de Lengua aparece adjetivado como correcto y apropiado.
Mucho connotan estas palabras,
porque una vez que el niño logre ese nivel de corrección y
propiedad, terminará por haber logrado el medio para ser respetado
entre sus pares en la sociedad.
Presentar
un plan de mejoramiento en el área de Lengua implica, asimismo, que
estas enseñanzas y estos aprendizajes no están funcionando como
deberían. Surgen demandas para explicar este hecho, que serán
presentadas una tras otra.
-
La primera demanda es saber por qué. Para contestar esta demanda se deberá no solamente describir cómo están funcionando las acciones pedagógicas en la actualidad, sino cómo vinieron funcionando hasta el presente. Esta mirada hacia el pasado permitirá contestar parte del por qué actual, en una inevitable comparación del antes y del ahora. En esta mirada, los programas, sus objetivos y sus fundamentaciones, están implicados fuertemente. Como contrapartida, se verá cómo se enseña Lengua en el Uruguay.
-
La segunda demanda es entender cómo enseñan lengua los docentes de cada nivel y entender los resultados. Se verán las pruebas, tanto las exteriores como las de PISA como las presentadas por los docentes en la clase de Lengua, se describirá en qué radican los mayores problemas de los estudiantes. Habrá para ello otra inevitable comparación: los demás países del globo, de los que se elegirán algunos. ¿Qué es lo que sucede alrededor? ¿Cómo se encara la enseñanza de la lengua y la literatura en los demás países del globo? ¿Hay diferencias entre el Norte y el Sur? Y otra gran pregunta: ¿Qué piensan nuestros docentes? ¿Cómo perciben a sus estudiantes y a sus propias prácticas? ¿Se tienen en cuenta las TIC para planificar las clases? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Tienen en cuenta los resultados de las pruebas para procesar nuevas y diferentes estrategias si sus alumnos no han mejorado?
-
La tercera demanda es buscar respuestas: cómo se podrán remediar los bajos resultados en los aprendizajes lingüísticos. Nuevamente, se presentarán las soluciones que otros países han encontrado y se presentarán posibles caminos que permitan al Uruguay avanzar en el logro de mejores resultados que los actuales. Se analizarán los programas actuales y se verá cómo los interpretan los docentes.
-
A la luz de todo esto, se verán cuáles son los perfiles de egreso de cada nivel, desde los tres años hasta los 17. Serán el punto de partida para la presentación de algunas estrategias que deberán ponerse en funcionamiento a los efectos de lograr mejoras, entre las que se incluyen actualizaciones programáticas.
-
Se presentarán alternativas didácticas, modelos de enseñanza y de aprendizaje, que permitan al docente revertir este estancamiento. La atención a las TIC estará incluida en ellas.
-
Se integrarán aspectos concernientes al sistema educativo en general, que deberá apoyar las mejoras proporcionando infraestructura.
-
Se realizarán unos comentarios sobre las estrategias implementadas para apoyar al alumno de frontera, que posee otra lengua vernácula, variedades del portugués que son llamadas por los lingüistas dialectos portugueses del Uruguay (DPU), porque son varias las variedades que se hablan en la frontera con el Brasil.
-
Se hablará de la realidad de la formación actual del docente y de cómo debería encararse en el futuro, ya que la preparación y la jerarquización del docente es otro de los factores esenciales a tener en cuenta, para que los aprendizajes de los alumnos se vean beneficiados.
Primera
demanda
La
enseñanza de la lengua vernácula en el Uruguay
Si bien la enseñanza de la
lengua vernácula tiene como una actividad fuerte la observación de
su gramática, la razón de esta observación radica en que conocer
el sistema de la lengua, entenderlo, permite al alumno usarlo de
forma consciente. Este uso consciente de la organización interna de
su propia lengua, llevará al aprendiz a poder “expresarse
oralmente y por escrito con corrección”.
En todos nuestros programas del
siglo XX este fue el primer objetivo de los programas de Lengua
española. En su esencia, los especialistas que los redactaron
aspiran a que el estudiante, habiendo conocido cómo está organizada
su propia lengua, pueda hacer uso de ella cuando se comunica con el
otro. En otras palabras, se les enseñan contenidos para lograr
competencias.
Antecedentes en la visión y
perspectiva de programas anteriores
A. En Educación Primaria
En Educación Primaria los
programas de 1986 reformulan los de 1957 y 1979. Priorizan los
objetivos son lograr que el alumno se exprese oralmente y por escrito
con corrección. En este sentido, no se diferencian demasiado de los
de Educación Secundaria ni de los de la Universidad del Trabajo.
Solicitan el trabajo con la expresión oral, la lectura, la
escritura, la ortografía, el vocabulario, y la gramática. El modelo
teório que sustenta los temas de gramática en este programa es el
de la Real Academia Española, en tanto desde la institución se
preconiza la lengua estándar para todos los hablantes de español, y
ese es el modelo con el que, desde Uruguay, se pretende aculturar.
El programa de 2008 presenta el
trabajo en Lengua a través de varios ejes convergentes. La lectura,
la escritura como actividades y competencias; la lengua escrita y la
lengua oral a través de tres géneros discursivos: textos que
narran, textos que persuaden y textos que explican. El afán es
lograr que los niños sean buenos productores e interpretadores de
los tres géneros básicos con los que operarán en su vida adulta.
Persuadir, narrar y explicar son actividades comunes en la
interacción tanto escrita como oral de una comunidad lingüística.
Los modelos teóricos desde donde se busca que el niño reflexione
sus prácticas de lengua son actuales, y serios y reflexivos, atentos
al enunciador y no a la práctica “correcta” con todos los
riesgos que ello implica.
B.
En Educación Secundaria
Los
primeros programas con los que cuenta Secundaria datan del tiempo en
que todavía pertenecía a la Universidad.
En
1906 el curso se denomina Gramática
Castellana.
Se
recomienda “fijar los hábitos adquiridos en la escuela Primaria”
a
través del trabajo con los temas que presenta el Compendio de la
Gramática
de la Real Academia Española. A
pesar de este sustrato académico, que se acerca a lo normativo y se
puede sentir alejado de lo descriptivo, hay una pregunta que el
programa hace al docente, y este tendría que formulársela siempre
en momentos previos a la preparación de sus clases: “¿agrega
algo el conocimiento de la regla al hábito de hablar y escribir?”
La
razón es clara: al entender como objetivo del curso de Lengua la
enseñanza de la lengua escrita (enseñar a leer y escribir), la
gramática surge como un vehículo más al que debe acudir el docente
para estas enseñanzas. No debe destinarse el curso de Lengua
únicamente al aprendizaje y análisis de asuntos gramaticales;
además,
las descripciones lingüísticas que se realicen en clase tendrán el
objetivo de mostrar al alumno las regularidades de la lengua
productivas, no las accesorias.
