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jueves, 18 de agosto de 2016

Cuando el pospretérito deja de asertar

El condicional, o cuando el pospretérito deja de asertar

1. Introducción

Desde que surgió en el romance, el llamado “condicional” ha sido entendido y clasificado desde distintas perspectivas en el sistema morfológico, paradigmático y sintáctico del español. El epígrafe de este trabajo lo muestra en contextos que son los responsables, entre otras cosas, de su nombre, porque se observa en las hipótesis de las oraciones condicionales, junto con el subjuntivo en las apódosis, llevando al lector al mundo de la ficción total, de lo que no fue, de lo que posiblemente hubiera sido si hubiera sucedido. Las gramáticas españolas, en general, le han dedicado más espacio al estudio de este significado y fue incorporado, desde su nacimiento al paradigma del subjuntivo, sin atender otros significados que esta forma también posee.

Esta coexistencia sintáctica les permitió a algunos lingüistas a lo largo de la historia del español conectarlo íntimamente con las formas de la no aserción, y llamarlo condicionalfuturo hipotéticopotencial. Solamente Andrés Bello, rescatando su valor temporal, que según este autor es el significado fundamental, del que parten todos los demás, lo llamó pospretérito.

No obstante, se lo lee y se lo escucha en otros contextos sintácticos que constituyen actos de habla diferentes a los citados en el epígrafe, que en la actualidad suelen ser del mismo modo frecuentes; algunos de ellos han sido combatidos como usos incorrectos del lenguaje por gramáticos durante los siglos cumplidos que tiene esta lengua romance que hablamos. El llamado condicional de modestia y el condicional de probabilidad encontraron alguna explicación en las gramáticas de uso del español; sin embargo, el condicional que supone aserciones leves, llamado también el condicional del rumor, resultó bastante combatido.

Daremos, solamente como ejemplo, el siguiente, en el que conviven las dos formas:

Es un tema que lo va a reflexionar. Pero aparentemente todo indicaría que se volcaría en cuanto a su preferencia por el doctor Alberto Volonté. Según dijo el doctor Juan Carlos Raffo no se siente o no encuentra en el conductor del herrerismo, el doctor Lacalle, no encuentra el estilo y la conducta que debería tener.”

Las formas marcadas en negrita están las tres en el pospretérito. Sin embargo, no poseen los mismos significados ni semánticos, ni pragmáticos, ni temporales, ni modales. Esto es precisamente lo que trataremos de determinar en este trabajo. Intentaremos desmenuzar esos significados, y desde la morfología y las construcciones sintácticas que ella integra, observar y analizar los significados modales y modalizadores que aporta al enunciado y al texto. Pretendemos explicar por qué intuimos y postulamos que es portadora de una multiplicidad de contenidos que le permiten maleabilidad sintáctica y semántica. Le permiten ser, desde lo morfológico y modal, un emisario de contenidos discursivos que sintetizan información importante para lograr diferentes efectos perlocutivos en los mensajes lingüísticos que protagoniza.

Para ello utilizaremos un corpus obtenido a partir del proyecto DIES-RTV (Difusión internacional del español por radio y televisión), coordinado desde el Colegio de México por Raúl Ávila. Dicho material consiste en sesenta horas de programas radiales grabados, de emisoras que aquí en Uruguay se manejaban –en el año en que fue grabado este material, año 1993- con un nivel socio-cultural medio de audiencia. Se trata de Radio Sarandí, Radio Montecarlo y CX 44 que, por esos años, era Radio Panamericana.

De la clasificación de los distintos condicionales que se presenta en el anexo al final de este trabajo, hemos elegido trabajar para esta propuesta las formas de condicional que pertenecen a los dos usos más habituales: el condicional de probabilidad y el condicional de rumor. Veremos, tratando de interpretar sus contextos, significados ligados, por sí o por no, a la aserción. Intentaremos explicar por qué caracterizar estos significados ha sido históricamente tan controversial.

2. Algo de morfología.

El condicional en el romance nace de una perífrasis verbal que supone obligatoriedad en el pasado, cercana por su formación a otra que supone obligatoriedad en el presente. De las formas “he de cantar” y “había de cantar”, luego “cantar he” y “cantar hía”, surgieron “cantaré” y “cantaría”.

