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domingo, 10 de agosto de 2014

La persuasión, la argumentación, la demostración 1ª parte

La persuasión, la argumentación, la demostración
Aproximación a los alcances discursivos, lingüísticos, pragmáticos, y sintácticos de los textos

Publicado por CODICEN en 2007
Prof.ª Carmen Lepre
Uruguay


1. Algunas pre-nociones

Desde Ferdinand de Saussure en adelante, el mundo de la Lingüística cambió radicalmente. Gracias al enfoque científico para estudiar todo lo relativo a la lengua, el siglo XX se nutrió de múltiples disciplinas y perspectivas, surgidas de las observaciones del maestro, que enriquecieron notablemente los estudios y descripciones de la lengua, realizadas  hasta el momento.
Lengua y habla, paradigma y sintagma, diacronía y sincronía. Estas dicotomías saussureanas han estado presentes, de una forma o de otra, a lo largo de un siglo.
Para abstraer las regularidades de la lengua, el lingüista debe irremediablemente observar el producto. Es a través de lo que Eugenio Coseriu llamaba “intuición eidética” que se logra llegar a clasificar y ordenar el mundo de la lengua. Porque la lengua solo se hace visible a través de su producto, la enunciación.
En el Uruguay, los programas de Lengua en el nivel Secundario se han apoyado siempre en textos, teniendo en cuenta esta realidad. La gramática de una lengua es entendida como una organización sistemática en la que las palabras, los morfemas y los grupos se organizan y se integran como un todo. Se podría decir que la gramática es una, para una lengua particular.
No obstante, las estructuras sintácticas no aparecen libremente en cualquier texto. El enunciador, responsable de su producto, elige de los paradigmas de la lengua palabras, morfemas y estructuras sintácticas para organizar su discurso y lograr en el destinatario una determinada reacción, una respuesta.
Como consecuencia, hay mayor frecuencia de determinadas estructuras de la lengua según la intención comunicativa. Y esto nos lleva, inmediatamente, a la necesidad de trabajar las intencionalidades y modalidades discursivas que son las portadoras de las intencionalidades del enunciador.
La literatura ha trabajado con los géneros literarios. Y desde hace unas décadas, la lingüística se ha esmerado en clasificar y tipologizar los textos, en el entendido de que existen constantes que hacen que el usuario de la lengua pueda diferenciar una narración de una argumentación, y en consecuencia, también pueda producirlas.
Pero no debemos perder de vista el hecho de que al producir un texto, cualquiera que sea, lo que hacemos todos nosotros es apropiarnos de algunas estructuras de la lengua, que organizamos adecuadamente, para que sean portadoras de determinada finalidad. Gramática y enunciación están, por lo tanto, íntimamente relacionadas. Una depende de la otra, irremediablemente.
En este trabajo, nos ocuparemos de contestarnos con qué objetivo se clasifican los textos, hacia qué rumbo nos dirigimos mediante el estudio sistemático de géneros discursivos, y cuál es el rol de la Gramática en toda esta tarea. Dirigimos nuestra atención al docente, cuya tarea es visualizar las estructuras del español a través de los textos.

2. Los textos, su forma y su comprensión

La clasificación de los fenómenos lingüísticos es un principio metodológico.  Entre otras clasificaciones, es común establecer distingos entre actos de habla y funciones del lenguaje, y hacerlo es acertado desde el punto de vista teórico. Mientras los actos de habla se inscriben en una situación de enunciación que opera desde el enunciador, los enunciados que produce, los motivos de su enunciación y qué pretende lograr del receptor (Austin, 1950), las funciones del lenguaje se delimitan y se describen desde el producto obtenido y cómo operan dentro de la situación comunicativa: pueden expresar los sentimientos del receptor, buscar cambios en su conducta, destinarse a observar el propio canal de comunicación, el código utilizado, el mensaje en sí mismo, o el mundo al que se refiere (Jakobson,1963).
Estas dos maneras de observar la situación comunicativa dieron origen a distintas corrientes dentro de la lingüística. La teoría de los actos de habla de Austin dio lugar a la Pragmática lingüística de la que se nutrieron todos los estudios de la lengua desde mediados del siglo XX.  Y los estudios de las funciones del lenguaje, vistos primero por Bühler en 1919 (con las tres funciones básicas) y luego por Jakobson en 1963, permitieron a los estudiosos de la lengua operar con multiplicidad de vínculos con otras disciplinas, como la poética, y con diferentes tipologías discursivas que las tienen en cuenta, como ya se adelantó.
El responsable del texto, el enunciador, sea  real o ficticio, habrá impreso en él su voluntad de lograr determinado objetivo, que generalmente involucra al receptor. Todo texto tiene una finalidad perlocutiva que busca mover las fibras del receptor. Investigaciones recientes, además, han comprobado que reconocer el género discursivo de un producto lingüístico es un paso imprescindible para comprenderlo.
 En las últimas décadas se ha generado en los lingüistas la necesidad de caracterizar y de clasificar las unidades textuales en sí mismas en tanto producto de la lengua, para lo cual se han generado distintas propuestas a lo largo del tiempo.
Las clasificaciones teóricas son confeccionadas por los investigadores al solo efecto metodológico de poder estudiar su objeto, que es la lengua.

