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domingo, 10 de agosto de 2014

La explicación como género discursivo, 1ª parte


Aportes didácticos

Aproximación a la explicación como género discursivo

Publicado en 2007 por CODICEN

Prof. Carmen Lepre



0. Índice

1. Introducción

2. Entre tipologías y géneros discursivos
2.1. Alcance del problema

2.2. Una posible solución

2.3. Cómo clasificar en géneros discursivos

2.4. Sobre la subjetividad y objetividad en la explicación

2.5. El papel de la gramática en la interpretación de los contenidos

2.6. ¿Uno o más géneros discursivos en un mismo texto?

3. Algunas condiciones prototípicas de los géneros discursivos

4. Referencias bibliográficas


1. Introducción

En este documento se intentará en primer lugar establecer una clasificación de los textos que permita al docente mayor movilidad al realizar en la clase la interpretación de los mismos. El trabajo con géneros discursivos en lugar de la más ajustada tipología textual puede ser ese camino, y se intentará explicar por qué.

Por otro lado, y en tanto el texto del que se darán ejemplos abundantes será la explicación como género de discurso, (más restringidamente, texto expositivo) se observará cómo el análisis minucioso de las construcciones sintácticas oracionales de los enunciados que constituyen esta clase de textos permite una mejor decodificación de los mismos.

El procedimiento de clasificación de la realidad, le permite al hombre apropiarse del mundo, entenderlo y aprehenderlo. Esta necesidad, causa de la propia naturaleza humana, hace que en los hechos lingüísticos los investigadores operen de la misma forma. Desde la antigüedad se ha tratado de clasificar el producto lingüístico como una de las  maneras de poder abarcarlo y entenderlo. Ese es el motivo, tal vez, por el que filósofos como Aristóteles y Platón hayan sido también  los primeros lingüistas: entender las propiedades del propio discurso supone entender lo cognitivo y lo ideológico que cada discurso1 encierra.

Aristóteles realizaba una clasificación de los discursos oratorios a partir de la realidad en la que se emitían, o sea, a partir de su situación comunicativa. Por lo tanto, de su clasificación surgían discursos:
deliberativos, dirigidos a los miembros de una asamblea, cuya finalidad era aconsejar o desaconsejar, y los razonamientos realizados eran del tipo ejemplar, con lenguaje predominantemente apelativo.
forenses o judiciales, dirigidos a los jueces,  cuya finalidad era acusar o defender y el razonamiento era deductivo, propio de la argumentación, en el que pueden, naturalmente, incorporarse explicaciones.
epidícticos, dirigidos al público en general, cuya finalidad era alabar, censurar, a través de razonamientos del tipo comparativo. Son también llamados de ocasión, más cercanos al discurso coloquial.

Todos ellos eran necesarios para la vida democrática de Grecia. Pero cuando el arte de la oratoria ya no fue necesario en la vida política, en la  Edad Media las propuestas se desplazaron desde el discurso oral al discurso escrito. En su aplicación a la literatura, esta clasificación se convirtió en un instrumento de análisis, de clasificación y de crítica. Los géneros literarios y estudios de crítica y teoría literaria han tenido como base las clasificaciones realizadas por la retórica y la poética.

¿Cómo clasificar un texto, con qué criterios? Las clasificaciones han sido, con el correr de los años, variadas. Muchos investigadores se ocuparon de encontrar características estructurales comunes a los textos cuando se habló de tipologías. Sin embargo, también se ha hablado de géneros discursivos. Esta última clasificación, sin desmerecer la clasificación en tipologías, parece ser más abarcadora y realista, puesto que parte de la realidad que les da la esencia: la situación comunicativa. Ella nos permite observar el texto desde otra perspectiva; esto significa que para clasificar un texto tendremos que observar su naturaleza: es un producto discursivo, surgido como consecuencia del intercambio comunicativo.
 
Realizando esta operación, se deduce que “un texto no es una entidad enunciativa homogénea” (Kerbrat-Orecchioni, 1997/208). Para poder interpretarlo, es necesario identificar ante todo quién es el productor o locutor (L0), que será el que tome a su cargo el enunciado (o texto) global. Ahora bien, puede ser que, en el transcurrir del discurso, L0 dé paso a otro locutor L1 al citar sus palabras, por ejemplo. Esto será ejemplificado más adelante, en el texto número 1.

Es muy común en todos los géneros discursivos o en todos los tipos de texto que el discurso se organice en diferentes capas enunciativas (esto es, que el enunciador global cite los discursos de otros). Esta realidad implica que quien lee un texto esté atento: para decodificarlo debe buscar quién es el responsable de esas palabras que se escuchan o se leen. Es decir, debe buscar los diferentes locutores, L0, L1, etc., y luego proceder a interpretar qué dicen y para qué lo dicen. El proceso de codificación es tan complejo en un texto como el proceso de decodificación, simplemente, las perspectivas son las que cambian.