¿Por qué observar la morfología del condicional para entender su significado? En primer lugar por ser una forma verbal. En el verbo se hacen presentes al conjugarlo dos morfemas flexivos, la característica y la desinencia (seguimos para esto la caracterización del Esbozo de una Nueva Gramática de la RAE, porque es el descriptor más minucioso al respecto, en tanto intenta segmentar según porciones de significado y significante). Mientras la característica aporta los significados de tiempo y modo, la desinencia aporta el número y la persona. En segundo lugar, porque la presencia de característica y desinencia en estas formas aparece bajo la responsabilidad de la forma del verbo haber en las terminaciones –é-ía.
El morfema de infinitivo aporta otros juegos semántico-discursivos llamados metafóricos por Bello, modales por Gili Gaya y por Alarcos, y modalizadores por Bosque. Presente en las dos formas perifrásticas “he de cantar” y “había de cantar”, este morfema implica la proyección de la obligatoriedad al futuro. Esto es consecuencia, a su vez, del propio significado morfológico de la forma no conjugada; Alarcos Llorach, citando a Guillaume, menciona el carácter de tiempo in posse, que le permite tener tensión máxima desde el punto de vista temporal. Bello lo opone al participio. Mientras el infinitivo supone contenidos de posterioridad respecto del acto de la palabra, el participio significa anterioridad.

Ahora bien, su combinación con formas del verbo “haber” funcionando como auxiliar de las dos perífrasis, aporta el punto de partida de la posterioridad: “he de cantar” es obligación desde el presente hacia el futuro; “había de cantar” es obligación que se proyecta desde el pretérito hacia algún momento posterior a él, que puede ser a su vez anterior, coexistente o posterior al acto de la enunciación. Esto es así porque su punto de partida es secundario al acto de la enunciación, ya que está en el mundo de la anterioridad, y desde ese punto de partida anterior a la enunciación dirige hacia la posterioridad lo evocado. De allí que su significado sea llamado doble por Bello.

En el condicional, por otra parte, la estructura morfológica aporta otro morfema que se suma a la anterioridad: el morfema de presente, que está en la forma “había”. El imperfecto del indicativo posee, según el modelo teórico del Esbozo de una Nueva Gramática de la lengua española, la suma de dos morfemas temporales: el morfema del presente del indicativo, y el morfema del imperfecto del indicativo: cant-á-ba-mos. En el morfema de imperfecto de la segunda conjugación no aparecen diferenciados en el significante los dos morfemas, sino amalgamados en una forma –ía, que surge como consecuencia de la evolución histórica de las formas –e-ba, o –ié-ba. En estas formas, que aparecen en algunos documentos del español antiguo, está presente y visible el morfema del presente del indicativo. Sea como sea, la forma -ía conserva presente indudablemente este significado de coexistencia del presente del indicativo, que sirve de sustento al significado de coexistencia con el pretérito que tiene el imperfecto del indicativo.

En suma, la proyección al futuro desde algún punto en la línea temporal, es característica del futuro del indicativo y de esta forma que nos ocupa, a la que Bello llama pospretérito, por esa razón. Pero mientras el futuro solamente lo hace desde el presente, el condicional o pospretérito puede proyectarse hacia el futuro del acto de la enunciación desde cualquier punto anterior al acto de la enunciación o inmediatamente anterior a la coexistencia con el acto de la enunciación.

Dijo que vendría” puede implicar una proyección con tres asentamientos:
  • Dijo que vendría y vino.
  • Dijo que vendría y aún no ha llegado.
  • Ha dicho que vendría y no ha llegado.
  • Dijo que vendría y llegará mañana.
  • Ha dicho que vendría y llegará mañana.

Mientras en el primer ejemplo los términos quedan anteriores al acto de la enunciación, en el segundo coexisten con él, y en el tercero lo trascienden y se prolongan al futuro.

De manera que, si recapitulamos, en el condicional se incorporan morfológicamente, en una suerte de simbiosis, tres significados: posterioridad, coexistencia y preteridad. Son estos significados los que le permitirán ser tan dúctil, tener ocurrencias aparentemente tan disímiles como las de funcionar como aserción, como posibilidad, como no aserción, como hipótesis. La multiplicidad de argumentaciones y descripciones acerca de él que nutren los libros de gramática española son consecuencia de que esta forma sea tan singularmente compleja.

3. Un lugar en el paradigma del modo.

3.1. El papel que juega el condicional para la primera RAE

Es cosa sabida la existencia del condicional dentro del subjuntivo. La RAE desde su gramática de 1771 lo incluyó en este paradigma modal. Las razones no son morfológicas, por cierto, porque por morfología le correspondería participar del indicativo. Los motivos fueron sintácticos. La presencia del condicional en las oraciones condicionadas, conviviendo con el subjuntivo, le permitió a la Academia considerarlo una forma familiarizada predominantemente con la hipótesis y la posibilidad.

Un asunto fundamental que debe entrar en consideración es qué se entiende por modo, puesto que esta razón también se tendrá en cuenta al momento de ubicar esta forma en un modo o en otro. No debemos olvidar que la mayoría de las gramáticas propone una visión lógico-semántica del modo. Los modos del verbo son, en realidad, “los modos de significar los verbos”, es decir, de su finalidad elocutiva. Esta clasificación de los modos responde a una intuición discursiva de la gramática, que pretende contestarse lo siguiente: “¿Qué se propone X cuando dice XY?” A veces, este criterio se adiciona al sintáctico para la visión del subjuntivo, sobre todo.1

Veamos, para corroborar esta afirmación, lo que hace la Academia en 1771:

LOS MODOS de significar los verbos son quatro.

