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domingo, 10 de agosto de 2014

La persuasión, la argumentación, la demostración 2ª parte

5. Persuasión, argumentación, opinión, demostración
5.1. Informaciones que buscan persuadir
A continuación se verá un texto en el que abundan enunciados y párrafos enteros de información que el enunciador brinda al lector. Sin embargo, su discurso no es meramente expositivo, porque los fines de la información brindada, muchísima de ella efectivamente verificable, no poseen como fin simplemente el de brindar información al lector.

Texto Nº 3
Breton, Buda y el Teatro Odeón
Por Beltrán Gambier
Para LA NACION

Me emocioné una mañana de sol al visitar la casa de Bertolt Brecht en Berlín. Permanecí un largo rato, casi solo, entre sus libros y sus objetos. Con André Breton no será posible, desde ahora, experimentar igual sensación. A pesar de ser un hombre clave en el mundo cultural de la Francia del siglo XX, las autoridades de ese país no han mostrado un gran fervor por conservar el conjunto de sus papeles, manuscritos, objetos y las obras de arte que reunió en su vida, pese a la movilización y reclamo de más de tres mil intelectuales franceses.

La venta por subasta pública decidida por la hija de Breton es una prueba de ello, pues el gobierno francés sólo adquirió algunos de estos bienes. Cuando Bretón nacía, en 1896, en el Teatro Odeón de Buenos Aires se proyectaba, por primera vez, una película cinematográfica en la Argentina. Ese magnífico ámbito de la cultura porteña, por el que pasó buena parte de los grandes actores y cantantes líricos del siglo XX, fue demolido en 1990, pese a estar protegido. La ley 14.800, vigente todavía, obliga al propietario del predio a construir un nuevo teatro, pero hasta el momento no ha habido autoridad capaz de hacerla cumplir.

En el siglo XXI, otro gobierno, el de los talibanes, decidió  la absurda destrucción de dos gigantescas estatuas de Buda, de 1800 años de antigüedad, esculpidas en la ladera de una montaña en Bamiyan, Afganistán. Fue el 10 de marzo de 2001.

En cada uno de estos casos, el papel del Estado asume características diversas, pero en los tres está ausente la vocación de preservar ciertos bienes culturales. Hay otros supuestos en los cuales se llega al terreno judicial en la defensa del patrimonio cultural. Es el caso que se presenta en Madrid, donde la asociación de vecinos del barrio de Los Jerónimos se opuso al desmantelamiento del claustro de la iglesia y a las obras de ampliación del Museo del Prado, que están hoy en plena ejecución. La Justicia accedió a detener las obras, pero los vecinos no lograron constituir la garantía necesaria para satisfacer los perjuicios frente a una eventual sentencia adversa. Por eso, las obras siguieron a pesar de que en el caso el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), una prestigiosa organización no gubernamental reconocida por la Unesco y especializada en el tema, formuló severas críticas al plan de las obras por violación a los principios reconocidos internacionalmente para la conservación de monumentos, contenidos en la Carta de Venecia, de 1964.

Todos estos ejemplos muestran que cuando el poder público decide actuar en un sentido, o no actuar, es muy difícil lograr una rectificación del rumbo, aunque su política tenga una fuerte oposición de la opinión pública. Eso hace que muchos bienes culturales corran peligro. Se hace necesario crear nuevos espacios de participación y dotar a quienes se decidan a intervenir en estas cuestiones de las herramientas jurídicas idóneas.

Si en un momento dado hubo quienes tuvieron la conciencia necesaria para crear Greenpeace y con ello contribuir a la preservación del medio ambiente, ya es hora de promover la creación de una organización internacional con el propósito de coordinar los esfuerzos de preservar los grandes frutos de la cultura humana.
El autor es abogado y profesor de derecho administrativo.
 25 de julio de 2003