3. Tipos de texto: la problemática de tipologizar
Puede afirmarse que no existe tipología textual perfecta, como no hay en el mundo científico ninguna clasificación perfecta. Y la lengua no escapa a esa realidad. Es por ese motivo que en la actualidad existe cierto escepticismo en los lingüistas acerca de la conveniencia de tipologizar textos.
El individuo, según afirma Adam, tiene una competencia textual, que le permite intuitivamente discernir, desde que aprende a hablar, qué clase o tipo de texto está escuchando y cuál clase de texto deberá producir al emitir enunciados en su discurso.
La lengua se realiza en textos, sean orales o escritos. Cada norma -la escrita y la oral- tendrá diferentes maneras de sintactizar la lengua. Es necesario reiterar al respecto que tan válida es -en cuanto a sus estructuras y su conformación específica- la norma oral como la escrita, porque están hechas para ser vehículos de comunicación en instancias distintas.
La lengua escrita lo hace en ausencia, por eso se vale de mecanismos como la puntuación, o la diagramación de un texto en párrafos. La lengua oral necesita de otros procedimientos para marcar los fines de mensaje, y el cambio de contenidos. La entonación y la intensidad son elementos lingüísticamente codificados para determinados sentidos y significados del enunciado. El tono de voz, los gestos, serán elementos paralingüísticos que permitirán al interlocutor decodificar adecuadamente todo  cuanto pueda decirse y sobreentenderse. Cada uno de estos procedemientos es válido en sí mismo; lo que no es válido es trasladar los procedimientos de una norma a la otra.
Un primer paso para comprenderlos, es clasificarlos, porque esta operación permite organizar el razonamiento. El universo de la lingüística textual puede llegar a ser inabarcable, en el sentido de ser imposible de aprehender, si no se lo clasifica, de un modo u otro. Por eso se hace necesario, a los efectos del trabajo del investigador, saber con qué clase de “objeto” se está trabajando. Y clasificar los textos es el paso previo para ponerse a operar reflexivamente con ellos.
Durante siglos se habló de géneros literarios, y en la didáctica y teoría literaria se sigue trabajando con esta clasificación,  aún cuando   los especialistas son escépticos en cuanto a su eficacia, porque no es una clasificación perfecta ni cerrada.

En los últimos veinte años, aproximadamente, desde la lingüística se ha tratado de realizar una clasificación más rigurosa. Ese fue el origen de la tipología textual. ¿Para qué surge, y por qué? Se hizo necesario utilizar una clasificación que se fundamentara en estructuras lingüísticas y que fuera explicada en función de ellas.
“La empresa tipológica, dice Sylvia Costa, no hace otra cosa que presentar la asombrosa evidencia de que las lenguas  –y los textos que ellas producen– se parecen y se distinguen. Y que ese parecido muchas veces no se debe a proximidades temporales, geográficas o funcionales. El establecimiento de tipologías implica, por lo tanto, el descubrimiento de isomorfismos, es decir, el descubrimiento de principios comunes a las producciones lingüísticas diversas.” (Costa-Malcuori, 1997).
Hubo múltiples tipologías, que intentaron, con muchas dificultades, abarcar el inmenso universo textual. Estas tipologías tuvieron en cuenta parámetros clasificadores diferentes. Algunas tomaron en cuenta la superestructura de los textos, otras la intencionalidad, otras la función social de los textos.
Según Isemberg (1983)1, una tipología debe cubrir algunos aspectos  como rigor, exhaustividad, monotipia, homogeneidad. Esto significa que para seleccionar una determinada tipología hay que ser cuidadoso. En el universo posible de textos existen suficientes variedades de ellos como para convertir en titánica una clasificación en tipos de texto que cubra estas exigencias.
 Seleccionar una tipología adecuada también parece difícil, entonces. Dentro de todos los lingüistas que lo han intentado, la tipología de Adam es la más extendida. Es homogénea, en el sentido de que utiliza un solo parámetro clasificador: las proposiciones que conforman la secuencia textual. No es una tipología que cubra pocos textos, como la lograda por T. Van Dijk, quien, al utilizar la superestructura para tipologizar, reduce la clasificación a tres tipos de texto: narración, argumentación e informe científico. El resto de los textos no tiene superestructura clara, por lo tanto no puede tipologizarse. Otra tipología, como la de Ana María Kaufmann combina dos criterios, la trama del texto y la intencionalidad. Esto la lleva a encontrar una enorme cantidad de textos sin características distintivas, que cumplan con el criterio del rigor y de la monotipia. Un texto debe ser predominantemente de un tipo, y no de dos o de tres.
Todas estas consideraciones convierten a la tipología de Adam, aún, en la más exhaustiva, rigurosa, homogénea y monotípica. Considera este autor cinco tipos de texto: el narrativo, el conversacional, el argumentativo, el explicativo-expositivo, el descriptivo, cada uno distinguido del otro por su secuencia textual específica.
No obstante lo dicho, se debe hacer una precisión, y es la siguiente: no todos los productos se organizan mediante moldes que se ajusten a un “tipo” en especial. Muchas veces, las más, los productos lingüísticos son híbridos. Esta realidad lleva, entonces, a no encontrar en las tipologías de textos lo que se buscaba de ellas.
Cada estructura lingüística en particular está al servicio del texto producido y no al revés. Al hablar o al escribir, es decir, al producir un  texto, se eligen determinadas unidades sintácticas, determinados operadores pragmáticos, determinada temporalidad, se modaliza, se mediatizan  los contenidos que se quieren comunicar, se adecua la sintaxis y el léxico a la situación comunicativa en particular y al tipo de texto que se pretende producir y que el emisor busca que el receptor entienda. Y el texto  producido posee estas particularidades, en la medida en que el enunciador sepa organizarlo.