El docente deberá, por lo tanto, tener en cuenta esta realidad frente a cualquier texto que presente en el curso, y el estudiante deberá ejercitarse en el manejo del reconocimiento de cada locutor responsable de lo que se dice, y hasta de lo que se sugiere, en un texto.

Este procedimiento de construcción textual en la actividad discursiva puede ocurrir con cualquier género del discurso, aunque es más común en las narraciones que en el resto de los géneros discursivos, puesto que allí se le da entrada a las palabras de los personajes, generalmente en situaciones de más tensión desde el punto de vista informativo. Pero en general, en cualquier género discursivo cualquier enunciador, no importa en qué situación discursiva, puede apropiarse del discurso de otro y citarlo, o comentar sobre él.

El trabajo de identificación de las diferentes capas enunciativas que conforman el texto, no es siempre fácil, por el hecho de que las fronteras que separan los territorios discursivos de L1 y de L0 pueden estar más o menos claramente marcadas, o por el contrario, anuladas. Puede adscribirse a un enunciador global objetivo L0 todo lo que en un texto no posea marcas de otro enunciador, como las comillas o las rayas de diálogo, por ejemplo, y, a pesar de todo, no tienen por qué ser responsabilidad de L0 todas sus palabras, porque hay otros recursos lingüísticos, aparte de los signos de puntuación, que marcan también los diferentes niveles de enunciación. Son los casos de discursos indirectos libres, o directos libres, donde las responsabilidades de lo que se dice “parecen” ser de L0 y sin embargo, son palabras de otros locutores.

Este recurso, no obstante, es más frecuente en el texto literario que en los textos expositivos, donde las citas son más claramente marcadas, aunque pueden surgir segmentos en donde hay que realizar inferencias para poder decodificar adecuadamente el texto. En otro documento de esta serie se trabajará con todo lo referente al texto literario y sus múltiples locutores. En este documento se intentará hacer lo propio con la exposición, que es el tema que se viene tratando.

En el texto, toda la información está codificada en la organización de sus enunciados (Teberosky, 1995). En este sentido, suele decirse que los seres humanos deberían poder reconocer y producir en formatos que pertenezcan a un determinado género discursivo, porque los propósitos del enunciador, las intenciones, están presentes en la forma lingüística de los textos.

Estas afirmaciones nos permiten determinar que los géneros discursivos están en otro nivel que los tipos de texto. Pertenecen a las matrices de la lengua y se realizan, es decir, se concretan, en textos, que también según sus estructuras pueden llegar a ser clasificados. Lo que se hizo hasta el momento por parte de los lingüistas fue pretender clasificar los textos, es decir, los productos o realizaciones lingüísticas. El buscar una clasificación desde un lugar más abstracto, desde la virtualidad de la lengua, hace que la clasificación en géneros discursivos sea más abarcadora, por ser más general. Se involucran en estas matrices de la lengua elementos que corresponden a su realización, como las situaciones de enunciación, las intenciones del emisor y los efectos buscados en el receptor, que son elementos pragmáticos y comunicativos y permiten una mejor descripción del producto obtenido.

Por su parte, los participantes en un acto de comunicación deberían estar capacitados para poder identificar y producir empíricamente diferentes textos. Y aunque no todos puedan hacerlo, este conocimiento “letrado” forma parte de la competencia lingüística del hablante, y en particular, de su competencia comunicativa. Este es, en sí mismo, el conocimiento que se posee sobre los géneros.

Este conocimiento es el que el profesor intentará trasmitir al estudiante, el que el estudiante tendrá que aprehender, para poder realizar su primera decodificación, con cada texto que se le presente. Pero el docente deberá contar no solo con la intuición que sus alumnos posean como usuarios de la lengua española, sino también con determinados parámetros que le permitan distinguir una exposición de otro género discursivo, y además deberá contar con instrumentos didácticos que le permitan acercar esta clase de texto al alumno.

Teberosky afirma que “la posibilidad de escuchar y leer textos” se constituirá en una manipulación de los mismos que permitirá que los alumnos, en este caso, puedan incorporar patrones o matrices que modelizan la codificación de la información de los enunciados. Esto significa que, una vez incorporados a través de las múltiples exposiciones a determinadas matrices o formatos de textos de la misma clase, los estudiantes estarán en condiciones no solamente de poder reconocerlos, sino de comprenderlos y producirlos. De esta forma, se desarrollará su conocimiento de los géneros que no solo se presentan en la modalidad escrita, sino en la modalidad oral.

Estos patrones o matrices serán los que el docente deba acercar al alumno, para que aprenda a comprender y producir en esta clase de texto. Este conocimiento constituye una competencia mediante la cual se conformarán y organizarán en textos los enunciados que integran la comunicación básica y espontánea y la más compleja y estandarizada.