En los tres primeros párrafos del texto se presentan hechos incontestables, aunque presentados no de una manera totalmente objetiva, porque el enunciador manifiesta sus emociones ante esos hechos, y realiza evaluaciones de los mismos, a través de una forma de crónica de hechos: “Me emocioné una mañana de sol...”,   “...la absurda destrucción de dos gigantescas estatuas de Buda, de 1800 años de antigüedad,...”. Luego, en los párrafos siguientes, el enunciador manifiesta claramente su opinión al respecto de esos hechos, que son utilizados, además, para servir de base a su argumentación básica: los frutos de la “cultura humana” no son respetados, y nada se hace por preservarlos o restablecerlos.
El contraste entre los hechos presentados y la opinión del enunciador se manifiesta, entre otras cosas, a través de las formas verbales conjugadas. Los hechos que forman parte de la crónica cultural son presentados en pretéritos y en copretéritos “me emocioné”, “permanecí”, “nacía”, “se proyectaba”, “decidió”, lo cual permite otorgar veracidad a lo afirmado: efectivamente ocurrieron. Se intercalan, no obstante, junto a los hechos propios de la crónica revelada, ciertos comentarios que tienen otra relación con el presente del enunciador. Al ser evaluaciones de estos hechos, aparecen presentes y futuros, puesto que el emisor se posiciona desde su acto de la enunciación para formularlas “será posible”, “no han mostrado”, “obliga”, “ha habido”. Se combinan futuros con presentes y con antepresentes, formas que de todas maneras se conectan directamente con el presente del emisor, forman parte de sus presunciones, de sus asertos y de la subjetividad con la que logra observar algunos hechos del pasado que se proyectan en su presente, como es el caso del uso de los antepresentes.
Por lo demás, en el resto del texto, en el que se asumen papeles de evaluador crítico de hechos históricos que involucran el compromiso del hombre con la cultura que produce, el enunciador-productor de este texto elige volcar sus ideas en una forma impersonal, poco identificadora de sus propias opiniones. Ya se mencionó que esta técnica puede, en estos casos casi universales, lograr mucho más efecto que la utilización de marcas lingüísticas que permitan identificar las opiniones directamente con el enunciador, como pueden ser los pronombres y los verbos en primera persona. El carácter de premisa universal logra mejores resultados persuasivos en estos casos.
Estas consideraciones llevan a determinar que un texto, que aparentemente toma los rasgos generales de una reflexión sobre la realidad, va más allá de la reflexión, y concluye con una prescripción “...ya es hora de promover...” que busca cambiar la conducta de la comunidad en general.
El texto aporta rasgos que permiten determinarlo globalmente como argumentativo, a pesar de que en los primeros párrafos el lector se encuentre con una exposición cargada de opiniones personales que pueden apuntar a otra posible clasificación de lo que está leyendo. Desde su título “Breton, Buda y el Teatro Odeón”, en el que se vinculan personajes y obras que permiten al lector vincular el arte, la religión y las creencias del hombre en una sinfonía cuyo fin solamente un lector muy culto e informado logra anticipar, hasta la conclusión prescriptiva, marcada específicamente por su comienzo subrayado para la cita “ya es hora de promover la creación de una organización internacional con el propósito de coordinar los esfuerzos de preservar los grandes frutos de la cultura humana”, se pueden detectar no solo intenciones, sino estructuras comunes en este tipo de textos, que se irán viendo en el correr de este documento.
Se podría decir que los primeros párrafos están cargados de otro aditamento: la connotación. Esta, en realidad, es característica intrínseca del discurso literario; no es propia de un discurso objetivo, aunque no se ha dicho que este lo sea totalmente, puesto que estamos frente a apreciaciones personales del enunciador. Los ejemplos de la realidad son utilizados como imágenes de a lo que puede llegar el poco escrúpulo del hombre y el poco respeto que pueda tener hacia lo que él mismo y sus predecesores, su tradición, producen. Se verá con estos ejemplos que hay muchas maneras de argumentar, y que las ligaduras de este tipo de texto con los demostrativo-expositivos a veces son fuertes.
Se hace necesario, por lo tanto, precisar terminología, delimitar territorios y definir campos. Se tratará, entonces, de determinar hasta dónde un discurso es persuasivo, cuándo es argumentativo, cuándo una opinión y cuándo una demostración.
Persuasión y argumentación suponen  un  discurso tendiente a generar en el receptor el apoyo a la idea emitida por el emisor, intentando que medie la relación de verosimilitud para lograrlo. No importa que el asunto a persuadir sea verdadero o falso, en realidad. Importa que sea verosímil. Existen en la persuasión dos presupuestos ineludibles: un acuerdo y un desacuerdo mínimo entre el sujeto emisor y el receptor respecto de la tesis. Si los interlocutores están en un todo de acuerdo o si están en un todo en desacuerdo, es imposible la existencia del discurso persuasivo. Uno de los dos debe estar dispuesto a admitir eventualmente los puntos de vista del otro. A diferencia del razonamiento demostrativo, el argumentativo y persuasivo necesita del receptor un desacuerdo, ignorancia o duda. Es en este sentido que la argumentación - persuasión se diferencia de la demostración. En esta última se ha generado un conocimiento de la verdad: si hay demostración de ello, el enunciado es verdadero. Cuando persuadimos, en cambio generamos verosimilitud.  Habremos creído si la persuasión fue satisfactoria. No será así si fue insatisfactoria. Se verá, por consiguiente, que si bien en un principio se había hecho una distinción primaria entre persuasión y argumentación, en los hechos son textos de la misma clase, porque generan en el receptor conductas y porque existen en ellos las mismas características respecto de las condiciones de verdad de sus razones.
En este sentido, en el texto Nº 3 existen párrafos verificables a través de la observación directa, se dan informaciones ciertas, para creer las cuales no debemos hacer un acto de fe en el enunciador. Sin embargo, cuando el enunciador da su opinión, el lector debe creer sus asertos como “Todos estos ejemplos muestran que cuando el poder público decide actuar en un sentido, o no actuar, es muy difícil lograr una rectificación del rumbo, aunque su política tenga una fuerte oposición de la opinión pública. Eso hace que muchos bienes culturales corran peligro.” Creer o no creer estos asertos corre por cuenta del carácter de verosimilitud que el enunciador pueda haber transmitido.
Cuando el conocimiento de la realidad no alcanza la jerarquía de conocimento científico, se habla de opinión. Una opinión es una creencia bastante fuerte o más intensa que una mera noción o impresión, pero menos fuerte que un conocimiento positivo basado sobre pruebas completas o adecuadas (K. Young. Opinión pública, en la opinión pública y la propaganda, página 11). Ahora bien, para motivar cambios de conducta, en ambos casos (conocimiento científico y opinión) la persuasión juega un papel fundamental en la segunda y variable en el primero.
La persuasión, en la medida en que puede servir para generar verosimilitud, actúa indirectamente como motivadora de una conducta y modificadora de actitudes, o sea, integra el proceso de motivación aunque ella no se restrinja meramente a la persuasión, las prescripciones, la gestación de deseos en forma consciente o inconsciente.