Indicativo, el que indica ó demuestra sencillamente las cosas, como: yo soy, tú amas.

Subjuntivo, el que necesita juntarse con otro verbo expreso ó suplido que perfeccione el sentido de la oracion, como: justo es que yo áme á quien me ama; yo escribiria si pudiese.

Imperativo, el que sirve para mandar, como: trae papel: escribe esa carta.

Infinitivo, el que no se ciñe á tiempos, números, ni personas, y necesita otro verbo que determine el sentido, como: conviene callar: quiero escribir. Por esto no debiera contarse el infinitivo entre los modos, pues esta palabra amar por si sola no dice quien ama, quando, ni como; pero sin embargo llaman comunmente los gramáticos modo á esta palabra principal, y raiz de cada verbo.


Obsérvese cómo la Academia considera el modo como “modo de significar” la realidad mentada. Mientras el indicativo señala, y el imperativo manda, el subjuntivo se conecta sintácticamente con otros verbos para “perfeccionar el sentido” de la oración. Se observa además una preferencia por la consideración del modo desde el punto de vista semántico-discursivo, porque al hablar del infinitivo argumenta claramente a favor de excluirlo del paradigma modal porque “esta palabra amar por si sola no dice quien ama, quando, ni como”.

Respecto del condicional en sí mismo, hay un capítulo que lo atiende especialmente, porque, a diferencia de las demás formas verbales temporales y modales, lo considera un caso especial. Encuentra que las tres formas, “amara”, “amase” y “amaría” no tienen el mismo valor ni el mismo sentido, por lo tanto no son intercambiables. Sin embargo, las incluye en el mismo tiempo: el imperfecto del subjuntivo. Juega con las posibilidades de intercambio entre “amara” y “amaría”, y observa que entre “amase” y “amaría” no existe el mismo intercambio. Las razones parecen obvias desde el punto de vista morfológico-histórico: “amara” es evolución fonológica del pluscuamperfecto del indicativo latino “amaveram” y “amaría” tiene morfemas de indicativo, en cambio “amase” tiene morfemas correspondientes al pluscuamperfecto del subjuntivo latino “amavissem”
.
Si bien estas razones históricas no son atendidas, se detiene especialmente en la descripción de abundantes contextos sintácticos que permiten identificar las diferencias entre una forma y las otras dos de manera alternativa.

Hay una clara predilección por el indicativo para el condicional, si observamos cómo describe los contextos sintácticos. Pero como el criterio de su observación sintáctica se agota en lo normativo (parafraseándola: esto es así, y así se dice, no de otro modo) y no tiene como finalidad describir estructuras lingüísticas para llegar a contenidos profundos de funcionamiento de la lengua, no se cuestiona estas “curiosidades”. Por lo tanto, deja al condicional conviviendo con el subjuntivo sin demasiada discusión. Estos son los riesgos que se corren cuando se realizan descripciones sin los parámetros claramente especificados.


3.2. La singular visión de Benot

Un siglo después, Eduardo Benot publica su gramática filosófica “El arte de hablar”, concibiendo la lengua como una “arquitectura” que manifiesta “finalidades elocutivas”. En esta suerte de ingenio, el verbo es el eje estructurador: “De entre las palabras que enunciamos para constituir toda cláusula, hay una capital: el verbo, esto es, la que conexiona individualidades y conceptos”. Sin demasiados comentarios, pues resultan obvios, estamos frente a otro visionario, cuyos pensamientos trascienden su momento histórico. Otro lingüista que, como Bello, busca regularidades más allá de preconceptos y con agudas intuiciones que bucean en la naturaleza sistemática y de carácter pragmático de la lengua que describe. Se aleja, por consiguiente, de las tendencias meramente logicistas de su siglo, que serán duras de combatir aún en algunas décadas del venidero.

Entiende Benot dos conjugaciones; una por flexiones, en la que incluye el condicional, al igual que la RAE un siglo atrás, dentro del subjuntivo. Sin embargo, concibe también una conjugación por conceptos, en la que dispone las formas verbales según los contextos sintácticos en los que ocurran. Aquí el condicional ya no integra el subjuntivo. Si concurren en las tesis (combinaciones independientes cuyo objeto es afirmar) o en las anéutesis (combinaciones dependientes que no afirman), las formas son consideradas desde perspectivas diferentes.

Dentro de las tesis el condicional aparece funcionando con su significado de probabilidad. Es el significado metafórico de Bello, que trataremos adelante. En una tesis, ni el condicional ni el futuro manifiestan seguridad, según Benot. El futuro en su significado puro manifiesta no la seguridad, sino la probabilidad de que una cosa ocurra mañana. Todo lo pensado para la posterioridad es contingente, porque puede ocurrir o no. Esto es ya una característica de naturaleza ontológica.