2. Entre tipologías y géneros discursivos

2.1. Alcance del problema

¿El siguiente texto pertenece a un “tipo” de texto en especial? Y más allá de eso, ¿a qué género discursivo pertenecería? ¿Es esta una pregunta válida? ¿O es volver a un intento fallido de clasificación textual?

Texto 1

LUNES 17 de noviembre de 2003


 La Nación /Noticias | Información general | Nota




Cada vez más jóvenes consumen alcohol
Mentes vulnerables que niegan la realidad
La mitología de lo sobrehumano






Según el doctor Hugo Miguez, uno de los flancos sobre el que los jóvenes sufren sus derrotas más efectivas es el del marketing, tanto en lo que se refiere a la bebida como al cigarrillo.
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"El descontrol y el exceso están pautados en gran medida desde la publicidad –afirma–. Está claro que nadie ve en el producto sus cualidades objetivas, sino toda una mitología que se le asocia y fomenta la negación de la realidad, la exaltación de lo sobrehumano".
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Un ejemplo: diversos trabajos de investigación muestran que más del 20% de los chicos de 12 a 14 años están haciendo algo para bajar de peso, y esta proporción llega hasta el 30% entre los de 15 a 17. El 25% de los estudiantes no fumadores de octavo grado del EGB y del polimodal creen que el tabaco ayuda a bajar de peso, y entre los fumadores esta cifra llega al 32 por ciento.
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"Hay una íntima relación entre el mito del peso ideal y cómo el tabaco puede ayudar a reducirlo –dice Miguez–. Eso es lo que debería discutirse desde la prevención. No solo las consecuencias del tabaco, sino aquellos factores que inducen a su búsqueda. ¿Pero qué recursos tiene una escuela desmantelada para enfrentar a una agencia de publicidad?"
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El investigador describe enseguida con vehemencia algunos de los preceptos que rigen la comunicación publicitaria. El que afirma, por ejemplo, que "no existe una realidad objetiva. La batalla del marketing es una batalla de percepciones, no de productos".
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O el que asegura que "la batalla del marketing se libra dentro de la mente. En la propia y en la de los clientes en perspectiva cada semana. La mente es el campo de batalla. Un terreno fácil y difícil de entender".
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Y vuelve a advertir que los chicos tienen que poder discernir entre la realidad y un señuelo.
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<< Comienzo de la nota
Según el doctor Hugo Míguez, uno de los flancos sobre el que los jóvenes sufren sus derrotas más efectivas es el del marketing, tanto en lo que se refiere a la bebida como al cigarrillo.

"El descontrol y el exceso están pautados en gran medida desde la publicidad –afirma–. Está claro que nadie ve en el producto sus cualidades objetivas, sino toda una mitología que se le asocia y fomenta la negación de la realidad, la exaltación de lo sobrehumano".

Un ejemplo: diversos trabajos de investigación muestran que más del 20% de los chicos de 12 a 14 años están haciendo algo para bajar de peso, y esta proporción llega hasta el 30% entre los de 15 a 17. El 25% de los estudiantes no fumadores de octavo grado del EGB y del polimodal creen que el tabaco ayuda a bajar de peso, y entre los fumadores esta cifra llega al 32 por ciento.

"Hay una íntima relación entre el mito del peso ideal y cómo el tabaco puede ayudar a reducirlo –dice Migues–. Eso es lo que debería discutirse desde la prevención. No solo las consecuencias del tabaco, sino aquellos factores que inducen a su búsqueda. ¿Pero qué recursos tiene una escuela desmantelada para enfrentar a una agencia de publicidad?"

El investigador describe enseguida con vehemencia algunos de los preceptos que rigen la comunicación publicitaria. El que afirma, por ejemplo, que "no existe una realidad objetiva. La batalla del marketing es una batalla de percepciones, no de productos".

O el que asegura que "la batalla del marketing se libra dentro de la mente. En la propia y en la de los clientes en perspectiva cada semana. La mente es el campo de batalla. Un terreno fácil y difícil de entender".

Y vuelve a advertir que los chicos tienen que poder discernir entre la realidad y un señuelo.

El primer abordaje de un texto es determinar su propósito y su contenido a través de determinados indicadores que pueden ser, en este caso, el título y los paratextos que le indiquen al lector cuál fue la situación de enunciación que le dio lugar, en qué soporte se encontró, entre otras cosas. El receptor llega a aprehenderlo cuando puede discernir qué se quiso decir y cómo.