5.2. Demostrar y argumentar: inclusiones y exclusiones


Los siguientes textos permitirán transcurrir por esas características y permitirán reflexionar acerca de las diferencias y los puntos en común de ambos discursos: la demostración y la argumentación – persuasión.

Texto Nº 4
Artistas uruguayos sin jubilación
Por Washington Lauria
Sabemos que hace tiempo, muchos compatriotas que cultivan el arte desde diferentes modalidades están luchando por obtener el derecho de una justa jubilación. Ahora nos enteramos que varios de ellos insisten en reclamar esa reivindicación, y que la han planteado al Parlamento para que tomen conocimiento nuestros legisladores y apoyen un proyecto que hace años está rodando por los despachos sin conseguir algún resultado positivo.
Nuestros actores y actrices, o músicos, o bailarines, o cantantes, o la infinidad de profesiones relacionadas con el trabajo artístico representativo, no pueden jubilarse en este país, porque no existe una ley que los proteja. ¡Parece inaudito, pero es cierto! Desde muchos años atrás están buscando que se les resconozca el merecimiento de su labor ejercida a lo largo del tiempo, y resulta imperioso que los parlamentarios actuales aprueben la ley que contemple esa actividad.
Si hasta ahora hemos omitido la consideración de las actividades artísticas como generadoras de derechos previsionales, es tiempo de rectificar criterios y cuanto antes iniciar la aplicación del mecanismo que proteja a cada artista nacional en cualquiera de sus manifestaciones artísticas.
Debemos tomar conocimiento de las maneras que internacionalmente se aplican en varios países, como por ejemplo en España, donde hasta los toreros generan sus derechos jubilatorios.
Acá en Uruguay, todavía subsisten diferentes omisiones, como ocurre también con los jugadores de fútbol, que hasta el momento no tienen en cuenta esta previsión social.
El principal obstáculo para terminar con esta injusticia es la voluntad política que deben tener los diferentes partidos con representación parlamentaria y por supuesto la iniciativa que debe nacer en el partido de gobierno, por lo que, quienes están desempeñando funciones, tanto en la Presidencia de la República, como en los Ministerios de Trabajo y Seguridad Social, de Educación y Cultura, de Economía y Finanzas y sus directores en el Banco de Previsión Social, son quienes tienen en sus manos la razonable salida que tenga en consideración que también hay uruguayos que colaboran en mejorar el prestigio de nuestro país.
La consideración de un régimen de aportes imprescindibles para financiar estas funciones también está considerada en el proyecto de ley que está transitando los despachos parlamentarios, por lo que no se debería perder la oportunidad de aplicar la previsión social para los artistas nacionales. *
 La República. 28/07/03