Dentro de las anéutesis estudia el contexto sintáctico especial del condicional, que es el de las oraciones condicionadas, en el que aparece junto al subjuntivo. Considera minuciosamente, al igual que lo hizo la RAE un siglo atrás, las estructuras en las que es posible encontrar el condicional en lugar de la forma “cantara”, a la que llama “supernumeraria”, puesto que, o se intercambia con “cantaría”, o es la forma “cantase” la que puede suplantarla.
Y luego le dedica especial atención a estructuras a las que llama “modos modestos del decir”. Tales son las formas en las que es usado el condicional modalizando.

Así, en vez de asegurar rotundamente, por ejemplo, “Digo que eso no puede ser así”, se suele emitir el parecer contrario en formas análogas a la siguiente: “Yo diría o habría dicho que eso no puede ser así, porque…”
Estos modos modestos de decir entrañan una idea condicionada, como, por ejemplo: “Si me fuera permitido expresarme con toda la franqueza que se usa entre iguales, yo diría que eso no pudo ser así, por tales y tales razones”. En este sentido, los modos modestos de decir deberían clasificarse entre las tesis, más bien que entre las anéutesis”.

Obsérvese que en este caso Benot opta por considerar que el condicional afirma, al considerarlo dentro de las tesis. Pero al afirmar su afirmación, él también modaliza en el “deberían”. Usa un modo modesto de decir para incluir estos modos modestos de decir en las tesis. Por lo tanto, si se puede extraer una conclusión del punto de vista de Benot, se diría que no está afirmando su afirmación. Por lo tanto, no está asertando. Y por lo tanto, también, no está demasiado claro que estas formas del condicional tengan que estar dentro de las tesis, como Benot sugiere, porque, en realidad, no lo sugiere con seguridad.

Ya se mencionó que Benot ubica el condicional en el subjuntivo, igual que lo hizo la RAE, dentro de la llamada conjugación por flexiones. Pero este autor es fiel a la condición intrínseca de esta forma: en la conjugación por conceptos habla de una conjugación propiamente condicionada, en la que entrarían las formas –ra y –ría.

Las anéutesis especialmente condicionadas se construyen con las formas primera y segunda del llamado en las conjugaciones por flexión pretérito imperfecto de subjuntivo, o con las formas primera y segunda del llamado pretérito pluscuamperfecto del mismo modo”.
Y luego, al referirse a las formas verbales de otros contextos sintácticos, incluye el condicional dentro del indicativo, porque es regido por verbos –“referentes a lo absolutamente cierto”Consta / es cierto que hereda / ha heredado / heredó / heredará / heredaría”.

Es decir, la propia naturaleza del condicional se manifiesta en esta clasificación de Benot, o en el indicativo, o en el subjuntivo. ¿En qué terrenos el condicional se acerca a la aserción, y en cuáles no?

3.3El modo por rección: Andrés Bello.

Unos años antes que Benot, el venezolano Andrés Bello había publicado en su gramática una caracterización de los modos verbales bastante diferente a la tradicional.

Bello concibe el modo como una inflexión del verbo que es consecuencia de la palabra o frase a la que el verbo pueda estar o esté subordinado. Es decir, la subordinación no tiene por qué hacerse visible. A veces, dice Bello, la palabra o frase que rija el modo del verbo puede estar en el pensamiento.

De esta forma, concibe Bello dos modos: el indicativo, regido por formas del tipo de “saber o afirmar”, y el subjuntivo, regido por formas como “desear”, “dudar”.

Se hace necesario ya realizar algunas precisiones. Se ha dicho que la visión de Bello es sintáctica. Lo es en cierta medida, porque habla de “subordinación”. Pero se debe tener en cuenta la subordinación “mental”, de la que habla después. No hay visión sintáctica que pueda cubrirla. Lo que Bello intenta es escapar del constreñimiento semántico-lógico que implicaba concebir el modo como una forma de ver el mundo. El criterio que utilizó no fue estrictamente sintáctico; Bello pensó en una rección. Es decir, el modo es la consecuencia de la naturaleza semántica de la palabra que lo exija. No tiene que ser únicamente un verbo. De hecho, cualquier estructura o ítem léxico puede exigir la presencia de un modo específico. Por ejemplo, “esperanza”, “para que”, “ojalá” exigen subjuntivo. “Seguro” exige indicativo.

Obviamente, la existencia misma de la rección se explica por la naturaleza semántica de las matrices que obligan a la aparición de determinada forma modal. Pero hablar de rección permite, de alguna forma, escapar de la falta de riguros1idad que implicaban las clasificaciones modales a través de criterios semánticos y lógicos, en su mayoría, que no ofrecían la mínima eficacia requerida.