De
esta forma, la gramática ingresa a la enseñanza de la lengua como
la propuesta de reflexión que llevará al alumno a razonar sobre los
aspectos constantes de la lengua, que servirán como modelo para
aprender a escribir, a producir. Esta concepción se refuerza en el
curso de segundo año, en el que se recomienda seguir “combinando
con ejercicios prácticos (redacción, análisis, etc.) la enseñanza
teórica”.
En
1912 el curso se denomina Idioma castellano;
hay un avance en la concepción de la enseñanza de la lengua, que se
percibe ya en el nombre de la asignatura: no
se trata solamente de aprender gramática, sino de aprender a usar
una variedad de lengua que le permita al alumno comunicarse con el
otro de una forma no meramente coloquial. Por ese motivo, la
pregunta inicial que se lee en el programa es ¿De qué consta el
lenguaje castellano? La
contestación a esta pregunta está en el programa mismo, que
presenta una serie de recomendaciones para observarlo
descriptivamente. Y
nuevamente, surge otra pregunta: ¿Por qué para hablar
debemos construir combinaciones?
Estas
preguntas no son inocentes; al contrario, se resume en ellas toda una
concepción pragmática de
la enseñanza de la lengua. Para
construir mensajes en una lengua en especial, es necesario convertir
en consciente su estructura y su funcionamiento. El usuario debe
conocer la lengua para poder usarla. Si
entiende el por qué la
lengua es de determinada forma,
podrá dar cabida al cómo, es
decir, a cómo usarla.
En
las clases, debe darse
preferencia “á la
finalidad que propenden estos estudios”,
esto es, “á que se
hable y escriba con plausible corrección”. El
docente tendrá, entonces, que adecuar sus enseñanzas a los
objetivos. Los ejercicios y las actividades tendrán que orientarse
hacia esa finalidad mayor. El curso de Idioma
castellano
no es, no debe ser, un curso en el que se dicten solamente
contenidos. Tendrá que ser un curso en el que, como en un
laboratorio, se muestre descriptivamente la lengua para que el
estudiante pueda comunicarse de forma eficaz y satisfactoria, tanto
por escrito como oralmente.
De
clara inspiración pragmática, el programa de 1912 es aún
actual.
Ningún lingüista del siglo XXI podría negarlo. Sin
embargo, los programas posteriores caminan hacia
aspectos normativos, porque el alumno debe aprender la variedad
“correcta”. Es por ese motivo que se centran, nuevamente, en los
modelos de la Academia, que proyecta la variedad estándar.
Los
aspectos descriptivos de la lengua se organizan en el trabajo con
modelos de texto, elegidos cuidadosamente -según
se recomienda en todos- y el trabajo con la gramática. La
gramática sigue integrando el programa como un apoyo para lograr el
fin central. En todos los programas surge la recomendación: idioma
antes que gramática, que es la que se observa en el programa del
37, año en el cual la asignatura pasa a llamarse ya definitivamente
Idioma Español. Desde 1941 en adelante, los programas cuentan
con temario gramatical, pero sostienen como objetivo la máxima
idioma antes que gramática,
en una suerte de contradicción. ¿Por qué hay unidades de gramática
si lo que se busca es que aprendan a leer y escribir de forma
convencional y aceptable? Las
fundamentaciones y aclaraciones metodológicas pueden aportar cierta
luz a esta aparente contradicción, pero no siempre el
docente, al leer el programa, pone su interés en las
fundamentaciones, porque su interés y preocupación central está en
el punteo de unidades que tendrá que dictar.
Hasta
1986 prima la gramática académica, con recomendaciones de utilizar
el texto explicado como ejemplario. En el 86, se inauguran
extensas y serias recomendaciones metodológicas que servirán de
apoyo al docente para encarar la enseñanza de la lengua.
En
1993 el programa surge de un consenso entre los profesores de la
asignatura. Se incorporan nuevos modelos lingüísticos que,
metodológicamente, particionan aspectos de la lengua para esudiarlos
mejor. Surgen en los programas una serie de propuestas que proponen
estudiar la oralidad y escritura, las variedades lingüísticas, las
funciones del lenguaje, tal vez en la búsqueda de un encuentro con
la diversidad, del acercamiento de los estudiantes a una visión
crítica de sus propios productos escritos y orales.
Se
incorporan también modelos de tipologización de los textos, en el
afán de que los docentes trabajen de forma más profunda los
contenidos de los textos atendiendo a su tipo. No es lo mismo
estructurar la información en una narración que en una explicación.
El vocabulario difiere, las formas temporales y los modos y tiempos
del verbo son otros, y de esta forma se pensó que se podría asociar
en mejor forma los contenidos y la forma en la clase de lengua.
Fueron
tiempos de renovación teórica, de grandes búsquedas, sobre todo
promovidas desde la Facutlad de Humanidades y Ciencias de la
Educación. Pero la inserción de estos temas en los programas trajo
confusión en los docentes, porque no los dominaban, y porque
entendieron que debían ser trabajados desde lo teórico; tampoco los
programas se esmeraron en explicar cómo trabajarlos. Se los presentó
desde los contenidos y los docentes interpretaron que deberían
trabajarlos como contenidos, confiando que esos contenidos
permitirían el traslado al uso de cierta forma mágica. En
la mayoría de los casos, permanecieron
como contenidos a enseñar, y terminaron confundiendo más al
estudiante que ayudándolo a resolver su escritura sin insertar
aspectos de su
lengua oral coloquial en
ella.
En
1996 se continúa por ese rumbo, pero en el programa se insiste mucho
más en el texto y en su comprensión y en la producción de otros
textos, que en la gramática oracional, a pesar de que no deja de
estar presente. Se puede decir que a partir de ese momento, con el
modelo lingüístico comunicacional que llega desde Estados Unidos,
en la enseñanza de las lenguas en general y de la lengua española
en nuestro país se percibe una cierta depreciación de los asuntos
gramaticales. Se los siente como excesivamente desprendidos de los
usos, y se predica más sobre el uso que sobre el sistema, en un
convencimiento de que sin la observación del sistema que lo
sustenta, aún el uso puede subsistir y hasta mejorar.
Con
el Plan Piloto de 1996 surge algo esperado por muchos docentes de
Idioma Español: la presencia de cursos de Lengua en Bachillerato.
Los estudiantes de cualquier opción tenían cursos de Lengua,
enfocados a la lectura y a la producción. Lamentablemente, por
asuntos conflictivos relativos a la forma en que fue instrumentado
este plan, este lugar indispensable para la enseñanza de la Lengua
en Bachillerato se perdió con la reformulación 2006.