También existe una aproximación al mismo a través de la secuencia de contenidos que presenta. Estas matrices formales y estructurales son las que han dado lugar a las diferentes tipologizaciones en los últimos años. Se ha insistido mucho en que también este proceso es un paso previo a la interpretación de un texto. Y en cierta medida ayuda a ello, sobre todo porque en la tipología se pueden cruzar los dos aspectos considerados: qué se quiso decir y cómo se dijo. El inconveniente es que no existe una tipología lo suficientemente homogénea, monotípica, exhaustiva y rigurosa, que son los cuatro requisitos (Werlich, 1975) que la avalarían para que pudiera funcionar de manera satisfactoria.2

El docente, por todo lo expuesto, puede encontrarse muy confundido en el momento de tener que clasificar tipológicamente un determinado texto. Las razones pueden ser varias; la primera es que los parámetros elegidos son diversos y diferentes. Hay tipologías que clasifican según la superestructura, otras según la intención y la trama, otras según la secuencia textual, etc. Esto trae como consecuencia que un mismo producto puede ser clasificado de modo diferente atendiendo a tipologías diferentes. 3

Pero la razón más frecuente es que los textos son productos lingüísticos surgidos a partir de la voluntad de un enunciador, con una determinada intención comunicativa, siguiendo determinados y estrictos esquemas que el sistema de la lengua le impone para poder producir, pero cada enunciador imprime en el texto su sello particular, a pesar de todas estas pautas lingüísticas, y esto hace que un texto no sea igual a otro. Por lo tanto, los esquemas aportados por los teóricos no alcanzan para estar demasiado seguros de si un texto pertenece a un tipo o a varios tipos a la vez.

En este texto en particular, se sigue un esquema esencialmente explicativo acerca de determinada situación que preocupa al mundo de los adultos, y de los adultos con hijos jóvenes: se parte del problema inicial y se intenta buscar sus causas. El texto está tomado de La Nación, de la sección Noticias / Información general, como se puede leer en el encabezado del mismo. De manera que cualquier lector podría clasificarlo, aunque solo fuera por el lugar del diario en el que aparece, como un texto informativo, en rasgos generales. Comienza con un adelanto del título que “atrapa” al lector, porque revela una realidad cotidiana y preocupante: “Cada vez más jóvenes consumen alcohol”.

Aunque esto parezca una mera información, el lector no la entenderá solamente como tal, puesto que es una información poco relevante, en el sentido de que es una verdad conocida. Si se logra atrapar con ella al lector, es justamente por ese motivo. Es una realidad que se vive y se sufre, por eso un lector adulto se vuelca a leer el contenido del artículo, en el intento de buscar en el interior del mismo una explicación del fenómeno que tanto preocupa a padres de hijos adolescentes, y a los docentes en general.

Por lo tanto, esta mera información poco relevante, información conocida por todos, no es tan ingenua. Ni busca serlo. Lo que se busca con ello es llamar la atención del lector, para conseguir un aliado, que consuma el producto que se le brindará: un texto escrito, una “información” que “explicará” un problema. Por lo tanto, esta información es indirectamente una apelación al lector. Es lo que en pragmática se llama un “acto indirecto”. El verbo en modo indicativo, que la lengua registra como prototipo de información asertiva, es el señuelo para lograr algo como: “afirmo esto, pero le diré el porqué; léame”.

A continuación, si el lector ingenuo pasa la primera prueba y queda atrapado con la lectura, se encuentra con un título que posee algo de lenguaje poético. Las “mentes vulnerables” son las de los jóvenes que se ven seducidos a ver otra realidad diferente a la que viven, porque la que viven no los seduce lo suficiente. Las mentes no “niegan la realidad”, sino que son los jóvenes los que lo hacen. Se toma la parte por el todo. Es lo que se llama “sinécdoque” como figura de dicción, en los textos literarios. Lo que se logra con esta opción propia de los textos literarios (a pesar de ser un texto periodístico) es volcar al lector al común denominador: la mente gobierna el cuerpo, decide, piensa y determina cuál es el camino a seguir. Si es “vulnerable”, no elegirá correctamente. Por lo tanto, la intención de seguir interesando al lector está presente, aunque la apariencia sea un simple título poético.

Más abajo se lee el subtítulo “La mitología de lo sobrehumano”. De nuevo se utiliza lenguaje poético como explicación del fenómeno. En esas tres líneas, el antetítulo, el título y el subtítulo, un lector avezado puede descubrir lo que leerá. El texto tratará de cómo los jóvenes se ven determinados a tomar alcohol –por ciertas circunstancias que se explicitarán–, y las causas serán, obviamente, su necesidad de ser como no son, de buscar ser mejores de lo que son. Por eso se lee en el subtítulo “mitología”, esto es, un acceso al mundo fantástico, pero de lo “sobrehumano”, puesto que lo que el joven busca es la perfección que su naturaleza humana no puede brindarle. Desde ya se adelanta, por lo demás, que tal pretensión es imposible de lograr, puesto que se utiliza la palabra mitológico, que conduce a un  terreno que no es el real.

Sin embargo, el carácter apelativo de los distintos niveles de títulos es secundario frente al objetivo central del texto en sí mismo, que es explicar una situación cotidiana que cada vez se vuelve más preocupante para el mundo adulto.