Lo que diferencia a Bello del resto de las gramáticas de su tiempo y de un siglo después, todavía, es que incluye el llamado “condicional” dentro del indicativo, porque surge por la rección de verbos como “saber”, “afirmar” no antecedidos de negación. Reivindica su valor temporal de “pospretérito”, y subordina a él los demás valores de tipo modal (posibilidad, hipótesis, modestia), a los que él llama significados “metafóricos” y “secundarios”. De esta forma, cubre todos los valores temporales y modales del pospretérito.

Se podrá argüir que Bello utiliza un criterio que se acerca mucho al discurso referido en la explicación temporal del pospretérito y que eso no amerita detectarlo dentro del indicativo, dado que el discurso referido no es, a juicio de muchos, criterio válido como para construir desde él una clasificación. Decir algo como “dijo que vendría…” es referir un discurso; utilizar esto como argumento no es demasiado fuerte, tal vez, según estas versiones, para considerar este significado como el fundamental. Se puede estar de acuerdo con esto. Pero a esta afirmación se le puede argumentar lo siguiente: Bello utiliza rigurosamente el criterio del acto de la palabra, es decir, el acto de la enunciación (en términos del siglo veinte), para determinar el significado de un tiempo verbal. Esto es una verdad que nadie, hasta el momento, ha podido contra-argumentar. De modo que, si desde el acto de la enunciación esta forma adopta un significado de pospretérito, nada hay en este aserto que pueda rebatirse. Sea el verbo “dijo” el que le dé lugar, o el verbo “afirmo”, considerado en su esencia matrizal, de cualquier forma la lengua española pondrá un pospretérito en el lugar de la subordinada. Y este aserto es irrevocable.

La rigurosidad teórica del planteo de Andrés Bello hizo que la RAE, casi un siglo después, en 1917, revisara la posición que el condicional ocupaba en el paradigma de la conjugación. No se arriesgó la RAE a ubicar esta forma dentro del indicativo, y para justificar su valor modal que no consideraba exactamente subjuntivo, creó un modo aparte: el potencial. Recién en 1973, más de cien años después, en el Esbozo de una Nueva Gramática de la Lengua Española, la RAE ubica el pospretérito en el indicativo, priorizando su valor temporal sobre el modal.

4. Hacia los valores de verdad
4.1. La visión logicista de Lenz

Luego de criticar la decisión de la Academia de ubicar primero el condicional en el modo subjuntivo y luego separarlo en un modo independiente, se dedica Lenz a estudiar por qué el condicional no debería llamarse así y por qué lo entiende él una forma del indicativo. Las razones son sintácticas y semánticas.

En primer lugar, la rección del condicional es la misma que las de las formas del indicativo. En segundo lugar, la forma no siempre significa condición. Respeta Lenz las consideraciones de Bello y agrega las propias a fin de llegar a describir algo tan complejo en el español como la modalidad y la temporalidad.

Considera que “cantaría es pospretérito o futuro del pasado, pero siempre indicativo”. Y agrega que el carácter condicional de esta forma se expresa por su calidad de tiempo relativo, indirectamente medido. Inclusive para las formas de modestia como “desearía preguntarle...” encuentra Lenz la explicación de una condición no dicha expresamente, algo así como “si usted me permitiera, desearía preguntarle...” Recordemos que Benot consideraba una explicación similar como válida.

El aporte de Lenz a este tema que nos ocupa, y especialmente al concepto de aserción, es la consideración de los modos en correspondencia con la clasificación de los juicios lógicos. Si el juicio responde a un hecho real asegurado por la persona, será asertorio. Si el juicio es la expresión de un pensamiento, entonces la persona puede considerar el hecho como posible, en cuyo caso el juicio es problemático, y si lo considera como necesario, el juicio será apodíctico.

A su vez, los juicios necesarios se subdividen en dos especies, según el motivo: la persona puede desear o sentirse obligada; por lo tanto querer deber serán los verbos que rijan estas especies.
Resulta interesante cómo estas consideraciones de Lenz son tenidas en cuenta por otros lingüistas posteriores a él, estableciendo parámetros de crítica, o adoptándolas como punto de partida de sus observaciones. ¿Dónde, si tenemos en cuenta estas observaciones lógicas, es posible ubicar el condicional? Lenz dice que el juicio asertorio sólo puede referirse al pasado que termina en el momento presente. El futuro es para él, en el fondo, problemático, pero se inclina luego por considerarlo necesario. De cualquier manera, no es asertorio. El condicional como pospretérito podría ser asertorio, pero los otros significados del condicional seguramente no lo serían, en este esquema. Este puede ser uno de los caminos para deshilar la madeja.

4.2. La solución psicologista de Samuel Gili Gaya

Siempre sobrio y discreto en sus afirmaciones, Gili Gaya reformula la propuesta de Lenz. Concibe que no es la naturaleza del juicio la que interesa en lingüística, sino cómo el hablante la concibe, “la actitud psíquica que adoptamos frente a él”.