En
el año 2006 se vuelve a
preparar, siguiendo
la ley del péndulo, pero intentando conciliar lo conciliable, un
programa en el que se recomienda partir de cualquier tipo de texto o
género discursivo como
modelo, intentando observar determinados asuntos gramaticales que
llevarán al alumno a lograr mejorar en sus prácticas del lenguaje.
La
razón es simple: en la clase de Lengua no debe mostrarse el texto
para
enseñar gramática, sino que el texto se presenta como el centro de
discusión de aspectos lingüísticos que trasmiten los contenidos.
El curso de Lengua es procesual, y los textos todos poseen
estructuras que pueden ser mostradas como modelos de distintos temas
observables en el curso. El profesor puede volver -avanzado su curso-
sobre determinados textos en los que hay estructuras morfosintácticas
válidas para comunicar determinados contenidos y que no fueron
mostrados antes, porque el objetivo era otro. No es necesario agotar
el texto en una primera observación de sus componentes.
A
la luz de las nuevas teorías lingüísticas, y de modelos
pedagógicos más personalizados, se puede volver a una mejor
enseñanza de la lengua, atendiendo más al alumno y a sus logros y
mejoras que a los contenidos presentados en los programas, que
también son necesarios, pero como una guía para el docente. Una
actualización de los programas se hace necesaria, por lo tanto, en
los que las recomendaciones partan de la atención al alumno y su
realidad, la consideración de la sociedad en la que deberá
insertarse. Deberán presentarse atendiendo a esta realidad los
perfiles de egreso, es decir, qué alumno esperamos que egrese, para
que el profesor pueda trabajar en sus clases. Nuestra enseñanza es
contenidista, a pesar de que los programas presentan como objetivos
las competencias sobre lectura y escritura.
C.
En la Universidad del Trabajo
La
Universidad del Trabajo, como lugar para la Educación Media sumada a
un oficio, surge en 1942. Los programas de Lengua coincidían en los
puntos esenciales con los de Secundaria, pero se tenía en cuenta el
contexto del estudiantado y su realidad. Estaba claro que lo
primordial en la institución era la preparación para un oficio. En
la actualidad, los programas de Idioma Español siguen pautas más
cercanas a lo textual, al dominio en la lectura y en la escritura, y
no hacen énfasis en los aspectos gramaticales que los acompañan. A
diferencia de Secundaria, en la que la asignatura finaliza en tercer
año del Ciclo Básico, en la UTU hay cursos de Análisis
y producción de textos para los estudiantes de Bachillerato.
Se trata de un logro importante, que les permite a los estudiantes
continuar trabajando en niveles de producción en una variedad
estándar y formal, que acompañará su opción laboral.
Observaciones
generales sobre los programas de tres ámbitos en los que se enseña
Lengua
En
general, si bien los programas presentan punteos sobre las temáticas
a abordar, si bien esas temáticas se sugiere que sean integradas a
los contenidos de lectura y de escritura, no existen sugerencias
explícitas de cómo hacerlo, de cómo abordar esos temas de
lingüística y gramática de forma integrada. Por esa razón, el
docente desarticula y enseña por un lado lectura, escritura,
comprensión, y por otro la gramática.
Es
necesario, entonces, cambiar la presentación de los programas, para
que el docente entienda
que la gramática un paso
obligado en la apropiación
que los estudiantes deberán hacer de las regularidades de la lengua,
para poder escribir y leer cada vez mejor. En
síntesis, que no debe aislarse como un tema aparte, desvinculado de
toda otra actividad interesante, lúdica, motivacional de la clase.
Es parte activa de la clase de lengua, en cualquier nivel en el que
se esté. Pero el programa debe ser articulado de tal forma que lo
presente vinculado.
En
ese sentido, los programas 2008 de Primaria presentan una mayor
integración de los aspectos textuales y los lingüísticos, porque
le enseñan al docente qué elementos lingüístico-gramaticales
deben ponerse en funcionamiento para la elaboración de narraciones,
argumentaciones y explicaciones. Aunque
ahora, a la distancia, es un hecho que debería haberse explicitado
mucho más la puesta en práctica de estas vinculaciones, porque
según los maestros encuestados, los docentes en primaria siguen sin
darse cuenta de cómo vincular estos aspectos.
La
pregunta del programa de 1912 resulta, por ese motivo, extremadamente
actual: ¿Por qué para hablar debemos construir
combinaciones? El alumno debe entender los porqués, y al hacerlo
tendrá que haberse introducido en las mismas entrañas de los
procesos de generación de los mensajes; con respuestas que obtenga
(descubiertas por sí mismos o guiados por el docente) se habrá dado
cuenta de que la gramática que aprende en la clase de español, sea
del modelo teórico que sea, está al servicio de poder hablar y
escribir en una lengua estándar, que le permita vincularse con el
otro de forma satisfactoria. No deberíamos aislar la gramática del
texto que ella soporta, porque al hacerlo la estamos desnudando
frente al alumno y no termina de entender para qué se le explica el
complemento directo o el sujeto. El trabajo con la selección léxica,
que propende la Nueva Gramática de la RAE, es un buen camino
para guiarlos. El hacerlo reflexionar sobre por qué se dice esto y
no esto otro, por qué tal construcción se presenta de esta forma y
no de esta otra, por qué determinados verbos aceptan solamente un
tipo de sujeto y un tipo de complemento, los vuelve a lo léxico, a
lo semántico, a los contenidos y a sus formas (a sus materiales
como los nombraba el programa de 1912), que son los que deberá
plasmar en sus propios textos.
Segunda
demanda
Qué
se enseña en una clase de Lengua
El
texto producido por escritores es el punto de partida en la clase de
Lengua, tanto en Primaria como en Educación Media, con el fin de que
sirva de modelo para que el alumno sea capaz de producir, a su vez.
A.
En Primaria el trabajo con Lengua se realiza a partir de un texto. Se
trabajan contenidos de ese texto, a partir de preguntas que pueden
ser escritas u orales. El alumno deberá reconocer la información
que se brinda. Con el fin de poder cumplir con aspectos de contenido
que el programa solicita, el maestro apunta a actividades que
permitan trabajar con ellos. Explica, pregunta, muestra.
En
tanto Lengua es entendida como transversal, también el maestro
espera poder trabajar con Lengua en otras áreas. Lo cierto, según
manifestaciones de los maestros encuestados, es que los maestros, con
el afán de cumplir con la mayor cantidad de los temas solicitados
por el programa escolar, planifican el trabajo con Lengua en la
medida en que trabajan las demás áreas, y no permite que las
reflexiones básicas sobre los asuntos lingüísticos tengan el
espacio propio, que deberían tener, aunque sea compartido. Los
tiempos en la jornada de Primaria son muy demandantes.