Lo que sigue es, por lo tanto, una explicación sobre cómo los jóvenes son débiles y vulnerables en lo que respecta a la publicidad. Esta explicación, desde el punto de vista lingüístico, aparece vertida en dos capas enunciativas. Una, la del periodista que produce el artículo (L0), quien cita las palabras de un experto (L1). Se observa en este texto lo que ya se había comentado respecto de los distintos niveles de enunciación que surgen en los textos. Las citas del experto, (que en realidad constituyen su opinión al respecto) confieren más precisión a la información brindada, y más credibilidad. Lo que se dice debe ser verdadero, además de relevante. Se habrá observado que, a pesar del contenido de las citas, globalmente no es un texto de opinión, sino que la intención es informar acerca de determinada realidad. La condición de verdad se hace necesaria. Esta condición, que es pragmático-semántica, se suma a la estructural, tipológica. En la explicación deberán, por lo tanto, presentarse el problema y el planteamiento de su solución, pero además, como género discursivo, tendrá que poseer contenidos que sean considerados verdaderos por el receptor. Sus aserciones deben creerse porque son verdaderas, sin necesidad de convencer al receptor. Eso lo diferencia de la persuasión.

Es en este punto que se puede observar cómo el trabajo con géneros discursivos apuntala mejor la tipologización de los textos, y la primera clasificación integra en sí misma, involucra, a la segunda. Esto permite que el docente pueda tener mejores herramientas para manejarse frente a la explicación de cualquier texto, y podrá, en consecuencia, determinar estrategias que les permitan a sus alumnos comprender textos, y posteriormente, producirlos.

Según se afirma en el texto, los jóvenes suelen ser fáciles de convencer a través de la publicidad, en especial porque no tienen argumentos en contra que los convenzan de lo contrario, o no les preocupa buscarlos. El cigarrillo y el alcohol son dos formas de evasión, según el autor de este artículo, porque con su publicidad se exalta lo sobrehumano, o lo que es lo mismo para esta cultura, el humano ideal. ¿Cuál es? El que es joven y delgado. Como según algunas investigaciones el cigarrillo evita acumular grasas; el investigador citado en el artículo atribuye a este factor el hecho de que los jóvenes se hayan volcado a fumar. Esta es su opinión.

No se vuelve a hablar del alcohol, que fue el “gancho” inicial, y que quedó resumido a los primeros párrafos como uno de los hábitos, junto con el cigarrillo, a los que los jóvenes se vuelcan para evadir su realidad. Si bien el artículo se inclina mayormente a explicar el campo fértil que la propaganda del cigarrillo encuentra en los jóvenes, el título, a través del desarrollo del texto, aparece explicado. La propaganda es eficaz para cambiar conductas. Y creer en ella es lo que los jóvenes deberían evitar.

En su totalidad, el texto explica las causas de un problema de actualidad. Desde el punto de vista estructural, según el esquema de Adam es un texto explicativo porque responde a la pregunta: “¿Por qué?” con un “Porque...”. Pero, ¿cómo lo hace? ¿Con qué recursos lingüísticos se está jugando?

Aparentemente, pertenece a una especie de textos que cumple con determinada función comunicativa: informar sobre un hecho verdadero que preocupa a muchos, y eso es lo que la consideración de géneros discursivos toma en cuenta. Además, el texto en sí mismo tiene características prototípicas (estructurales) de texto explicativo, y el profesor podría enseñarlo sin mayores problemas al estudiante. Por su parte, el estudiante puede comprenderlo a través de varias fases: una de ellas es interpretar el vocabulario medianamente especializado; otra de ellas es percibir que el texto es perteneciente a un determinado género discursivo, atendiendo a su funcionalidad, a la intencionalidad del emisor global (el responsable de todo el texto: L0), a lo que este pretende del receptor.

Ahora bien, existe una dificultad en este texto, y es debida a su estructuración en dos niveles de enunciación. El locutor L0 (el periodista responsable de la nota) profiere enunciados que pueden ser considerados verdaderos, en tanto informan. Sin embargo, L1 (el doctor Hugo Míguez que el periodista cita) emite una opinión. Esta opinión es fundamental para reconocer el género discursivo de este texto, puesto que se da el contrasentido de que en la opinión citada está la explicación de por qué los jóvenes buscan en el alcohol y el cigarrillo la conversión en superhombres. En este sentido, más que verdadera, su opinión es verosímil. Por lo tanto, en cada nivel de enunciación nos encontramos con géneros discursivos diferentes: en uno se informa y se asume que lo que se dice es verdadero (nivel L0); en el nivel del locutor citado L1 la realidad es como él la ve. Estamos frente a su opinión, que puede o no rebatirse. Estos dos niveles de enunciación son los que en definitiva constituyen este texto, que, de ser una aparente y simple información o explicación de un hecho, se convierte, en su matriz, en un texto que posee dos géneros discursivos en lugar de uno. En estos casos, se deberá recurrir al que predomine, y este, sin lugar a dudas, estará en la responsabilidad de L0, que es, en este caso, el periodista responsable del artículo, quien busca explicar y no persuadir.