4. El texto argumentativo o persuasivo

“Cuando reúno los argumentos de las causas
no suelo contarlos, sino pesarlos”. Cicerón

¿Cómo determinar la naturaleza tipológica de un texto? ¿Cómo clasificarlo? ¿Cuáles son las operaciones que se deben realizar para ello?

Para contestar estas preguntas es preciso elegir parámetros clasificadores y observar si son o no pertinentes en el momento de volcarlos a  cada texto en particular. Por ello se empezará este apartado presentando una serie de textos, extraídos algunos de revistas, otros de publicaciones de periódicos en Internet. El que se presenten dentro de este apartado no significa que sean de por sí argumentativos o persuasivos. Este dilema se visualizará en cada caso particular, observando, delimitando, jerarquizando contenidos, y por sobre todo eso, eligiendo una unidad de medida básica, indispensable para realizar estas operaciones. Cada caso se deberá resolver según ese texto particular, que es, en sí mismo unidad delimitable de los demás. El principio de todas las cosas es considerar que el texto es, antes que nada, un producto lingüístico construido para un destinatario con una determinada pretensión perlocutiva.

4.1. A modo de preguntas iniciales
Dentro del universo de textos que la lengua produce, hay una clase especial que se caracteriza por funcionar socialmente, intentando influir en el receptor. Los lingüistas, atendiendo a las dos características básicas de sus contenidos,  suelen distinguir entre dos modalidades de discurso: el epistémico o representativo, y el manipulativo o deóntico, (Givón, 1979). O están hechos para referir el mundo externo al receptor (modalidad epistémica de discurso, o discurso epistémico), o para provocar respuestas  de él, o en él (modalidad deóntica de discurso, o discurso deóntico). Esta es una clasificación básica que se establece en los estudios lingüísticos y a la que se recurre para establecer distinciones de primer nivel en los enunciados, por ejemplo. Es relativamente sencillo que un usuario común de la lengua pueda distinguir entre estos dos enunciados: “Se levanta a las tres de la madrugada” y “Levántese a las tres de la madrugada”, o “¿Se levanta usted a las tres de la madrugada?”. En el  primero, la modalidad es externa al enunciador y al receptor, es epistémica. En el segundo y el tercero, el enunciador busca una respuesta del receptor, busca modificar por lo tanto su conducta; la modalidad es deóntica.