Los
niños también leen novelas y cuentos, tienen rincones de lectura en
sus salones de clase y pasan algún tiempo de la jornada semanal
leyendo en la escuela, además de en sus casas.
B.
En Educación Media lo que pasa entre cada uno de los dos textos, el
de entrada y el de salida, es la observación de los contenidos, a
través de las preguntas que realiza el docente; el estudio del
vocabulario, de las figuras de dicción. Por lo general, en el
noventa y nueve por ciento de los casos, el docente toma del texto
ejemplos y trabaja temas de gramática solicitados por le programa.
Realiza ejercicios de aplicación y de reconocimiento y luego
solicita a los estudiantes una prueba de aplicación de lo observado
que consta en la presentación de un nuevo texto, con preguntas
básicas de comprensión, y ejercicios de reconocimiento de los temas
gramaticales observados. En el mejor de los casos se les solicita
luego una producción de algún texto nuevo que puede ser la
solicitud de que el estudiante ponga fin al texto presentado, o un
resumen de ese texto, o la producción de un texto nuevo.
Muchos
profesores trabajan también con bibliotecas de aula, organizando
préstamos domiciliarios de novelas y cuentos juveniles para sus
alumnos.
Observaciones
analíticas de una ex-Inspectora1
de la asignatura sobre el trabajo en la clase de Lengua
Las
clases de Lengua son entendidas como trabajos a través de dos
grandes polos, que no siempre se conectan. El de la explicación de
textos, y el de la gramática. El docente realiza estas dos tareas de
manera constante y dándole a cada eje de contenidos un espacio
similar. En sus evaluaciones aparecen también estos dos contenidos
axiales. Pero lo hace sin que se presente ni en sus prácticas, ni en
sus observaciones en clase, ni en sus evaluaciones, una conexión
elemental entre ellos. No solo los programas presentan lectura,
escritura y gramática sin aportar suficientes metodologías para ser
puestos en práctica de una manera holística, sino que también los
manuales de Lengua, tanto los de Primaria como los de Educación
media, muestran por un lado las lecturas motivadoras, por otro los
temas de gramática, y por otro los ejercicios de gramática, de
producción, de comprensión, de ortografía. No es común que en
estos manuales aparezcan observaciones sobre por qué en los textos
aparece la información presentada de esa forma y no de otra. Se
busca que el estudiante aprenda a leer entendiendo lo que se le dice
en los textos escritos. Al respecto, estos textos son en su gran
mayoría literarios, en el entendido de que es en ellos en los que la
lengua logra su mayor esplendor y complejidad. Son una excepción
algunos manuales de la década del 30 y del 40 y manuales posteriores
a 1970, con programas que propenden el trabajo en variados géneros
discursivos.
Los
docentes en sus clases, de la misma forma que se observa esta
segmentación y separación de la comprensión y de la gramática,
realizan una segmentación similar en las clases. Es común escuchar
en las clases la invitación del docente a trabajar la gramática
luego de haber explicado una lectura “Y ahora, la gramática”. De
esta forma, la gramática surge como una especie de castigo para el
estudiante, que debe “sufrirla” a través de análisis en el
pizarrón y en sus cuadernos, porque luego también será evaluado,
en su capacidad para comprenderla, a través de propuestas que le
solicitarán realizar análisis similares en su hoja de escrito, o en
su cuaderno.
Se
trata de evaluaciones que buscan el simple reconocimiento de
funciones internas a la palabra o internas a la oración, sin
promover en el estudiante la búsqueda de porqués, de
cuestionamientos sobre cómo es posible que la lengua funcione de
esta forma y no de otra.
Solamente
este tipo de cuestionamientos serán los que conviertan al alumno en
una persona capaz de madurar su espíritu crítico durante el resto
de su vida, solamente invitando al alumno a cuestionarse sobre su
propia lengua habrá el docente abierto esa válvula de la
creatividad, de los procesos cognitivos de asociación, de contraste,
de conexión de razonamientos, de elaboración de conclusiones
coherentes. Si se le enseña al estudiante a repetir, simplemente a
repetir y reconocer, el estudiante no habrá entendido el para qué
de la gramática en la clase de Lengua y la asumirá como un
“castigo” más.
Sin
embargo, hay otra forma de enseñarla y de aprenderla. Esa modalidad
de enseñanza no solo está inspirada en varios modelos lingüísticos
que se promueven desde Estados Unidos y Europa desde 1970 en adelante
-y han adquirido cada vez más vigencia-, sino que es la que subyace
en algunos programas de Lengua en nuestro país desde los primeros
del siglo XX2;
lamentablemente, no han sido puestas en práctica en las clases, por
razones que tienen que ver con la interpretación de sus contenidos,
o porque los docentes no han visto suficientes modelos de estas
prácticas puestas en acción.
En
un curso de lengua hay un constante balanceo entre los modelos de
texto que se le presentan al alumno para comenzar a trabajar la
lengua, para que aprenda a comprender los contenidos de un escrito,
para que observe cómo se dicen esos contenidos, qué forma adoptan,
y a partir de esas observaciones se puedan establecer ciertas
constantes que son las que lo acercan a lo sistemático, a la
gramática de la lengua. Una vez entendidas las razones de cómo se
dijeron los contenidos en ese texto, se podrán establecer constantes
para poder luego usarlas en sus propios productos lingüísticos. De
esta forma, el proceso es en espiral. Se comienza con el texto, se va
hacia las formas lingüísticas que lo constituyen y se reflexiona
sobre ellas, se observan los efectos que el uso de esas formas traen
al lector de ese texto y luego se proponen ejercicios de producción
para que el estudiante pueda hacer uso de algunas de las constantes
observadas.
La
lengua es a la vez expresión y contenido, forma y sustancia, sistema
y realización, y los textos están construidos para comunicar
contenidos usando formas. Esa es la razón por la que
se trabaja con textos en la clase de Lengua. De la observación de
aspectos lingüísticos del texto se pasa a reflexionar sobre
determinadas constantes (¿Por qué el narrador dice esto de esta
forma y no de otra? ¿Por qué elige estas palabras y este orden
sintáctico y no otro? ¿A través de qué formas lingüísticas se
presenta el tema? ¿Por qué elige esas y no otras?). Este es el
lugar de la gramática en la clase de lengua: el de la contestación
de esos porqués. Luego de observar las constantes, luego de observar
y cuestionarse la gramática presente en el texto, se puede volver al
texto y leerlo de una forma enriquecida. El alumno ya estará en
condiciones de escribir con mayor propiedad, siempre que se presenten
propuestas inteligentes en las clases en las que -una vez evaluada su
eficacia en los propios textos observados- se les pida que escriban o
hablen usando determinadas formas (sintagmas complejos, oraciones
subordinadas, nexos de algún tipo más formal). Cada vez se avanzará
más en ese proceso, que deberá ser gradual, con retroalimentaciones
permanentes, y con respeto a la distintas formas de aprender de cada
alumno.