¿Qué diferencia el género persuasivo del informativo? La diferencia entre verdad y verosimilitud es una de las marcas que pueden encontrarse para diferenciar un texto demostrativo o informativo y un texto de opinión. Russo y Lerner (1975), realizan una subclasificación del discurso informativo: cuando es verdadero, y el enunciador asume esa veracidad como una característica misma que emana del contenido de la información brindada, el discurso será específicamente informativo, explicativo. Cuando el enunciador necesita ser creído, cuando el discurso puede ser verosímil, se intenta persuadir. En otro documento de esta misma serie se trató ya este tema, de modo que se va a considerar esta clasificación a modo de simple comentario. Simplemente, estas formulaciones han servido para demostrar que estamos frente a un texto que no es tan ingenuo como parecía, porque es híbrido, aunque predomine la explicación, porque el enunciador global es el responsable del discurso total, al fin.


2.2. Una posible solución

La falta de rigurosidad para caracterizar los textos, la presencia de textos híbridos, no totalmente “puros”, es en realidad, un hecho cotidiano; si ello ocurre se está dentro de los parámetros  considerados “normales” en la lingüística de la comunicación. Las tipologías puras son difíciles de encontrar si no es en la teoría. Cuando vamos a tratar de clasificar los textos según esas caracterizaciones teóricas, nos encontramos con que en verdad no es posible hacerlo con una total convicción de que se esté yendo por el camino cierto.

Esto ha llevado a la idea de volver a operar con géneros; no con géneros literarios (que en sí mismos siempre fueron una clasificación –para muchos discutible–), sino en géneros discursivos, que nos permitirán además cubrir productos lingüísticos en lengua estándar. Como se vio, el texto 1 posee desde el punto de vista discursivo una predominancia de información verdadera por un lado; por otro, estructuralmente, presenta un problema y una posible explicación del mismo. Estas son dos características específicas de la explicación; y lo es, desde el punto de vista del enunciador global L0. Dentro de él, y en boca de otro enunciador L1, surge otro género, el persuasivo. Pero surge como un instrumento que sirve a la explicación, y como tal debe entenderse. Estas realidades del texto permitirán al docente mayor libertad de acción para poder establecer sus clasificaciones. Se deberá evitar caer en el simplismo de obtener una lectura lineal de los textos.


2.3.  Parámetros de clasificación en géneros discursivos

Bruner (1998) sostiene que existen dos modos de pensamiento, que se conectan con dos géneros de la realidad psicológica. Estos dos modos están vinculados estrechamente con los criterios de plausibilidad o de veracidad, y el criterio de verdad y no contradicción. El primero es posible en el modo narrativo, el segundo es posible en el modo no narrativo. Esta es la justificación de Bruner para considerar un relato y un argumento como clases naturales diferentes. Mientras el primero es interpretativo, asociativo, temático, descriptivo, el otro será deductivo, categorial, predictivo. Los seres humanos (Teberosky, 1995) daríamos cuenta de las acciones y las intenciones en términos narrativos, de las características de los objetos en términos de una descripción y de las consecuencias de los hechos físicos en términos de procesos causales.

La pregunta es ¿cuántos son los textos que se pueden clasificar en géneros discursivos? Y por otro lado, ¿será la clasificación en géneros discursivos otra manera de constreñir los textos so pena de convertir en huérfano a aquel texto que no posea determinado formato?

Bajtín (2002) considera que el uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados orales y escritos concretos y singulares que pertenecen a los participantes de una u otra esfera de la praxis humana. Será atendiendo a esta realidad, que estos enunciados se harán poseedores de una determinada estructuración. Tres serán los elementos que estarán indisolublemente vinculados a la totalidad del enunciado: el contenido temático, el estilo y la composición, que variarán según la esfera comunicativa en la que ese enunciado se profiera. Cada enunciado existe por su esencia individual, pero cada esfera del uso de la lengua (esto significa, según ya se dijo, cada situación comunicativa) elabora sus tipos relativamente estables de enunciados a los que llamamos géneros discursivos.

Las posibilidades de la actividad humana son inagotables; la riqueza, heterogeneidad (en tanto pueden ser orales y escritos) y diversidad de los géneros discursivos es inmensa; y en cada esfera comunicativa existe todo un repertorio de ellos que se diferencia y crece a medida que se desarrolla y se complica la esfera misma.

Efectivamente, debemos incluir en estos tanto las breves réplicas de un diálogo cotidiano (tomando en cuenta el hecho de que es muy grande la diversidad de los tipos del diálogo cotidiano según el tema, situación, número de participantes), como un relato (relación) cotidiano; tanto una carta en todas sus diferentes formas, como una orden militar, breve y estandarizada; asimismo, allí entrarían un decreto extenso detallado, el repertorio bastante variado de los oficios burocráticos (formulados generalmente de acuerdo con un estándar), todo un universo de declaraciones públicas (en un sentido amplio); las sociales, las políticas; pero además tendremos que incluir múltiples manifestaciones científicas, así como todos los géneros literarios (desde un dicho hasta una novela en varios tomos).