Se ocupa especialmente del condicional, un tiempo relativamente medido, a diferencia de los absolutos (presente, pretérito, futuro). Para establecer la temporalidad de un tiempo relativo es necesario tomar el contexto como punto de medida, u otro verbo o lexema. El condicional está en este rango de formas verbales.

El contexto y la situación del hablante desempeñan papel decisivo en la medición de los tiempos relativos y por sí solos pueden suplir a las conexiones estrictamente gramaticales. Si decimos, por ejemplo, “quedarían ustedes muy satisfechos”, enunciamos una hipótesis o probabilidad que lo mismo puede referirse al porvenir que al pasado.

Por lo demás, justifica de algún modo en el hecho de su naturaleza futura el motivo de las incertidumbres sobre el lugar que debería tener el condicional en el paradigma verbal. Nada nuevo, en realidad, pero es bueno que haya hecho esta observación. “El carácter inseguro y problemático de los tiempos futuros les hace confundirse con la realidad modal del subjuntivo hasta el punto de crear dificultad en discernir lo modal de lo temporal”. Y esto es más interesante todavía. Porque es la intuición del hablante, del usuario común, que utiliza el condicional para enunciados en los que no quiere comprometerse.

Respecto de su naturaleza modal, justifica totalmente la posición de Bello y critica la falta de ánimo de la RAE en no haberlo considerado indicativo y sí como un modo aparte. Gili Gaya lo llama futuro hipotético, en un intento de respetar las dos caras de esta forma verbal.

Si separamos la posibilidad objetiva de la duda, quebrantamos el concepto del subjuntivo tanto en latín como en español. Y además cometemos un error, puesto que la primera se expresa también en subjuntivo: “Es posible que nos veamos…” De aquí que el carácter de posibilidad no sea debido a un modo especial, sino al tiempo relativo de que estamos tratando. Si el hecho expresado por cantaría no es real sino posible, como dice la Academia, estamos en el caso del modus irrealis. Si por el contrario, el hecho está pensado como real, aunque con realidad futura o condicionada y por consiguiente, siempre hipotética, cantaría habrá de pertenecer al modo indicativo.
Para formular estas críticas se apoya Gili Gaya en dos argumentos. El primero es la naturaleza misma de la posibilidad, que puede ser formulada en subjuntivo o en indicativo. El segundo, el carácter de tiempo relativo del futuro hipotético. Pero su razonamiento no es impecable, hay tropiezos.
El razonamiento es el siguiente: la posibilidad es un contenido que el futuro hipotético manifiesta. Si la posibilidad puede ser manifestada tanto por el subjuntivo como por el indicativo, entonces el propio argumento que utiliza contra la RAE y su modo potencial, termina siendo una justificación para el modo potencial y no al revés. El asunto es ¿cuál de los dos modos está marcado para la posibilidad? Nadie hasta ese momento había contestado la pregunta. Gili tampoco. La RAE intentó hacerlo, considerándolo modo aparte, y llamándolo “potencial”.

El condicional pospretérito es claramente indicativo, porque es psicológicamente interpretado como juicio asertorio. Pero no se manifiesta de la misma manera el condicional de modestia o el de cortesía. No es claramente asertivo en estos casos. Por otro lado, ¿qué significa “realidad hipotética? ¿No estamos, con esta nomenclatura, minimizando el concepto de “realidad”? Tampoco Gili contesta esta pregunta.

Respecto de la posibilidad en el presente, al estilo periodístico, manifiesta Gili Gaya que al utilizar el condicional o futuro hipotético, no se asegura su veracidad. Esto significa que no se asevera, no se aserta. También justifica Gili que usemos el imperfecto y el condicional para manifestar el “carácter dubitativo que deliberadamente damos a tales oraciones”. De la misma manera que justifica el subjuntivo potencial en las oraciones independientes “acaso debas estudiar” / “acaso debes estudiar”, encuentra Gili que “debías / deberías / debieras trabajar” son frecuentes en nuestra lengua.

No obstante, no creemos acertado que Gili no haya encontrado en estos avatares más que razones temporales. A nuestro juicio simplifica la problemática situación del condicional en lugar de describirlo con justicia. Es cierto que el imperfecto del indicativo puede aparecer en oraciones condicionales, pero igualmente lo hace el presente del indicativo. Hay razones morfológicas que los habilitan: el morfema de coexistencia, por ejemplo; el mismo morfema que posee el condicional. Los morfemas de coexistencia y de futuridad aportan a las formas verbales que los poseen mucha movilidad en las significaciones y muchas de ellas pueden neutralizar el modo. Por otra parte, la forma verbal sola no siempre puede neutralizar. Sin los adverbios o conjunciones de hipótesis o duda, ni el presente ni el imperfecto pueden hacer nada. Por lo tanto, todo el enunciado se compromete en ello:

“Si llovía, no salía”; “Acaso debías hacerlo”; “Si llueve no salgo”.