Inclusive,
la presencia de temas de la lingüística como oralidad, escritura y
sus diferencias sintácticas, los actos de habla, las funciones del
lenguaje, las variedades lingüísticas, son trabajados en las clases
de forma teórica y aislados de la práctica.
Al
contrario de lo que se ha interpretado, la presencia de estos temas
en los programas apuntaba y apunta a que el docente muestre al alumno
-
que existen variedades del lenguaje que, si una de ellas es utilizada en su espacio o contexto, son perfectamente “correctas”,
-
que la variedad estándar es la que suele usarse en la comunidad lingüística para poder comunicarse con los demás fuera de su grupo social.
Por
lo tanto, a pesar de que la variedad que es frecuente en el grupo
social que los alumnos integran es válida cuando se comunican entre
ellos, las formas de la lengua elegidas por cada quien deben,
adecuarse a la situación comunicativa, al entorno y al interlocutor.
No
es necesario, para eso, agotar teóricamente los aspectos de la
oralidad. Alcanza con mostrar a través de ejemplos que no es lo
mismo hablar que escribir, que la elección de palabras y expresiones
realizada en la lengua escrita no es la misma que la de la lengua
oral, que según lo que quieran comunicar, hay expresiones más
adecuadas a una situación que a otra. Todo deriva, en definitiva, en
la necesidad de adecuación de nuestros discursos.
Enseñar
lengua no es “más de lo mismo”
Puede
escucharse en ciertos ámbitos cultos que la enseñanza de la lengua
es “más de lo mismo”. Y ciertamente, se les puede contestar que
quienes piensan de esa forma es porque nunca han internalizado los
procesos en la edad de los aprendizajes básicos. Es posible que
quienes así digan se hayan dado cuenta de que en las clases de
lengua se los atiborró con análisis sintácticos que a nada
parecían conducir. En esos momentos, un adolescente no puede
interpretar por qué se los somete a ese trabajo, si no se les dice
por qué, para qué. Y tal vez, tal vez, los docentes hayan sido
responsables (téngase en cuenta lo presentado páginas antes) por no
haber hecho en sus clases las relaciones ineludibles
correspondientes. Si un estudiante no entiende para qué aprende
gramática, sentirá que su aprendizaje es inútil, y en lugar de
disfrutarlo, lo odiará. Por lo tanto, más allá de extensos y a
veces inerminables aprendizajes mecánicos que a nada conducen, no
habrá madurado en sus procesos cognitivos.
Será
recién en la etapa adulta que descubrirá que esos análisis lo
hicieron pensar, lo llevaron a relacionar una expresión con otra, lo
llevaron a concluir, a formular hipótesis. Pero no cuesta mucho
hacer que el estudiante se dé cuenta en el mismo momento en que los
está realizando. Simplemente, hay que poner en juego algunas
prácticas, que en estos momentos, lamentablemente, no son puestas en
juego por todos los docentes.
Debe
decirse, no obstante, que tampoco los docentes son los responsables
de esta ausencia. En sus estudios terciarios debieron haber tenido
extensos espacios de intercambio con sus docentes sobre estos
asuntos, que son, a la larga, los que harán el cambio.
Al
docente tal vez le resulten hirientes estas palabras que lo aluden de
una forma u otra. Pero deberá tener claro que una clase de lengua en
el segundo nivel no es una clase de Teoría Gramatical. A la inversa,
en el nivel de Teoría Gramatical en Formación en Educación, los
docentes especializados en esa área deberán presentar los distintos
modelos teóricos para que el aspirante a profesor puedan entender
los mecanismos internos que obligan al teórico a describir el
fenónemno desde variados puntos de vista. Nada es perfecto, y a
veces la simbiosis entre varios puntos de vista es la clave para que
el futuro docente encuentre el camino didáctico para presentársela
al alumno. Si el docente no entiende el porqué, no podrá enseñarlo.
Sin duda, el docente de Formación en Educación tiene una inmensa
responsabilidad sobre sus hombros. No hay lugar a la improvisación.
El
lugar de la gramática en la clase de Lengua
Más
que un “cuco” al que odiar, la gramática es el eje sobre el que
deberían organizarse las prácticas. Pero no de la manera en que
está siendo interpretada por el lector. Esa es la manera como no
debería incorporarse. La gramática deberá estar incluida en cada
observación lingüística, en cada observación de una metáfora, de
una comparación, en cada explicación de por qué en un caso en
particular se invirtió el orden de las unidades sintácticas y la
oración resulta, de alguna forma, poco canónica. Esto suele pasar
mucho en los poemas, por ejemplo.
En
cada explicación de contenidos deberá estar presente la gramática,
pero no bajo la forma de ejercicios en el pizarrón o en los
cuadernos (ya habrá tiempo para acotarlos y acortarlos), sino bajo
la forma de reflexiones guiadas por el docente, que lleven a los
alumnos a entender que lo que ellos usan para hablar es un sistema
que, como tal, les permite cambiar, seleccionar, dentro de un margen
de aceptabilidad. Esta selección, este cambio, trae aparejados
efectos ineludibles en quien recibe el mensaje, y esto llevará, por
consiguiente, a sentir que la lengua es algo vivo, no inerte o muerto
a través de la tiza o el marcador en el pizarrón. Es algo que a
ellos les permite mostrar lo que sienten y piensan, si lo saben usar
con precisión. A eso se dedicarán en cada uno de los niveles, desde
Primaria hasta el Bachillerato, y cada vez habrán madurado más en
este proceso de apropiación de los mecanismos lingüísticos que su
propia lengua les ofrece.
Tal
vez, si se tienen en cuenta estas consideraciones, los cursos de
Lengua habrán cambiado de orientación, y se podrá llegar a un
mayor compromiso en los estudiantes por el uso de su propia lengua, y
una valoración mayor de la asignatura en todos los ámbitos.
En
todo ese proceso, se deberá estimular al joven usuario a observar, a
describir, a contrastar, a jerarquizar contenidos, a buscar
contenidos ocultos y por lo tanto a inferir, a generar dudas, a
cuestionarse, a elegir, a argumentar, a explicar, a narrar, a
buscar respuestas, a establecer otras rutas de razonamiento, a
indagar, a investigar, a autoevaluarse, a coevaluarse, a evaluar a un
tercero, a
establecer conclusiones.