Mientras que en el razonamiento demostrativo solo se puede llegar a la verdad de la conclusión porque de lo contrario el razonamiento no se demuestra, en el argumentativo la verdad no es condición del proceso. No es imprescindible que se persuada al sujeto en cuestión. Ello es comprensible, porque el razonamiento demostrativo supone validez universal, mientras que el argumentativo puede persuadir en algunos casos y en otros no. Ya desde Aristóteles se conoció que hay que distinguir aquel tipo de razonamientos que llevan al conocimiento de la verdad o probabilidad, de aquellos razonamientos que solamente permiten concluir la verosimilitud de la conclusión.  El primer caso se dará en aquellas situaciones en que se expresa un conocimiento en un contexto en el cual se hallen explicitados de forma exhaustiva los principios básicos, puntos de partida y las reglas de derivación. Es el modelo de las ciencias formales, donde se precisa rigor absoluto. Russo-Lerner entienden que en este caso se está frente al razonamiento demostrativo. Razonamiento demostrativo, o razonamiento en sentido estricto, será entonces, el proceso de inferencias que se da en los contextos en que se ha explicitado taxativamente los puntos de partida y las reglas de derivación, inductivas o deductivas.
Se pueden reconocer en el texto Nº 4 varios segmentos de verdad incontestable que permiten al enunciador extraer conclusiones que lleven a la persuasión y a la modificación de conductas. Existe entre este texto y el anterior, el número 3, una leve diferencia. En el texto Nº 3, los primeros párrafos otorgan al lector información cultural que le permitirá al enunciador concluir con una prescripción, pero que dentro del texto operan de una forma connotativa porque son ejemplos que suponen información implícita y una lectura y comprensión profunda del texto en sí mismo, que es característica del lenguaje poético (a pesar de que el discurso no sea literario). En cambio, en el texto Nº 4 la información es objetiva, aunque se intercalen pensamientos exclusivos del enunciador como “¡Parece inaudito, pero es cierto!”.

En estos casos, Adam concluiría que estamos frente a textos expositivo-explicativos en donde se pueden presentar estos esquemas:
Si se da p (que los artistas no puedan jubilarse) es porque q (no hay una ley que los proteja). O lo que es lo mismo
P (los artistas no pueden jubilarse) es verdadero porque q (no hay una ley que los proteja)
Se verá que no estamos frente a argumentos, que pretendan convencer,
sino frente a razones que surgen de una relación causa-efecto. Esto es lo que diferencia argumentación de demostración.
Sin embargo, estas características no son permanentes en todo el texto. Se puede decir que este texto es un híbrido, porque intercala información objetiva con consideraciones personales del enunciador y al final se aportan recomendaciones que se acercan a la persuasión.  En ese contexto, las informaciones objetivas y demostrables, que no necesitan de la creencia del lector para que sean verdaderas, se convierten en la globalidad del texto en argumentos fuertes a favor de la propuesta del enunciador que es la de conminar a que las autoridades tomen cartas en el asunto y legislen a favor de la jubilación para los artistas y los jugadores de fútbol, (aunque estos últimos no eran su punto de mira inicialmente). De cualquier manera, la prescripción de la conclusión aparece modalizada, porque el enunciador utiliza el pospretérito que es el que aparece subrayado: “no se debería perder la oportunidad de aplicar la previsión social para los artistas nacionales”. ¿Qué se logra con la utilización de este pospretérito? No asertar plenamente, porque el enunciador no se compromete con lo que va diciendo; con el pospretérito se logra alejar del enunciador la responsabilidad de lo que dice, por lo tanto se busca no prescribir, no ordenar, simplemente sugerir. Sin embargo, se está en los terrenos de la persuasión, igualmente. Se divulga una información, se busca con este razonamiento demostrativo que tiene la validez de la verdad (y no de la verificación) que el lector se informe de determinada situación, junto con esta información incontestable el productor del texto evalúa y da su posición al respecto, y poco a poco el texto se va deslizando hacia la persuasión. Al principio zigzaguea entre persuasión y demostración, luego directamente persuade. Se habla de “omisiones”, de “injusticia”, de “aportes imprescindibles”.
El enunciador se posiciona temporalmente en un momento coincidente con el acto de la enunciación, todos los tiempos verbales son presentes y antepresentes1, que, si no coexisten puntualmente con su acto de la palabra, tienen una significación habitual, y otros se proyectan al futuro, sobre todo en las  perífrasis obligativas propias del discurso persuasivo como “debemos tomar conocimiento”. Asimismo, las formas personales en primera persona del plural evitan la absoluta objetiv¡dad e impersonalidad en las aserciones, que pretenden ser demostrativas. Se minimizan riesgos frente a una aserción totalmente impersonal, puesto que el enunciador queda involucrado dentro de esa primera persona.
¿En qué se acerca este texto al razonamiento demostrativo? En que si el lector no se aviene con la verdad de los primeros párrafos, todo el texto pierde validez. Si no es verdad lo que se afirma, estas informaciones dejan de ser válidas como argumentos para persuadir y para intentar un cambio de conducta social y jurídica.
Por lo tanto, y en la medida en que se dan razonamientos verificables y no verosímiles, se puede concluir que este texto puede considerarse persuasivo en la medida en que se lo vea globalmente, buscando la finalidad perlocutiva del mismo, y atendiendo a determinados elementos lingüísticos que lo avalan. Sin embargo, el punto de partida es el de un razonamiento demostrativo, que permite distanciarlo de los textos estudiados hasta el momento.
Es muy diferente, en cambio, el texto Nº 5, tanto en contenido como en forma.