Pero las clasificaciones del discurso en variedades diversas, son más complejas que esta primera distinción. Respecto del discurso manipulador o deóntico, las tipologías abundan en su clasificación y en su estudio específico. Se lo ha estudiado tanto desde el punto de vista lingüístico como desde el punto de vista filosófico, precisamente porque fueron primero los filósofos como Platón, Aristóteles, quienes se internaron en él al estudiar la retórica, técnica y ciencia que se nutre de esta modalidad discursiva. Es el texto argumentativo o persuasivo. Es el texto que contiene como proposiciones que lo estructuran las siguientes:
premisas-justificación-conclusión; o bien
 argumento-conclusión; o bien
 datos-conclusión.
Estas variantes, según Adam, dan cuenta de que el texto está hecho para convencer al interlocutor, para modificar sus pensamientos o sus acciones. Sin embargo, a veces resulta difícil reconocer en un texto estas proposiciones, dentro de la inmensa variedad de estructuras lingüísticas que lo conforman. Este es el motivo por el que algunos teóricos, trabajando desde la lógica, suelen realizar comentarios como los que siguen:
“Es común, al menos así nos parece, que cuando comenzamos a estudiar lógica, y en especial, las formas argumentales consideradas válidas, tratemos de comparar las estructuras rígidas que se nos ofrecen como modelos con nuestras cotidianas argumentaciones. Estas se nos presentan, a la luz del examen riguroso, como desmañadas y superfluas, ora reiterativas y superabundantes frente al ascetismo de las formas válidas, ora menesterosas y escasas frente a la justeza del silogismo. Casi avergonzados intentamos la descorazonadora tarea de traducción para colocarle el “corset” de las formas típicas a la verborrea persuasiva, perdiendo naturalidad y no ganando mucha precisión”. (Russo-Lerner, 1975)2.
Ya se ha hablado de las tipologías, los géneros, y la rigurosidad relativa de clasificaciones de este tipo. No obstante, también se dijo que en clase se hace necesario cierto rigor metodológico, y a él se apunta en este documento. Estas palabras citadas arriba, lejos de sonar a una contradicción con todo lo dicho hasta el momento acerca de una necesidad de tipologizar textos para fines didácticos, traen a la realidad lo dificultoso que es organizar un discurso al producirlo según parámetros prefijados, y encorsetarlo al comprenderlo o para comprenderlo. Revelan la difícil situación de quien quiere clasificar con fines de investigación o con fines didácticos, y se enfrenta a la realidad de que la lengua es un inmenso mundo con el que el hombre recrea el mundo en el que vive y por lo tanto no es posible asignarle parámetros rigurosos ni estandarizados.
Es por ese motivo que se trabajarán estos textos, intentando traer un poco de luz a tanta diversidad de respuestas. Según lo expuesto hasta ahora, ¿se podría establecer una distinción, o una identificación entre los textos uno y dos? ¿Cuál de estos textos puede ser considerado argumentativo? ¿O tal vez los dos?


Texto Nº 1
¿Adicto yo?

Sr. Director
En este mundo loco en el que se gastan vidas y fortunas combatiendo adicciones y se invierten fortunas fomentando adicciones, existe una especie no bien definida todavía: el adicto a internet. Por mi parte he estudiado concienzudamente el tema y propongo la siguiente caracterización:
Estamos frente a un adicto perdido a Internet cuando....
* Existe un sitio web marcado en el vidrio de sus anteojos.
* Se enloquece si no se le ocurrren nuevos temas para rastrear.
* Sus sueños nocturnos... bueno, esos son en HTML.
* Se encuentra a sí mismo tipeando "com" después de cada punto, cuando usa un procesador de texto.com.
* Su corazón se acelera cada vez que ve un nuevo sitio de la WWW en la prensa o en la TV.
* Todos sus amigos tienen una @ en sus nombres.
* Su perro tiene "home page" propia.
* Se refiere a su edad como 3x.
* Se levanta a las tres de la madrugada para ir al baño y en el "path"  de regreso a su cama se detiene para chequear su "e-mail".
* Le dice a los chicos que no pueden usar la computadora porque "Papito tiene trabajo que hacer".
* Consigue un tatuaje que dice: "Este cuerpo es mejor visto con Netscape 4.0 o superior".
* Comienza a acostar la cabeza totalmente hacia un lado para sonreír.
* No puede llamar a su madre... porque ella no tiene módem.
Seguramente esta contribución permitirá afinar y hacer más seguros los diagnósticos.
D.B. (Buenos Aires) En Relaciones, agosto de 2000.



Texto Nº 2

Las semillas de la violencia

Los seres humanos nacemos con las semillas de la bondad, la tolerancia y la racionalidad, pero nos volvemos llenos de odio... y la violencia engendra más violencia, como amar engendra más amor. Nuestro mundo está lleno de hombres y mujeres sádicos, envidiosos, vengativos y psicópatas. Esta sociedad está llena de barreras negativas y, para superarlas, no hay otra solución que ayudarnos entre nosotros.