Pero
para todo esto se hace necesaria una cuestión de la que no puede
alejarse ningún docente. El profesor de Lengua (sea Español, sea
Literatura) debe conocer gramática, y no solamente conocerla
básicamente, sino entenderla, darse cuenta de que las estructuras de
una lengua -cualesquiera que sean las
elegidas-
son las que permiten construir bellas narraciones, conmovedores
poemas, excelentes argumentaciones en los discursos parlamentarios,
excelentes artículos periodísticos, y encantadoras palabras de amor
también. La
gramática de uso de cada productor (esa gramática que todos los
hablantes de una lengua poseen desde niños, porque de otra forma no
podrían hablar) es la que los pone en juego al producir sus
mensajes, pero será la gramática sistemática que el docente de
Lengua debe conocer a fondo (y que debe poder interpretar como el
medio indispensable para poder decodificar mensajes complejos), la
que le permitirá ser capaz de mostrar a sus alumnos cómo esa
selección elaborada en los textos que les muestra a sus alumnos es
la que lleva al lector a conmoverse, a entender la lógica de los
pensamientos presentados, a interpretar los mensajes ocultos que son
tal vez los más importantes en esa comunicación, pero que no todos
pueden
interpetar si no conocen a fondo todos los mecanismos que son puestos
en juego en cualquier enunciación. En
otras palabras, para enseñar a comprender cualquier
contenido es necesario observar y entender las palabras y expresiones
que le dan forma y entender por qué y para qué se eligieron.
¿La
clase de Literatura es una clase de Lengua?
La
pregunta parece ser incontestable por tautológica, porque
naturalemente, podrá cualquier lector decir que claro que sí, que
es naturalmente una clase de Lengua, porque se está analizando un
texto que está elaborado en una lengua en particular. No obstante,
no siempre resulta de ese modo. Y se explicará por qué.
En
el Uruguay, antes de la creación del Instituto de Profesores
Artigas, los docentes de Lengua y de Literatura tenían la misma
especialización. Podían ser egresados de licenciaturas o doctorados
en Filosofía y Letras de otras universidades del mundo, podían ser
filólogos, podían ser políglotas, podían ser maestros
autodidactas en asuntos lingüísticos y literarios. Pero siempre se
había sentido que la enseñanza de la lengua y de la literatura
tenían una misma vertiente.
En
la gran mayoría de los países del globo, la enseñanza de la lengua
incluye la de la literatura escrita en esa lengua: son, en
consecuencia, clases de Lengua y Literatura desde el inicio. Tanto en
Francia, en Inglaterra, en España, en Australia, en Finlandia, en
Estados Unidos. El egresado será un profesor de Lengua y Literatura,
sea egresado de una universidad o de una universidad pedagógica, o
de un instituto pedagógico. Durante la escuela y durante los
primeros años del segudo nivel de estudios (los tres primeros años,
el ciclo básico en la mayoría de los países) el estudiante irá
poco a poco ingresando en los textos literarios, a través de sus
lecturas y su comprensión. Se entiende, por supuesto, que estos
textos literarios serán los escritos en su propia lengua, porque el
objetivo es lograr que el alumno escriba, hable e interprete cada vez
más apropiadamente en su propia lengua.
En
los años superiores del nivel medio, se los pondrá directamente en
conexión con los textos literarios antiguos y contemporáneos
elaborados en su propia lengua y se podrá acceder a un análisis
completo de las obras, atendiendo a lo que ha sido apropiado e
internalizado en años anteriores en sus clases de Lengua y
Literatura desde la escuela hasta el ciclo básico, pero sin dejar
de atender los aspectos formales, porque la clase es de Lengua y
Literatura. Los manuales que vienen desde el extranjero para
bachillerato incluyen los capítulos de novelas de autores requeridos
por sus programas, enfoques sobre cómo encararlos, y aspectos de
gramática vinculados con las formas que adoptan esos contenidos. Los
especialistas entienden que los alumnos que van desde los quince
hasta los dieciocho están en la mejor edad para poder entender y
abstraer asuntos del sistema de la lengua. En Finlandia, inclusive,
en que egresa de la Universidad debe rendir pruebas de Lengua.
Por
su parte, los profesores de Lengua y Literatura en países que no son
el Uruguay, pueden elegir según sus preferencias cursos básicos o
cursos avanzados, porque es absolutamente natural que las personas
tengan sus preferencias. Los hay que gustan más de los asuntos
lingüístico-gramaticales que se encierran en los textos literarios
y a través de ellos encuentran la belleza de lo producido, los hay
quienes prefieren quedarse con los contenidos dichos y a través de
ellos, mediante una búsqueda de las formas que los contienen,
encuentran la forma de explicarlos a los alumnos. Estas dos opciones
son igualmente válidas. Es así que se pueden encontrar en esos
países con docentes que prefieren enseñar en niveles superiores y
docentes que prefieren enseñar en niveles medios. Nada hay de
extraño en esas preferencias.
Se
debe hacer, no obstante, una observación muy importante: en muchos
de estos países, (España, por ejemplo) la literatura universal es
una opción del estudiante y no integra las horas destinadas a la
enseñanza y observación de obras escritas en la lengua nacional.
En
el Uruguay, la enseñanza de la lengua y de la literatura, hasta la
década del 30, se encaró de la misma forma. Con la creación del
Instituto de Profesores Artigas, se optó por presentar dos
especialidades. La de Idioma Español y la de Literatura. Es así que
los profesores de Literatura recibían menos clases de gramática,
porque habían optado por enseñar Literatura, incluida la Literatura
universal, y por ello no se sentía necesario que supieran o
conocieran todos los secretos de la gramática de la lengua española,
que es solamente una de las lenguas en las que están escritas las
obras destinadas a la enseñanza. Este fue el comienzo de una
escisión que llevó a separar totalmente los caminos de los docentes
de Lengua y los docentes de Literatura.
Estos
caminos únicamente se unieron de forma parcial en el año 1996 con
la instauración del Plan Piloto, que por razones por todos conocidas
fue echado al olvido con la Reformulación 2006. También se unen los
caminos en el propio instituto de formación docente cuando algunos
estudiantes observan que sus clases de gramática les permiten
acercarse con mayor rigurosidad al texto literario, y les otorga
mayor poder de convicción a sus análisis e interpretaciones, porque
se están sustentando en la lengua misma. Estos estudiantes (que
lamentableente no son la mayoría) optan por cursar las dos
especialidades a la vez y revalidar materias de la una hacia la otra.
Cursan en su mayor carga horaria las de Español y en su mayor carga
horaria las de Literatura, y egresan con dos títulos3.