Texto Nº 5


Los sonidos de la verdad

Por una ventana se escucha el ruido de la vida. Una canción que sube por el patio de luces, un reactor que rasga el cielo, el sonido de las fritangas, las escalas del aprendiz a pianista, la batalla verbal de la pareja de ancianos que ya no se quiere demasiado, el disco rayado que nadie escucha, los despertadores que suenan para nadie menos para el que no quiere despertarse. Todo eso llega por la ventana semiabierta de nuestra casa. Pero a veces la ventana no tiene postigos, sino botones. No tiene persianas, sino un cable y una antena. La radio es esa ventana por la que entran los sonidos del mundo para quedarse y habitar entre nosotros.
La radio tiene una superioridad mágica sobre el resto de medios de comunicación. Hay quién puede sospechar en cualquier momento que la prensa escrita no dice la verdad, que la entrevista publicada está maquillada, que la jerarquía de las noticias viene influenciada por los titulares valorativos del Consejo de Administración. La televisión, ese medio que había de ser el espejo implacable de la sociedad, ha demostrado su capacidad de mentir: el cormorán de la Guerra del Golfo venía de Alaska, la sonrisa del dirigente era falsa, el cuerpo destrozado de un suicida era en realidad un crimen de guerra. Todo eso hemos visto por televisión y más vale no volverlo a ver.
En cambio la radio tiene una inexplicable virtud. Pudiendo simular los efectos especiales sonoros, el oyente siempre sabe –y los profesionales también sabemos que lo sabe– que el periodista radiofónico está exactamente allí donde dice estar. Y que las entrevistas no pueden maquillarse. Y que la vida es más auténtica cuando la imaginamos. Solo por eso es un verdadero privilegio sentir ese vínculo entre una multitud invisible y los que estamos frente al micrófono. Es  cuando nos oímos que vemos la claridad y los matices.

Joan Barril. Periodista. En "Perfiles", octubre de 2002
(Nota importante a tener en cuenta para entender la finalidad implícita de este texto: esta publicación está editada por la ONCE, que es la organización que se encarga de promocionar oportunidades laborales, profesionales y personales para los ciegos en España)