M. José Vallespín. Asturias. Lectora de "Perfiles", revista española a la cual escribió su opinión.
Enero, 2003

De hecho, la clasificación en funciones del lenguaje, tan conocida por todos los docentes que imparten lengua, se encuentra con que en la realidad no existe una única función, sino que hay una que predomina. Puede informarse en un mensaje publicitario, pero para motivar una conducta en el receptor. O en un texto poético, no solamente se busca manifestar emociones, sino motivar con algo de ellas al receptor.
Esta puede ser una consideración válida para internarse en los contenidos del primer texto. En efecto, en él existe, la forma básica de un tipo especial de texto conversacional en diferido –la carta- que, por el soporte del mismo, es casi unilateral puesto que es una carta escrita para ser publicada en una revista dentro de un espacio de Opinión especial, como es el lugar de Cartas de Lectores.
En esta carta, el enunciador comienza con un título que de por sí promueve una actitud expectante en el lector de la publicación mensual en la que se edita: lo invitan a leer con esa pregunta, porque en el mundo de hoy las adicciones son temas de por sí conflictivos y generan abierto interés en el individuo común; más aún, en el lector más especializado a cierta temática que es la que se lee en esta publicación normalmente.
De manera que, sin llegar a haber delimitado el tipo de texto que es en su contenido temático y en la secuencia textual interna, el lector ya entiende el texto como perteneciente a una modalidad que podría delimitarse genéricamente como deóntica, porque promueve una conducta, y busca una respuesta en el receptor-lector.
Si se continúa la lectura, el lector verá que está frente a una carta que expone determinadas características del que en este texto se llama adicto a Internet, organizadas esquemáticamente, y partiendo de una premisa inicial, de un presupuesto “En este mundo loco en el que se gastan vidas y fortunas combatiendo adicciones y se invierten fortunas fomentando adicciones, existe una especie no bien definida todavía: el adicto a Internet”.  Y luego de exponer las razones (presentadas como aserciones) por las que una determinada conducta humana puede considerarse, a juicio del enunciador, como adicción, este llega a la conclusión de que quien se comporta de esa manera es adicto a Internet.
La ironía con la que se presenta el texto es obvia, y puede ser objeto, además, de un estudio minucioso, puesto que hay determinadas caracterizaciones que hacen alusión a conductas humanas muy arraigadas en la cultura popular: ciertas costumbres que rayan en la manía o en la obsesión, la imagen del padre prohibiendo el uso de la computadora a sus hijos, la imagen de la madre a la que hay que atender aún lejos de casa, el acceso a otros lugares de información como la prensa o la TV.  Se tratan,  casi inadvertidamente para ojos distraídos, todos los aspectos del mundo que rondan a un individuo común: su trabajo, sus costumbres domésticas, su familia, sus amigos. Y a través de estos recursos, se busca, por una parte, mostrar las razones que justifican que alguien con esas conductas es adicto a Internet; y por otra parte, se pretende que el lector se sienta identificado con el prototipo descripto en el texto, al que se llama metafóricamente “una especie”,  es decir, una clasificación dentro del reino animal según determinados parámetros que son los que se describen. Por lo menos alguna de estas características, si no varias, pueden ser sentidas como propias por cualquier lector común. Esto convierte al texto en más provocador, en un acicate.
 La ironía no se percibe en la forma del texto, sino en los contenidos que existen debajo de esa forma. Se puede decir que si se parte de una premisa, se dan razones, y se llega a una conclusión, estamos frente a un texto argumentativo. Sin embargo, a primera vista, es dudoso que alguien pueda determinarlo. El formato carta, el tipo de texto soporte, que es de la clase de los conversacionales, la ironía con la que se maneja el enunciador, lo disparatado de la propuesta hacen que se enmascare el tipo de texto de sustrato y que se vean otros aspectos, que son más visibles que la tipología en sí.
Salvador Gutiérrez Ordóñez (2002) aporta ciertos rasgos de la que él llama función argumentativa que pueden ser útiles. Hay, según sus afirmaciones, dos funciones independientes en la argumentación: la razón o argumento y la conclusión.  ¿Qué se considera argumento? Una información que se oriente al ataque o defensa de una opinión. Sumado a esto, debe existir algo fundamental: el supuesto. Toda argumentación se apoya en un supuesto, un conocimiento compartido que con relativa frecuencia es un lugar común cultural. El siguiente es un  cuadro explicativo que él mismo realiza en su exposición:

razones---------------relación argumentativa-------------conclusiones
                                                 
     
     supuestos

Si se tienen en cuenta estas afirmaciones, existen esos elementos en este texto. Hay razones, ya consideradas; hay una conclusión, también observada. Y hay un supuesto del que se parte, ese lugar común cultural, que es la adicción en sí misma, y en este caso en particular, la adicción a Internet. Gutiérrez Ordóñez da ciertas características que pueden ayudar a quien pretenda explicarse las características de este tipo de texto:

En resumen, podemos decir que

El papel de la argumentación es ofrecer razones o argumentos que conducen a una conclusión determinada.
Es de naturaleza relacional.
Es indisociable  de la polémica. Se hace necesaria a causa de un desacuerdo, real, probable o posible.
Posee finalidad perlocutiva.
No es forzosamente dialogal.
Los límites del argumento no coinciden necesariamente con los del enunciado.