Esta opción, aunque muy beneficiosa para sus vidas como
profesionales, enlentece mucho más sus estudios, porque cada carrera
fue concebida con una carga horaria específica que pudiera cubrirse
en un turno solamente, y estudiar dos carreras le implica al
estudiante extender su horario en el Instituto en detrimento de sus
opciones laborales. (Ya se sabe que en el Uruguay es mucho más
numerosa la cantidad de estudiants que estudian y trabajan que los
estudiantes que solamente estudian).
La
evaluación en Lengua
Muchas
son las propuestas en teorías pedagógicas sobre la evaluación, que
no se presentarán en este documento. En lo que respecta al docente,
la evaluación es o debería ser el punto de partida y el punto de
llegada, para ser luego el punto de partida de nuevas acciones. No
debería sentirse como el nivel máximo al que puedan llegar los
estudiantes. Muchas veces, esta percepción del docente lo desanima,
porque observa que los alumnos no aprendieron lo esperado. Sin
embargo, el alumno, a pesar de no haber llegado al nivel esperado,
seguraente aprendió. Cada uno según sus procesos cognitivos, a su
modo, avanza.
Por
ese motivo, es necesario implementar un tipo de evaluación que sea
de procesos individuales, en los cuales el alumno por sí mismo vaya
determinando cuánto avanza. El uso de cuadros de autoevaluación
atendiendo estos avances suele ser importante. El mismo estudiante
puede hacerlo.
No
obstante, la tendencia en las clases es a enseñar contenidos y a
evaluar contenidos. Por lo tanto, los alumnos deberán en sus
trabajos reconocer aspectos y temas trabajados en clase. Igualmente,
en las pruebas de diagnóstico inicial, se evalúan más contenidos
que competencias. Se hace necesario, por lo tanto, una revisión de
estas prácticas para que los docentes puedan adecuar sus
evaluaciones al espíritu de los programas y a lo que el sistema
educativo espera de sus estudiantes.
El
“fracaso” de nuestros estudiantes en pruebas
internacionales
Conectadas
con los aspectos mencionados en el apartado anterior, están las
evaluaciones de las llamadas pruebas PISA. Leyendo cuidadosamente los
resultados logrados por nuestros alumnos, se detectan determinados
ítemes que los alumnos sencillamente pasan por alto y no responden.
Se trata de preguntas que esperan que el estudiante integre e
interprete contenidos mediante propuestas que no suelen trabajarse de
esa forma en las clases de Español. Las razones de estas ausencias
son claras. Si en las clases de Lengua no se los aproxima a razonar
de determinadas formas, el estudiante no podrá responder lo que se
le solicita.
Mientras
las pruebas de PISA evalúen competencias y en las clases de Lengua
los alumnos no sean evaluados de esa forma, es natural que los
resultados no sean los esperados.
El
docente: su visión de los programas, de los estudiantes y de su
enseñanza
A.
Visión de los programas
El
docente uruguayo tiende a no ser crítico con los programas del área
de Lengua. Los acepta sin oponerse, y asume como desafío tener que
ponerlos en práctica. Puede sentirse demasiado exigido por la
cantidad de temas que los programas soliciten, como ocurre con los
programas de Primaria.
Los
maestros se sintieron demasiado exigidos al ver las temáticas
solicitadas, en las que se incluían doctrinas de la lingüística en
las que se sentían ajenos. Conferencias, charlas y cursillos fueron
puestos en juego para resolver estos asuntos, que preocupaban a
todos.
Lo
mismo ocurrió con los programas de tercer año del Ciclo Básico de
Secundaria, que -por no haberse aprobado la continuidad en Lengua
para primer año de Bachillerato- tienen cuatro temas amplios para
trabajar en solamente dos horas semanales.
El
tercer año de Español fue un logro de los docentes. En el Uruguay,
antes de la Reformulación 2006, Español se dictaba en primer y
segundo año del Ciclo Básico. La presencia de Español en tercero
se debió a que la conciencia del colectivo docente (de todas las
asignaturas) percibía que los estudiantes necesitaban continuar sus
estudios de Lengua. Por asuntos relativos al currículo, solamente
hubo cabida para dos horas de Español en ese nivel, y esto trajo
aparejado un problema: los docentes de más experiencia (que son los
que podrían trabajar este curso con más solvencia) no eligen tercer
año, porque al hacerlo tendrían el doble de grupos para completar
su carga horaria, y esto a su vez trae como consecuecia mayor
cantidad de trabajos que corregir y mayor carga administrativa que
resolver. Estos asuntos prácticos, que parecen menores pero no lo
son para la realidad de un docente en el Uruguay, hacen que los
grupos de tercer año sean elegidos por docentes interinos, y que
esas horas, al no ser elegidas en las primeras fechas, quedan libres
lo suficiente como para que en los liceos se trasladen para los
sábados, a los efectos de solucionar los horarios de docentes de
otras asingaturas con mayor grado. De manera que tercer año de
Español se termina dictando, en la mayoría de los liceos, los
sábados a cuarta y quinta hora del turno.
Dicho
esto, se concluye que el día y el horario del tercer año de Español
obra en desmedro de la calidad de los aprendizajes; y se agrega el
hecho de que sean docentes jóvenes interinos con poca experiencia
los que tengan que lidiar con un programa que aspira a que el alumno
que egrese del Ciclo Básico lo haga habiendo desarrollado
competencias básicas en su comunicación escrita y oral, dado que no
hay Español en el Bachillerato.
B.
¿Cómo percibe el docente al estudiante y a su enseñanza?
El
estudiante de hoy no es el de hace diez o quince años. La realidad
en sus casas no es la misma, están solos la mayor parte del día, y
eso cuando no deben encargarse de sus hermanos. Los hogares son en un
porcentaje cada vez mayor monoparentales. Un padre o una madre que
debe ausentarse todo el día para trabajar no tiene mucho tiempo para
apoyar a sus hijos al llegar al hogar.
Por
otro lado, hay zonas del país en el que tiene suerte un niño en
tener un padre que llegue a su casa por la noche. En algunos hogares,
los niños y adolescentes permanecen solos toda la semana, porque sus
padres se ausentan de sus casas para trabajar en otra ciudad y
vuelven solamente los fines de semana.
Por
lo tanto, los centros educativos tienen que convertirse no solamente
en lugares que enseñen, sino que eduquen. Tendría que haber espacio
para albergar en la institución a los estudiantes que deseen volver
a la biblioteca a estudiar, a reunirse con compañeros para hacer
algún trabajo o a trabajar con el docente de apoyo de la
institución. Y si no lo hay, entonces el estudiante tendría que
poder ir a la biblioteca municipal a realizar un trabajo similar.