Desde una atmósfera intimista, el enunciador de este texto intenta colocar al lector en su mundo, su visión de lo que presentará, y busca a través de todo el texto llevar el pensamiento y hasta el sentimiento y la emoción del lector hacia su terreno, sus experiencias, sus vivencias y sus creencias. Es el texto persuasivo por excelencia. Genera verosimilitud, el lector no debe creer o no en la verdad de lo que dice, sino sentir lo que el productor siente. Inclusive, desde el punto de vista de la verificabilidad y veracidad, algunos de los argumentos hasta pueden ser discutibles. Pero ello no los invalida como tales, porque lo que se busca con ellos es que sean creíbles, no verdaderos estrictamente.
Existe vinculación con la connotación, aunque el resultado general no sea la lectura de un texto literario, al igual que ocurrió con otros textos presentados. En el título se vislumbra una conclusión a la que irremediablemente se llegará, por un medio u otro. Lo que se afirme en el texto nos llevará a la conclusión de que esos sonidos, no se sabe aún cuáles, serán verdaderos. En el primer párrafo se describen todos los sonidos que pueden entrar por una ventana abierta: los sonidos de la vida, del mundo, los producidos por el hombre viviendo en comunidad con otros hombres. Inmediatamente se vinculan esos sonidos que entran por la ventana abierta de cualquier residencia del hombre, con otros sonidos que entran no ya por una ventana, sino por un aparato electrónico.
A partir de ahí, en el segundo párrafo se desarrolla esa hipótesis que será el centro de todo el texto y que se vincula con el adelanto del título: la virtud que posee la radio sobre los demás medios de comunicación, la de ser verdadera, la de no mentir información, la de aportar datos verificables y certeros. “Pudiendo simular los efectos especiales sonoros, el oyente siempre sabe –y los profesionales también sabemos que lo sabe– que el periodista radiofónico está exactamente allí donde dice estar. Y que las entrevistas no pueden maquillarse.”
Se verá que los argumentos que se dan no son de índole demostrativa, sino que apelan a la credibilidad del lector. A ellos se le suman apreciaciones personales del enunciador, que no sólo no pueden ser verificables, sino que son producto de una visión subjetiva de la realidad: “Y que la vida es más auténtica cuando la imaginamos.”
Desde la perspectiva lingüística, el enunciador se posiciona en su presente de enunciación por medio de un “nosotros”, es decir, adopta la primera persona del singular, que permite vincularlo más estrechamente con las vivencias que se describen en todo el texto. No es ciertamente un discurso impersonal como el de otros textos, porque son sus impresiones personales y su punto de vista el que será prioritario como recurso persuasivo. Con ello busca, como en otros textos, complicidad con el lector, que se verá influenciado por su enunciación, y recorrerá con él el camino: “nuestra casa”, “hemos visto”, “imaginamos”. Los verbos, asimismo, están en la línea de los presentes, y antepresentes, de manera que la cercanía con el lector es expresamente buscada para que participe en todo momento de las impresiones establecidas.
Esta realidad a la que se hace referencia desde distintos ángulos está teñida en bastante medida de subjetividad, la perspectiva personal de quien brinda esos comentarios. El lector puede sentirse compenetrado con ellos, avalarlos o considerarlos insuficientes e inclusive descalificarlos. Pero no se trata de eso. Para poner de su lado las percepciones del mundo que el lector pueda tener, la técnica que encuentra no es una argumentación lógica, verificable, sino verosímil. El lector solamente se mostrará convencido de las afirmaciones del texto en la medida en que se sienta comprometido con los mismos asertos del enunciador. Se busca, por lo tanto, persuadir.
Sin embargo, el esquema prototípico del texto es el de una argumentación lógica. Existen razones, supuestos, conclusiones. El sustrato o sustento es argumentativo, pero el texto es mucho más rico que eso, porque persuade al lector y lo pone del lado de la creencia más que del lado de la verdad. Y por sobre todas las cosas, en este texto se aproxima quien lo lee a una visión positiva y cargada de evaluaciones subjetivas que apelan, en quien recibe el mensaje, a lo emotivo, más que a lo intelectual.
En la mayoría de los casos se está frente a tesis respecto a las cuales no resulta posible ofrecer demostraciones absolutamente rigurosas, por lo que la conclusión no es totalmente verificable. A dichos razonamientos, se los llama razonamientos argumentativos o simplemente argumentaciones. En el razonamiento argumentativo hay un conjunto de pasos que permiten arribar a una conclusión, que sea verosímil; sus conclusiones son enunciados que se aceptan como verdaderos o probables. En este sentido, entonces, la argumentación integra el campo de la persuasión, en el sentido de que será o no persuasiva según los argumentos que intente comprobar. Se puede entender que la teoría de la argumentación es “el estudio teórico y sistemático de los procedimientos de prueba y de objeción que son utilizados para persuadir o disuadir de la adhesión a una tesis determinada”. (Gortari, 1965:253). O lo que afirma Salvador Gutiérrez (1998:240) “Una teoría de la argumentación estudia las técnicas de lo que podría dominarse el razonamiento práctico, el discurso con finalidad persuasiva. Tiene como objeto describir las técnicas discursivas que permiten provocar o acrecentar la adhesión de los interlocutores a las tesis que se presentan a su asentimiento.” La pugna entre demostración y argumentación se da entonces entre necesidad y verosimilitud.

5. 3. La verosimilitud como rasgo inherente de la persuasión
En la vida práctica la verosimilitud cumple la función de dotar a los razonamientos demostrativos de un poder de convicción afectivo del que muchas veces carecen por sí mismos, siendo entonces el vínculo de la demostración con la acción. En este caso la verosimilitud no será de la tesis, que ya ha sido demostrada, sino del enunciado que sostiene que debe actuarse de un modo determinado, el cual, a su vez, está fundado en la tesis demostrada. Esto es lo que puede observarse en el siguiente texto.

Texto Nº 6

Riesgo de fumador

Señor Director:

"En "Prohibido fumar" (Carta de lectores, LA NACION 24/7), el doctor C. Luna describe la epidemia del cigarrillo y solicita a los candidatos al Gobierno de la Ciudad sus planes para combatirla.

"El marketing de las tabacaleras crea modelos para los adolescentes: aparentemente rudos vaqueros o bellas mujeres ante los cuales nadie se resistiría, se los invita a "pertenecer" a la clase que goza y tiene éxito.

"El efecto imitativo es usado en la propaganda destinada al consumidor. Algunos dejan ver el marbete del cigarro ("un cigarro después de comer no hace mal a nadie") y se preguntan si son adictos. Es fácil saberlo: conservan su autonomía y no son por lo tanto adictos, sólo si pueden abandonar el hábito.