Podría parecer que la diversidad de los géneros discursivos es tan grande que no hay ni puede haber un solo enfoque para su estudio, porque desde un mismo ángulo no podrán estudiarse todos los fenómenos tan heterogéneos ya mencionados. Se podría decir que el parámetro común, será la funcionalidad que posean los textos en tanto construidos por enunciados. Se tendrá en cuenta para ello el emisor y su propósito, qué actitud posee respecto del oyente y cómo esto repercute en la formalización lingüística del texto.

Bajtín establece, para precisar más su clasificación, una distinción entre géneros discursivos primarios y secundarios. Los primarios serán los de naturaleza funcional más simple, en cambio los secundarios responden a las complejidades de las novelas, los dramas, investigaciones científicas de toda clase, géneros periodísticos; es decir, son los que surgen bajo condiciones de comunicación cultural más compleja, más desarrollada y organizada, y principalmente escrita.

En el proceso de su formación estos géneros absorben y reelaboran diversos géneros primarios simples, constituidos en la comunicación discursiva inmediata. Los géneros primarios que forman parte de los géneros complejos se transforman dentro de estos últimos y adquieren un carácter especial: pierden su relación inmediata con la realidad y con los enunciados reales; por ejemplo, las réplicas de un diálogo cotidiano o las cartas dentro de una novela, conservan su forma y su importancia cotidiana tan solo como partes del contenido de la novela, participan de la realidad solamente a través de la totalidad de la novela, es decir, como acontecimiento artístico y no como suceso de la vida cotidiana. De estos distintos niveles o capas de enunciación ya se había hecho mención.

Por todo ello, se observará que la diferencia entre los géneros primarios y los secundarios (ideológicos) es extremadamente grande y es de fondo. No obstante, es preciso establecer un análisis que se dirija a determinar los dos tipos de géneros discursivos. Orientar el análisis en una sola dirección lleva ineludiblemente a una vulgarización de todo el problema, en opinión de Bajtín. La relación mutua entre el lenguaje y la ideología o visión del mundo se verían de algún modo explicados a través de esta clasificación.

El docente, en la clase, observará tanto los géneros primarios como los secundarios. Los primarios se darán en el discurrir cotidiano del diálogo con el alumno. Los secundarios, en cambio, surgirán toda vez que el discurso sea más elaborado y cuidadoso. Si bien en la lengua escrita es más común que esto ocurra, en una exposición oral preparada por un alumno, por ejemplo, se puede estar frente a un género discursivo secundario, puesto que ha sido elaborada para tal fin, cuidadosamente. En estos géneros discursivos puede aparecer la lengua estándar, como sucede, por ejemplo, en la explicación o exposición, sea escrita, sea oral. En ese sentido, se debe orientar al alumno a organizar su discurso, atendiendo el género del que vaya a hacer uso.

2.4. Sobre la subjetividad y objetividad en la explicación

Se observará que estas clasificaciones, a pesar de ser diversas, permiten al docente establecer un parámetro común; este será el de considerar la situación comunicativa, la intencionalidad del enunciador, la función del lenguaje que el texto cumple, la función social en la que está inmerso, los efectos perlocutivos que el texto piensa lograr, la estructura secuencial, y con estos elementos se puede considerar el texto como una narración, una información o explicación, una persuasión, una descripción, una conversación, o como perteneciente a géneros más específicos, como la carta, el informe, las instrucciones, la crónica. Siguiendo la tipología de Adam, se clasifica cada uno de ellos según pertenecientes a un tipo por su secuencia textual, pero estudiándolos desde el punto de vista de los géneros discursivos, el docente tendrá más libertad de considerarlos en sí mismos como producto de una situación comunicativa y no como pertenecientes a un tipo de texto atendiendo exclusivamente a su forma o secuencia textual.

Todo texto tiene una estructura secuencial, además de una intencionalidad y un efecto que pretende producir en el receptor. Esta será la amplitud que podrá tener el docente: considerar cuáles son las características del texto, qué tienen en común con la secuencia de otros textos, y qué los particulariza; observar, además, que un texto jamás es unívoco, y que en él se suman varios géneros. A pesar de todo, según esta autora “no hay género que escape a la acción de la subjetividad, ni el discurso de los historiadores, ni el de los geógrafos, ni el de los lexicógrafos, ni el de los juristas, ...”.

Ahora bien, si los textos son los productos de actos de comunicación, no podrán interpretarse fuera del entorno situacional que supone este acto. La intención significante del emisor no tiene existencia de hecho, ni es lingüísticamente pertinente, si el receptor no la puede identificar. Por lo tanto, los mecanismos interpretativos forman parte de una hipótesis que el receptor se formula, para poder decodificar satisfactoriamente el contenido semántico-pragmático del producto lingüístico del emisor. Entiéndase este emisor como quien habla, quien escribe, o como el narrador de un texto literario, que no puede interpretarse como el escritor real sino como el enunciador ficticio.

