EL
GERUNDIO DE POSTERIORIDAD. ¿UN PROCESO DE CAMBIO?
Presento acá un adelanto. El trabajo completo está publicado por la Sociedad Española de Lingüística. Se puede ir a él a través de este enlace:
carmen
lepre pose
Universidad
de la República Oriental del Uruguay
Academia
Nacional de Letras del Uruguay
Institutos
de Formación Docente, Uruguay
1.
Justificación
de nuestro trabajo
Es
frecuente escuchar de los entendidos recomendaciones acerca de
limitar el uso del gerundio. En efecto, si, a través de cualquier
buscador, se consultan las páginas de Internet solicitando
información sobre “gerundio” es probable que se nos presente una
cantidad muy considerable de páginas Web y de enlaces a foros en
donde se habla del uso “inapropiado” o “abusivo” que se
realiza de esta forma no personal del verbo.
Si,
por el contrario, se consultan algunas gramáticas, sean del siglo
XIX o del siglo XX, también encontraremos esos comentarios, fuente
en la que se basan los ya mencionados entendidos
para denostar el uso.
Cabe
preguntarse, ¿por qué tanto afán en desecharlo, en limitar al
usuario de la lengua en su selección, cuando con las otras dos
formas no conjugadas, participio e infinitivo, no existen
constreñimientos? Con el infinitivo y el participio no hay tanto
empeño en explicar, registrar y listar “incorrecciones”. Sin
embargo, decenas de personas gastan páginas y páginas en Internet y
en otras publicaciones para aconsejar cómo debe emplearse, cuáles
de sus “usos” están “correctos”.
¿Cuál
es el origen de esta aparente fobia? Nuestro antiguo interés en
contestarnos esta pregunta motivó una de las investigaciones que
realizamos para la Academia Nacional de Letras en el marco del
proyecto de la RAE de becas de colaboración e investigación para
las Academias de Hispanoamérica. Intentamos en la investigación
explicarnos, en un principio, cuáles son las frecuencias de los usos
de posterioridad, basadas en la certeza de que es una forma que en
realidad, aunque esté combatida, se utiliza realmente y sin
vergüenzas, y no solo en la prensa, lugar de la lengua escrita del
que los estudiosos desean erradicar el abuso del gerundio. En el
correr de la investigación, y frente a la presencia de los primeros
ejemplos que encontramos, la pregunta fue otra: ¿existe
una función sintáctica especial para este significado? En tal caso,
¿el significado incide en la función?
Debido
a que las gramáticas han dado en explicar cuándo debe y cuándo no
debe utilizarse, algunos docentes de Lengua y algunos correctores de
estilo llegan a recomendar no usarlo, para evitar al usuario común
complicadas elucubraciones y análisis gramaticales que superan
conocimientos poco profundos de la gramática de la lengua. A tal
grado que, en una página de Internet del diario argentino La Nación,
se refiere una anécdota: “Hay un famoso cuento sobre un redactor
al que le habían prohibido usar el gerundio, y para que pudiera
reconocerlo, le dijeron que el gerundio terminaba en –ando o en
–endo. Desde entonces, el obediente periodista no usó más la
palabra cuando”.
(La Nación. 25 de octubre de 2005)
Esta
anécdota, que tal vez muchos conozcan, muestra claramente cómo nos
hemos obsesionado en el criterio de corrección.
Pero
veamos con algún detalle, mínimo dentro del espacio con el que
contamos, cómo se ha ido generando esta aversión, y qué
componentes de esta forma son los responsables de ciertos rechazos de
algunos gramáticos.
Una
posible manera de comenzar a visualizar los problemas que el gerundio
acarrea, es leer directamente en las gramáticas cómo han procedido
los teóricos para describir sus comportamientos.
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