"Hace 20 años en nuestra televisión estaba prohibido fumar ante las cámaras; recuerdo un reportaje al gobernante de la época en 1981 donde la prohibición se violó. Hoy puede verse a algún periodista fumar un cigarrillo tras otro, al mismo tiempo que deseamos conservarlo curando su adicción, lamentamos el posible efecto imitativo en sus admiradores.

"La adicción a la nicotina atrapa al 80% de los que ensayan. Recientemente se comprobó en adolescentes que pueden quedar "enganchados" fumando menos de 5 cigarrillos diarios y aún sin fumar diariamente.

“Todos sabemos que el Fondo del Tabaco y el cigarrillo barato promueven el empleo y el consumo, pero no la salud, y que el fumar origina el cáncer con mayor mortalidad y el único prevenible del mundo."

Dr. Aquiles J. Roncoroni
Prof. Emérito de Medicina. UBA.



Dentro de la clase de texto conversacional que supone una carta, algo diferente a las informales, puesto que no supone una respuesta inmediata al ser medianamente unilateral por ser escrita para ser publicada, este ejemplo esconde un texto que busca convencer. Surge como contestación a una carta anterior, presuntamente persuasiva o argumentativa, como consta en el primer párrafo: “...describe...” y “...solicita...”. Frente a esta carta, el enunciador que firma la que se transcribe en el presente documento insiste en el tema y reargumenta a favor de lo que la carta anterior había presentado.
Los argumentos apuntan a los riesgos del fumador, pero no considerados al principio desde el punto de vista fisiológico o médico, sino desde el punto de vista de los argumentos persuasivos que se utilizan en las propagandas, que pueden llegar a ser creídos o avalados por determinados grupos sociales, como los adolescentes. De esta manera, el texto resulta interesante en sí mismo, porque, como en las cajas chinas, estudia la forma que adopta el discurso persuasivo en sí mismo en la publicidad, proponiendo por una parte asociar el cigarrillo con figuras de hombres rudos y bellas mujeres –que pueden resultar prototípicas para los adolescentes-; y por otra parte, buscando que la propaganda minimice la adicción que provoca el cigarrillo y permita conectar el acto de fumar a hábitos cotidianos como el comer, el hablar en una reunión.
En último lugar surge el argumento de corte médico, por la propensión a contraer cáncer en un fumador, que no solo funciona como argumento último, sino como conclusión irrevocable “promueven el empleo, pero no la salud”.
El enunciador se ubica desde su presente, como en todos los textos observados, y retrocede un poco en el tiempo al hacer alusión a la carta enviada por el doctor C. Luna y publicada en el número anterior del periódico. Inmediatamente surge en el texto la serie de argumentos presentados como demostraciones frente a las cuales es imposible indicar su falsedad. Son totalmente verificables. En este sentido, el texto es más una demostración que una argumentación. Es por eso que en su mayor parte el texto aparece en una versión de tratamiento totalmente impersonal, en tercera persona, con oraciones en voz pasiva e impersonales, en donde el agente responsable aparece desdibujado “es usado en la propaganda”, “es fácil saberlo”, “estaba prohibido fumar”. No obstante ello, y luego de terminada la serie de demostraciones verificables de las que se sirve como argumentos irrefutables, surge una primera persona del plural, que no es ciertamente un plural mayestático (ese plural formal, ese “nosotros” del que el hablante se sirve para minimizar su compromiso), sino que el enunciador pretende compartir con el lector los sentimientos que tales eventos le provocan “al mismo tiempo que deseamos conservarlo curando su adicción, lamentamos el posible efecto imitativo en sus admiradores”.
Adam, además de establecer esta misma diferencia de orden entre la demostración o razonamiento deductivo conformado por proposiciones encadenadas y la argumentación, propone que la conclusión de esta última es un acto de aserción que pone en juego diferentes inferencias, y presenta las inferencias como legitimando los enunciados. De esta manera, la argumentación no solo transfiere las premisas hacia una conclusión  con objetividad y verdad, sino que además se esfuerza por hacer pasar hacia la conclusión la adhesión a las premisas.
Respecto de la estructura básica del texto, no es obligatorio que haya más que una secuencia argumentativa de base.
Q, (Fume), por lo tanto p (tendrá graves problemas de salud).
Si q (Si fuma), entonces p (probablemente tendrá graves problemas de salud).