El
docente percibe estas necesidades en los estudiantes y no puede
ayudar a cumplirlas, porque debe correr de una institución a otra
para cumplir con las horas de clase que tiene asignadas y no tiene
más tiempo que dedicarle al estudiante; solamente puede disponer
para él de las horas de clase, y eso es muy poco tiempo, porque
tiene muchos estudiantes a quienes atender. En los países del primer
mundo, la cantidad de alumnos por grupo es la de veinticinco. En
Uruguay, de treinta y cinco o cuarenta.
Hubo
siempre grupos grandes en el Uruguay. Eso es cierto. Los hay desde
hace cuarenta años, por lo menos. Pero no con los mismos
estudiantes. Dependiendo del nivel socioeconómico de la zona muchos
de los estudiantes que ingresan al Ciclo Básico tienen un pobre
dominio de su propia lengua: tienen dificultades de comprensión y
problemas de abstracción. La realidad es que muchos de los alumnos
realizan sus procesos ortográficos, léxicos y sintácticos en
lengua escrita de una forma mucho más enlentecida. No tienen libros
en sus casas, el acceso a la lengua escrita es pobre o nulo fuera de
la escuela y su computadora del plan Ceibal es usada prioritariamente
para entrar al Internet, escuchar música o chatear, no para leer los
libros de la Biblioteca Ceibal.
Respecto
del Plan Ceibal, los maestros son los que mejor han respondido,
debido a que a cada uno se le dio una XO apenas surgió el Plan,
hecho que contribuyó a que se familiarizaran con ella y pudieran
encontrar mecanismos para atraer a los estudiantes. Basta con entrar
a las páginas del Ceibal y leer todas las propuestas y
planificaciones de los maestros para usar las XO.
Los
profesores de segundo nivel han demorado más en entusiasmarse,
porque las computadoras para ellos demoraron muchos años más en
llegar, y aunque los estudiantes las traían desde la escuela o el
Plan Ceibal se encargaba de darlas a los estudiantes, no había
infraestructtura suficiente en los liceos como para que los
estudiantes pudieran cargar las baterías durante la jornada de
clase. No debe olvidarse que en la escuela, si un maestro decide
trabajar con la computadora, lo hará en un momento específico de la
jornada escolar. En cambio, en la jornada del liceo, pueden los
profesores pedirlas a lo largo de las cinco o seis horas de clase.
Para eso es necesario que en los salones haya enchufes o alargues
para poder cargar baterías. Por otro lado, es común escuchar de los
docentes de Ciclo Básico decir que no pueden usar las computadoras
en clase porque los estudiantes no las llevan, porque las tienen
rotas.
Los
docentes perciben en los estudiantes poco interés por sus propuestas
pedagógicas, muchos de ellos no saben cómo entusiasmarlos y las
veces que lo logran, tampoco la respuesta es la mejor.
A
modo de conclusión
Los
problemas, como se ven, son muchos, y las soluciones no se encuentran
desde los órganos que las deben tomar. Creo que es necesario que
cada docente encuentre la forma de incidir en los aprendizajes de los
alumnos y en su motivación, a través de juegos personalizados, de
técnicas y estrategias que deberán ser diferentes en cada caso
particular. Los alumnos de estos días son permeables a determinadas
provocaciones. Hay que buscarlas y usarlas en sus aprendizajes. Es
una tarea titánica, pero no imposible. Todo es cuestión de tomarse
un poco de tiempo para encontrar las formas y los medios para
lograrla. Está en nuestras manos el mejorar los aprendizajes. No
podemos esperar que nos lleguen ideas desde otros ámbitos, porque
esto podría tardar mucho tiempo en efectuarse y a esa altura habría
más de una generación perdida para siempre. Cada docente sabe con
qué clase de alumnos cuenta. Y sabe también cuál es su tarea.
Hacerla es lo que debe hacer, con buen ánimo, con esperanza, con
confianza en que logrará buenos resultados.
Deberán cambiarse, no obstante, algunas costumbres. Por ejemplo, aprender a evaluar competencias y no solo conocimientos (que también importan). El alumno deberá poder entender para qué estudia gramática (y el docente deberá entender para qué la enseña). La gramática que se aprende deberá ser evaluada no tanto a partir del reconocimiento sino a partir del buen uso que de ella se haga. Por ejemplo, si les solicitamos que realicen una producción, pedirles que la realicen usando determinado tipo de sintagmas y que luego digan para qué y por qué los eligieron. Esa simple orden permitirá que el alumno se dé cuenta de que hay una gramática que usar y que le sirve para expresar contenidos.
Es decir, la enseñanza de la lengua deberá pasar de ser un reconocimiento y una observación desde afuera, para pasar a ser una forma de aprender usar desde adentro.
1La
ex-Inspectora de Idioma Español de Educación Secundaria que
realiza las observaciones analíticas es quien suscribe este
documento. Es probable que sea por esa razón que los comentarios se
inspiren más en lo que ocurre en ese subsistema y se extiendan a
los otros dos. El trabajo a través del asesoramiento a maestros y a
profesores también ha servido para detectar sus necesidades. Sus
preocupaciones sobre cómo acceder a mejores prácticas y sus
aspiraciones a poder lograrlas. Estas observaciones se integran a
las realizadas en cada visita a cada docente en el ejercicio del
cargo antedicho, y fueron el eje de los asesoramientos realizados en
ese tiempo.
2En
particular, el programa de 1912 está inspirado en un pragmático
del siglo XIX, el académico español Eduardo Benot, que tuvo el
acierto de conectar la gramática con la enunciación, con el habla
y llamó a su obra de gramática El arte de hablar.
Benot hablaba de la
finalidad elocutiva de
cada usuario al hablar o
escribir cuando hace
uso de esa arquitectura de la lengua,
y para poder ser usada, debe ser descripta desde todos los aspectos
posibles. Lamentablemente,
salvo excepciones como las de la profesora Celia Mieres, se
perdieron esas novedosas formas de encarar el lenguaje y la
enseñanza de la Lengua, en aras de una formación más normativa y
académica. No obstante, se
cometería una imperdonable omisión si no se mencionaran los
importantísimos aportes del maestro Piccardo quien, preconizó
desde sus publicaciones una enseñanza del español rigurosa,
enlazando la gramática y
los textos de una forma magistral.
3En
los años 2006, 2007, cuando los docentes de la entonces Formación
Docente estaban elaborando el nuevo plan de estudios, la Sala de
Español (integrada también por la responsable de este documento )
propuso un plan alternativo en el que los estudiantes tuvieran la
posibilidad de cursar las asignaturas específicas de cada
especialidad con la carga horaria mayor, para poder egresar con
doble titulación, pero no pudo hacerse efectivo. La Sala de
Literatura entendió que era mejor dejar esa opción sin reglamentar
en el currículo, y esta posibilidad de doble titulación quedó
como opción libre para que cada estudiante la organizara según sus
posibilidades; esta decisión no los favoreció demasiado.
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