Cualquiera de estas características se manifiestan en este texto. Y a pesar de ello,  en una primera visualización, podía estar lejos, para más de un lector, de ser argumentativo.
Se verá entonces que la argumentación puede adoptar diversas caras, diversas superficies. ¿Qué es, entonces, lo que se debe observar para determinarla? ¿Hacia dónde dirigir la atención y la minuciosa observación de los aspectos constitutivos de un texto?
Hay algo en este texto que ayudó a extraer conclusiones: la finalidad perlocutiva. ¿Cuál fue, en este caso? Hubo indudablemente en el productor del texto no solamente una intención de ironizar una determinada situación que se ha convertido en cotidiana para más de un individuo en el mundo civilizado, sino la intención de dar razones para cubrir determinada premisa-aserto del que se parte: que la Internet es droga y produce adicción. Esta es la matriz  irónica en el texto. Pero es a través de esta matriz que se llegan a determinar sus contenidos y propósitos profundos, y es después de ese paso  que se pueden llegar a determinar las secuencias que suponen un esquema tipologizador argumentativo.
Desde el punto de vista formal el enunciador adopta la primera persona del singular para referirse, obviamente, a sí mismo: “por mi parte he estudiado concienzudamente el tema y propongo la siguiente caracterización”. Esto trae como consecuencia que el lector se enfrente a un texto en el que la opinión de su interlocutor será lo prioritario. Podrá asentir o disentir con ella, pero se enfrentará desde un principio a ella. Por otro lado, los “argumentos” que aporta tienen todos una estructura sintáctica en la que está presente siempre la figura del adicto a través de los pronombres personales, posesivos o reflexivos que hacen referencia a él: “le”, “se le” “a sí mismo” “sus” “su”.  Las estructuras de todos estos enunciados son sencillas, generalmente cubriendo la organización canónica de (sujeto)-verbo-objeto, o (sujeto)-verbo-adyacentes circunstanciales. Esto permite que el lector vehiculice la comprensión de cada argumento de una manera más lisa y llana. Son datos sencillos, que permiten que el lector se sienta identificado con ellos en la medida en que le “llegan” a su mente de la manera más lineal. Y esa forma es seguir el orden antedicho. Estas reflexiones, se observará, ya están dentro del plano gramatical. Este plano no deberá en ningún momento ser desatendido por el docente, que siempre tratará, en la medida en que el texto se lo permita, de acudir a este tipo de análisis sintáctico que será el que le permita avalar los contenidos semánticos,  pragmáticos y discursivos que el texto aporte. Valerse de la gramática de la lengua como reflexión que lleva a entender mejor estos procesos es, en realidad, haber encontrado el mecanismo que permita trabajar en espiral, siempre retroalimentando con lo reflexionado lo que se seguirá trabajando, hasta cubrir todas las posibilidades que el texto pueda brindar.
En el texto Nº 2 la situación es otra. Es un texto corto, que fue publicado en la revista española “Perfiles”. También es la carta de un lector.  En ella el enunciador se vale de tres enunciados para conformar su opinión sobre un tema candente: la violencia. Básicamente en estos enunciados se afirma que el hombre está genéticamente preparado para la bondad, pero que como el mundo está lleno de violencia y de gente que es violenta, el hombre genéticamente bueno puede convertirse en malo. Para evitar esto hay que buscar la forma de espolear la bondad interior, y de hacerla emerger a través de conductas de apoyo entre todos los hombres.