5.4. Marcas lingüísticas de la argumentación


Cuando la argumentación se da en situaciones comunicativas orales, y en textos conversacionales prototípicos, se pueden observar específicamente algunos ítemes léxicos que no ocurren tan sistemáticamente en lengua escrita. Según las circunstancias, las funciones argumentativas (Salvador Gutiérrez, 1998) pueden manifestarse a través de diferentes marcadores, que se transcribirán, casi textualmente, a continuación:

Si son de asentimiento, confirmación o adhesión, por la cual hay aceptación de una tesis o de una conclusión del interlocutor, los marcadores podrán ser: es verdad, tienes razón, de acuerdo, cierto, muy bien.
Si con la argumentación se busca una justificación o una prueba, el hablante explicará por qué ha proferido la frase o ha ejecutado el acto de habla precedentes. La tendencia en este caso es ser una tesis monologal. Los marcadores podrán ser pues, en efecto, porque.
Si hay una concesión, será posiblemente dialogal. El hablante se declara momentáneamente de acuerdo con una tesis defendida por el destinatario. Los marcadores serán cierto, es verdad, lo admito, tienes razón.
Si hay una rectificación, habrá seguramente diálogo y una propiedad relacional entre dos segmentos de enunciado o dos enunciados, uno de los cuales anule al otro a través de un marcador. El más común es al contrario.
Puede haber objeción, mediante una proposición que invalida otra. En estos casos, los enunciados proferidos afectan a lo dicho, sugerido o comunicado de forma implícita. Serán de diversos tipos:
a) objeciones en relación con una función pragmática: un recordatorio, una aserción, una enunciación de un directivo, una frase epistémica.
b) objeciones en relación con un papel argumentativo: integradas en una estrategia defensiva, ofensivas. Los marcadores serán pero, sin embargo, después de todo, no olvides que, permíteme recordarte...
Puede haber contestación, desacuerdo, disentimiento: contestación a una aserción, rechazo a cumplir una orden o súplica, rechazo irónico.
Otra posibilidad es la crítica, la acusación, el reproche: se acusa al interlocutor de haber dicho cosas inexactas, de haber deformado una descripción o relato. Habrá acusaciones de falsedad, crítica hacia un acto de discurso, crítica por el uso de una proposición verdadera, crítica por haber dado una orden, un consejo.
Y por último, en la tesis o conclusión: se puede apuntalar o combatir una tesis. Tras los argumentos se llega a la conclusión. Para evitar confundir este proceso y su resultado con la formulada con las leyes de la lógica, se denomina conclusión argumentativa. La tesis (el enunciado cuyo contenido está explícitamente apoyado o refutado en el texto) se presta a dos maniobras de sentido opuesto: la argumentación favorable (apoyo, defensa), la argumentación negativa (ataque).

6. Algunas conclusiones

Se ha trabajado como tipo o género discursivo la persuasión, dentro de la cual se inserta la argumentación, respondiendo a una estructura especial, de las contempladas por Adam y otros lingüistas. Se la ha contrapuesto, relativamente, a la demostración o a la exposición, de manera de ver sus similitudes y diferencias. Es bien sabido que a veces al docente le resulta difícil determinar cuáles son las diferencias entre un tipo de texto y otro. Por ello se han dado herramientas que es de esperar permitan dilucidar muchos de los problemas posibles al respecto.
Se ha descubierto que tipologizar no es una tarea que sea sencilla, que hay numerosos textos híbridos en cuanto a su estructura secuencial, por lo que la tarea del docente, si utiliza la tipología como una primera forma de aproximación al texto, no es sencilla. De cualquier manera, se ha visto también que realizar una primera clasificación formal del texto resulta didácticamente recomendable, porque es la primera aproximación a él, de la cual podrán provenir las restantes aproximaciones que tendrán que ver con sus contenidos temáticos, de función social, de función lingüística, de recursos pragmáticos que permitan involucrar al receptor y a lo que se pretende de él al haber elaborado esa forma de texto en particular y no otra cualquiera.
Se ha visto, en definitiva, que el texto es una forma que surge de la voluntad del enunciador, su único responsable, y que esa forma es la que permitirá al receptor en primera instancia decodificarlo, descubrir a través de ella qué se pretende de él. Y se ha visto, además, que si la forma del texto no es lo suficientemente clara, es decir, si nos encontramos con textos híbridos, entonces el receptor tendrá que echar mano de otros recursos para interpretar frente a qué texto se encuentra, y el desafío decodificador vendrá por buscar a través de las formas lingüísticas que lo componen: formas verbales, fórmulas de tratamiento pronominales, referencias hacia el enunciador y hacia el mundo, impersonalidad o subjetividad. Todo ello permitirá que el decodificador del texto pueda interpretarlo cabalmente en sus estructuras y en sus intencionalidades.

Prof. Carmen Lepre

Bibliografía

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