Por lo tanto, la pragmática es el eje. Los géneros discursivos están alrededor de este punto axial, giran en torno a lo que un emisor busca comunicar y a cómo lo logra, mediante qué procedimientos lingüísticos y en qué situaciones comunicativas se instaura para establecer contacto con el receptor. Este juego lingüístico permite operar entonces con mayor amplitud, y permite considerar las formas lingüísticas al servicio de cada acto comunicativo como algo fundamental.

Según han afirmado autores citados en este documento, se podría decir que no existe entonces un texto puramente informativo. Russo y Lerner (1975) afirman que el único que podría considerarse verdadero y objetivo sin réplica es el científico. Se asumen sus aserciones como verdaderas sin objeción. Se verá esta afirmación en los textos que se presentarán a continuación.


Texto 2

Percepción

Si uno busca una definición de percepción encontraremos la siguiente: acción de percibir el mundo exterior por los sentidos. Pero la percepción es un proceso más complejo que va más allá de la recepción de un estímulo, es la relación que hay entre los receptores y el sistema nervioso central.
Los receptores captan el estímulo y lo llevan a la corteza sensorial del cerebro, de esta zona van a la corteza de asociación donde realmente se interpretan las recepciones sensoriales que denominamos percepciones.
Un ejemplo para graficar lo anterior es lo que ocurre cuando se produce dolor frente a un estímulo nocivo, un golpe o temperatura. Esta sensación se origina cuando los receptores del dolor que están en todas partes del cuerpo captan el estímulo. De estos receptores, la información pasa por una vía nerviosa ascendente de la médula espinal, llegando a la corteza cerebral, específicamente a la zona cortical sensorial y de aquí pasa a la corteza de asociación donde se produce la interpretación de la sensación dolorosa.
 (Ciencias de la Naturaleza. Segundo año de ciclo Básico)


Este texto es bien diferente del presentado en páginas anteriores. Es una explicación que se puede leer en el libro de texto de Ciencias de la Naturaleza. Allí se explica (define, describe) qué es la percepción. Los tiempos verbales están en presente, la tercera persona del discurso (gramatical) es la que predomina en todo el texto. Estas marcas lingüísticas ayudan a ver el texto como de naturaleza predominantemente objetiva. Se enuncia una verdad científica, irrefutable, en tanto ha sido comprobada ya, antes de ser enunciada. Lo que se realiza en esta explicación es en primer lugar una definición, y luego una descripción del fenómeno que será objeto de la explicación.

Sin embargo, como el discurso es didáctico, el texto no posee una total neutralidad al respecto. Comienza con una referencia que puede ser personal respecto del propio enunciador L0 que, por otra parte, es el único enunciador responsable en este texto: “Si uno busca una definición de percepción encontraremos...”. La causa es exclusivamente pragmática; se busca convertir en participativo al receptor, que será el adolescente que estudie en este libro. Esta es una muestra de cómo un texto que en su esencia es objetivo, reviste, en alguna porción de sí mismo, carácter subjetivo. Esto no le impide pertenecer al género explicativo; lo que se logra es, simplemente, encontrar otros ecos en el receptor, no distanciarse demasiado de él, porque el lector será, en definitiva, el destinatario de las palabras de quien escribe. Y el enunciador está interesado en ser leído y entendido, en este caso en especial, puesto que se trata de un texto didáctico.

Lo subjetivo está marcado también, aunque menos notoriamente, en el ejemplo del último párrafo. Luego de la definición de lo que se llama percepción, se lee en este párrafo un ejemplo, en el que se involucra nuevamente al lector. Se busca de él una participación, puesto que el ejemplo surge de situaciones de la vida cotidiana. Estos medios permiten que el texto científico sea mejor recibido y aprehendido por el estudiante, puesto que su interpretación depende de dos factores: uno, la estructuración sintáctica de los enunciados, de naturaleza compleja, con abundantes subordinadas. El otro factor es que el lector esté en conocimiento del vocabulario específico utilizado.

Es necesario que el docente tenga en cuenta estos factores, para poder trabajarlos en clase. Interpretar este tipo de textos supone un complejo entramado de mecanismos cognitivos, todos vinculados entre sí. No se puede entender lo que en él se dice si no se entienden las palabras, y por otro lado, tampoco se puede llegar al meollo de la explicación si no se deshila poco a poco la compleja red que vincula los conceptos vertidos en el texto. En este sentido, un buen ejercicio para poder determinar si el estudiante entiende o no lo que lee es la paráfrasis. Si es capaz de parafrasear lo que leyó, es porque logró captar su centro temático. En este caso, el estudiante debe entender el porqué, y el cómo, puesto que en este texto abundan las descripciones: de eso se trata, en definitiva, una definición.

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