En profundidad de contenidos lingüísticos, además de la referencia que ellos hacen a la realidad, el texto tiene una finalidad perlocutiva clara; busca cambiar la conducta del lector. No pretende  convencer al lector de algo ajeno a él, con el que solamente algunos lectores podían verse identificados o ver identificado a algún amigo o pariente, como ocurre en el texto anterior. Este texto apela al yo interior de cada lector y busca en él una reconversión. Pretende que cada lector bucee dentro de sí mismo para buscar sus semillas de bondad que puedan combatir las semillas de violencia que se observan pulular por el mundo y dentro del los hombres. Pretende, entonces, que cada hombre se convierta en salvador de sí mismo y del resto de los hombres.
Esquemáticamente, este texto posee una premisa especial, por su naturaleza: “Los seres humanos nacemos con las semillas de la bondad, la tolerancia y la racionalidad, pero nos volvemos llenos de odio...”. A esta premisa, que es resultado de un punto de vista particular del enunciador, le agrega sus razones o argumentos, que, como ya se ha dicho, no tienen por qué coincidir con un enunciado en especial: “y la violencia engendra más violencia, como amar engendra más amor. Nuestro mundo está lleno de hombres y mujeres sádicos, envidiosos, vengativos y psicópatas. Esta sociedad está llena de barreras negativas”
Estas razones pueden clasificarse en dos:
la violencia engendra más violencia; que es un aserto común y muy escuchado.
en el mundo hay muchos hombres poseedores de esa violencia; que también es un aserto común y escuchado.
Estas dos razones son constatables y específicas. Pero la última es una síntesis de las dos:
la sociedad está llena de barreras negativas.
Se puede decir que esta última razón está cubriendo semánticamente las dos anteriores. Está en este texto cumpliendo la función de lo que se llama un hiperónimo, porque está generalizando.

Se observará que los argumentos no tienen por qué estar contenidos y segmentados cada uno en su enunciado, puesto que en este texto los dos primeros argumentos comparten enunciados con la premisa, y el último con la conclusión.
Según la esquematización de Adam, este texto responde a la organización “Dado Q (el hombre nace bueno, el mundo es violento), entonces P (seamos solidarios para evitar la violencia, porque la solidaridad es parte de nuestra esencia)”.
La conclusión “no hay otra solución que ayudarnos entre nosotros” es prescriptiva y concluyente. La propuesta no puede dejarse esperar, y esto es observable a partir de la construcción verbal sintactizada “no + hay + indefinido o cuantificador + sustantivo + que + infinitivo”. No es una orden, ciertamente, pero tampoco una sugerencia dejada a la voluntad del receptor. Es la constatación de una realidad que no puede resolverse de otra manera más que de esa, la que se dice que “hay que hacer”, que el español permite parafrasear de otras maneras, muy parecidas todas: “no hay más remedio que...”, “no hay otra forma de hacerlo que..”, “no hay más solución que...”, “la única forma de solucionarlo es...”. Esta conclusión lleva al texto, además de argumentativo, a tomar cierto matiz carácter prescriptivo o yusivo (de orden, de mandato) más que persuasivo, sobre todo al final.
Existen otros elementos lingüísticos estructuras sintácticas que predominan en estos textos; por ejemplo, la temporalidad. En los dos textos observados, los tiempos de los verbos se vinculan con el acto de la enunciación de quien produce el texto, porque es a partir de ese momento cronológico que el emisor vincula los hechos que le servirán de razones para convencer. El eje, o el punto axial es el presente de la enunciación. Desde allí se observan los procesos como habituales –tal es el caso de los hábitos del adicto a Internet- o intemporales –tal es el caso de las características intrínsecas al hombre en el texto sobre la violencia-. Luego se pueden observar proyecciones hacia el futuro, predominantemente vinculadas con los efectos que tendrá en el receptor el acto persuasivo en sí mismo. A partir de un “hay que...” o de “esta contribución permitirá...”, se logra visualizar el futuro hacia el que las persuasiones se proyectan.
Otro rasgo lingüístico es que la figura del enunciador aparece claramente marcada en alguno de los textos, a través de pronombres personales de primera persona en sus múltiples declinaciones (formas de sujeto y formas de complemento), porque de esta manera el enunciador se reafirma en su posición para lograr convencer. De los dos textos presentados, el primero tiene esta característica, en cambio el segundo adopta una forma menos personalizada. Se intenta convencer a través de premisas universales, sin que el enunciador se involucre directamente en ellas. El poder de convicción se logra, así, a través de la ausencia total de involucramiento por parte de quien afirma a través de una impersonalidad casi absoluta: “Esta sociedad está llena de barreras negativas, y, para superarlas, no hay otra solución que ayudarnos entre nosotros”. Obsérvese que el único matiz lingüístico que permite identificar el enunciador en este texto está en el final de este enunciado, y es a través de pronombres personales de primera persona del plural “nos”, “nosotros”, con los que logra minimizar el compromiso directo. No obstante, esta ausencia de compromiso directo refuerza el carácter persuasivo del texto, porque lo convierte en universal. De una aserción que es universal, o que toma el carácter de tal, es imposible casi emitir opinión negativa.
Lerner-Russo (1975)3 fueron capaces de acceder al discurso persuasivo, a los razonamientos argumentativos, no a través de una clasificación en tipos de texto, sino a través de la filosofía y de la lógica. En tanto es fácil, según sus comentarios,  que un tipo de discurso pertenezca a más de una clasificación, la misma idea de “tipos de discurso” corre el riesgo de convertirse en una exquisitez teórica carente de toda utilidad práctica. En ese sentido es que, utilizando como parámetro clasificador las funciones del lenguaje, trabajan el discurso persuasivo como una variante del discurso informativo o referencial.