Por eso decimos que obviamente existen más que diferencias temporales. O las hay modales, o las hay de modalidad. O tal vez haya algo más aún, que es lo que intentaremos explicar. Pero los matices no pueden ser simplemente temporales.

4.3. Posible interpretación: aserción

Creemos que es tiempo de ver algunos ejemplos, que tomaremos del corpus con el que estudiamos estos procesos. Podemos ir observándolos y tratando de explicarlos según las apreciaciones de los distintos teóricos presentados hasta el momento. 2

  1. La FIFA decidirá mañana la sanción a aplicarle al brasileño Leonardo. Según dicen podría perderse el Mundial. Leonardo de Araúlho, el jugador brasileño que fue expulsado en el partido de ayer ante Estados Unidos por golpear al uruguayo Tabaré Ramos que defiende a los norteamericanos, podría perderse el resto del mundial por el castigo que le impondrá mañana el comité de disciplina de la FIFA:

  1. En el Interior del país habría candidatos a intendentes, fórmula común de sectores no frenteamplistas, según admitió Tabaré Vázquez.

  1. Entendidos en la materia, como el director de la militarizada policía nacional, expresó que muchas de estas bandas podrían estar conformadas por excombatientes del ejército.

  1. Hay una cosa que se extraña del exilio, ¿no? Cosas a veces que uno no soñaría, no pensaría, la gente que está lejos, de repente, por las cosas más chiquititas, que nosotros acá no le damos importancia, a veces se le cae una lágrima.

  1. Yo calculaba que hoy podría venderse cuatro, cinco mil entradas.

  1. Che, hay un manejo también de imagen que no es para nada despreciable ¿no? Habría que aprender mucho de ese manejo.

Estudiemos los significados de I y II: “Según dicen podría perderse el Mundial.”; “En el Interior del país habría candidatos a intendentes…” En cualquiera de los dos casos, el condicional no es pospretérito. En I hay formas subrayadas que marcan el asiento temporal del condicional: están en futuro. Se maneja una hipótesis en el futuro, por lo tanto. En II no hay elementos léxicos, salvo el futuro de las formas verbales de los otros enunciados, que nos permitan concebir esto como hipótesis. Sólo el condicional. Pero cualquiera de los dos son concebidos de la misma forma: el llamado condicional del rumor. Es el que Lázaro Carreter asegura que se tomó como préstamo del francés. Registrado primero en América que en España, esta forma ya en francés tenía prestigio. Se la denomina conditionnel d’echo, d’information incertaine, o conditionnel journalistique. Es el que supone una hipótesis, que se ubica temporalmente en el presente o en el futuro, y que supone un no arriesgarse con una información rotunda. No se asevera, no se aserta. Y es más, supone, a veces veladamente, que no conocemos la información de primera mano, o que se quiere dar, por alguna razón desconocida o preconcebida, esa impresión.

En III, la información que se proporciona es presente, pero no es segura, por lo menos quien habla no “se anima” a decirlo rotundamente: “podrían estar conformadas por excombatientes del ejército”.

En realidad, se puede decir ( y de hecho es verdad asumida por todos ellos) que cuando un periodista informa en condicional, se libera de la responsabilidad de lo que dice, evita posibles problemas jurídicos. ¿Aserta o no, un periodista en estos enunciados? Buena pregunta. Algunos de los teóricos citados ya han dicho que no. El problema es cómo clasificar estas enunciaciones, entonces.

El ejemplo IV “… Cosas a veces que uno no soñaría, no pensaría,…” es de otra índole. Es una probabilidad en el presente, que se enuncia en condicional y no en presente. ¿Por qué? Porque, como dice Bello, el pretérito niega el presente. El hecho de que aparezca dicho en condicional, con su morfema de pretérito, permite dar rienda suelta a la posibilidad y a la negación de esa posibilidad. El pretérito aleja la posibilidad del presente, y por lo tanto de la esperanza de que se haga efectiva. ¿Hay aserción en este caso? Esta es otra pregunta que deberemos responder. Y que por ahora dejamos pendiente, en espera de otras interpretaciones que permitan que estemos más seguras de las conclusiones.

En V y VI “Yo calculaba que hoy podría venderse cuatro, cinco mil entradas”. Y Habría que aprender mucho de ese manejo”, la posibilidad se reduce al presente, pero un presente que trasciende el acto de la enunciación hacia el futuro casi inmediato. Está claro, esto sucede porque el morfema de futuridad que encierra el infinitivo lo permite y lo avala. No obstante, se mediatiza el matiz de futuridad por medios léxicos “hoy”, por ejemplo, para dejarlo como simple proyección de algo que puede darse. De nuevo la pregunta ¿hay aserción o no la hay? Cualquiera de estos casos nos enfrenta a realidades que hay que resolver.