Adam también, por su parte, considera que la argumentación puede ser concebida como una cuarta función del lenguaje, después de las funciones emotiva-expresiva, conativa-impresiva y referencial de Bühler, o séptima si se tienen en cuenta las seis funciones con las que trabaja Jakobson. “Un discurso argumentativo busca intervenir en las opiniones, actitudes o comportamientos de un interlocutor o de un auditorio, convirtiendo en creíble o aceptable un enunciado  o conclusión, siguiendo modalidades diversas sobre un argumento o razón dada. Por definición, el argumento busca refutar una proposición.”
De acuerdo con Russo-Lerner (1975), existe una diferencia entre discurso meramente informativo y el persuasivo. En ambos se informa, solo que el informativo, puede cubrir dos posibilidades: o puede ser considerado verdadero o falso, o puede no ser necesaria esa consideración por presumirse como verdadero; tal es el caso del lenguaje del discurso científico.
En cambio, estamos frente al discurso persuasivo cuando una información genera la necesidad de ser creída por el destinatario. Este discurso es de importancia capital para entender la argumentación. Es poseedor de algunos rasgos que lo particularizan: sus enunciados pueden ser verdaderos o falsos, con lo cual se acerca al informativo; el emisor busca provocar en el receptor una actitud de creencia, aunque no llega a ser prescriptivo, puesto que los enunciados de estos últimos no pueden ser ni verdaderos ni falsos. Esto es, no podemos considerar ni verdadero ni falso un enunciado como “Compre barato en....”. No obstante, el discurso persuasivo comparte con el prescriptivo la propiedad de generar conductas en el otro. Uno de forma indirecta (persuasivo) y el otro de forma directa (prescriptivo).
Por lo tanto, el discurso persuasivo es entendido en este sentido como una variedad del informativo, que motiva conductas, mediante el recurso de la pretensión del emisor de que su discurso sea aceptado como verdadero. De la misma manera, el discurso poético (tanto el que juega con la lengua como el metafórico tradicional), buscan también modificar la conducta del receptor. Aparentemente estaría a medio camino entre el informativo y el estrictamente argumentativo. Pero más adelante se verá que estas afirmaciones no deben tomarse aún como concluyentes.
Este es el lugar que les corresponde a los enunciados del Texto Nº 2. Son todos asertos, manifestaciones de las creencias del enunciador, que buscan ser validados por las creencias del destinatario. No es posible validar científicamente, como verdadero o falso, un enunciado como “Nuestro mundo está lleno de hombres y mujeres sádicos, envidiosos, vengativos y psicópatas.”, a pesar de que sean enunciados asertivos.
Por lo demás, el discurso de la persuasión y de la argumentación –como ya se dijo- es estudiado desde la retórica, quien, por su parte posee elementos didácticos que alimentaron los tratados clásicos desde Aristóteles. Se enseñaba retórica en las escuelas. Aristóteles la define como el arte de extraer de cualquier tema el grado de persuasión que comporta, o como la facultad de descubrir especulativamente lo que en cada tema puede ser adecuado para persuadir. Se la suele distinguir a veces de la oratoria, pero mientras la oratoria se ocupa del lenguaje oral, la retórica lo hace del lenguaje en general, de manera que la abarca.
Barthes, (1974) entiende la retórica como una técnica de persuasión que permite convencer al oyente, incluso si aquello de lo que hay que persuadirlo es falso. Es también una enseñanza de  un conjunto de reglas para dominar esta técnica, es una ciencia o una protociencia que clasificaría los efectos del lenguaje, una moral, un código; es decir, un cuerpo de prescripciones morales. Es una práctica social, en tanto técnica de las clases dominantes, que mediante ella se aseguran de la propiedad de la palabra.
En la última parte de la definición se introduce el fin que como técnica, la retórica debe tener: una actividad de persuasión. A partir de ese punto,  trabaja el discurso persuasivo y la teoría de la argumentación.  La retórica será entonces un sector de la teoría de la comunicación dotado de relativa autonomía, y por lo tanto se encuentra ubicada dentro del campo de las ciencias sociales. Es estudio teórico, técnica o actividad práctica, que es la aplicación concreta de la persuasión y el convencimiento.

2 comentarios:

  1. Hoy ha sido una jornada maravillosa porque encontré su blog, por casualidad y por causalidad. Gracias ...por tanto.

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    1. Encantada, Ana. Espero que te sirva lo que encuentres aquí.
      Carmen

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