4.4. Qué involucra el concepto de aserción para estudiar el condicional

Ya dijimos (y observamos) que en una oración con el condicional usado como “aserción” con posibilidad de ser ejecutada, el hablante no se involucra con lo que dice, su compromiso es más débil que en la aserción en modo indicativo. Por lo tanto es poco riguroso considerarlo aserción.

El utilizar una forma verbal con morfemas de pretérito y de futuro permite añadir a la aserción diferentes niveles semántico-pragmáticos de compromiso débil con lo que dice. Es la anterioridad metafórica de Bello, que, a través de la negación implícita, conduce más directamente hacia un compromiso débil, laxo, parecido a las formas de cortesía. “Vendría para el fin de semana el ministro...” es decir que no estamos seguros de que vendrá, pero que es posible, o que, tal vez, algunas fuentes lo aseguren. Por lo tanto no podemos ser categóricos.

El asunto es, ¿es aserción o no? Esa pregunta es de difícil contestación. Veamos qué dice Givon respecto de los conceptos de aserción y su relación con lo que él llama foreground y background.

Dice Givon que entre las proposiciones que integran el discurso existe coherencia informacional que se puede establecer en algún punto entre los extremos de tautología y contradicción. El discurso no debe ser contradictorio ni tautológico. Para lograr esto, es necesario que exista un equilibrio entre los tipos de información que se brindan en el discurso. La información conocida, que obviamente debe existir, y la información nueva que no puede faltar para que el discurso cumpla con sus objetivos. En este sentido, el discurso es acumulativo, porque añade información nueva a trozos de información vieja. Esta última es la presupuesta por los interlocutores.

Ahora bien, en un mismo enunciado existen trozos de información nueva y de información vieja o conocida. Existe presuposición y aserción. La presuposición es la información compartida por oyente y hablante. En el caso específico del condicional del rumor, hay por cierto un conocimiento compartido por hablante y oyente. Pero no está contenido dentro del enunciado, sino que está en el acto mismo de la enunciación que brinda información en condicional. ¿Qué diferencia hay entre decirla en condicional y en otro tiempo del indicativo? Veamos.

  • En el interior del país habría candidatos a intendentes, fórmula común de sectores no frenteamplistas, según admitió Tabaré Vázquez.
  • En el interior del país habrá candidatos a intendentes, fórmula común de sectores no frenteamplistas, según admitió Tabaré Vázquez.

El condicional supone, según nuestra percepción, información de segunda mano. Hay, al pronunciar la forma condicional, una velada alusión al discurso referido. “Me dijeron ... ” es lo que supone el condicional. En cambio, la información impartida en futuro convierte lo dicho en algo seguro, porque existe firmeza en la afirmación. Por lo tanto, la presencia del condicional aportaría algo así: ”me dijeron, yo no lo aseguro, puede haber…”

En esto el condicional participa de alguna propiedad con la presuposición: existe información compartida de cuya veracidad ni se duda ni se afirma; se la repite sin cuestionarla. La presuposición tampoco es cuestionada. Este es el único punto de contacto que posee el condicional con la presuposición. Pero si la presuposición es verdad necesaria, incontestable, no podemos decir que el condicional sea presupuesto. Lo que se enuncia en este caso es una información conocida, pero compartida no con el interlocutor sino con otra persona XX que fue la que transmitió la información que el hablante está manifestando y que no está presente. Si algo “presupone” el enunciado en condicional, no es más que la información de que el acto de la enunciación que le dio origen al dato que brinda fue previamente existente. Es decir, trae implicado consigo un “me dijeron que”. Es decir, un discurso referido sintéticamente mencionado a través de la forma verbal, y que, además no es muy certero.

Para Givon la presuposición es verdad necesaria, la aserción real es verdad factual y aserción irreal es verdad posible. Reformula de esta manera las modalidades kantianas y carnapianas para no hablar en términos de verdad sino en términos de actitudes de hablante y oyente. En este contexto, podríamos inclinarnos hacia la consideración del condicional como una verdad posible más que como una presuposición. Pero en términos de Givón, no puede establecerse una distinción clara entre aserción real e irreal, en primer lugar. En segundo lugar, en el contrato epistémico entre hablante y oyente, la aserción comienza siendo fuerte, pero si el hablante no percibe que el oyente desafíe o contradiga esa aserción, convierte esta en presuposición. En este caso, no existe este sentimiento de percepción de la contradicción o del desafío, porque lo que existe es un temor a no ser avalado por no tener tal vez demasiada confianza en la fuente de origen de la información, y por lo tanto se cubren las apariencias y se enuncia en condicional.

Cabe preguntarse por qué el condicional está apto para ello y no otra forma verbal. En primer lugar, la noticia que se da se hará posiblemente efectiva en el futuro. Eso está habilitado por la aparición de un morfema de infinitivo en la forma verbal, que es el portador de este concepto. En segundo lugar, el hablante no quiere responsabilizarse por lo que dice y quiere, más bien, transmitir que lo que conoció no es una verdad que pueda asegurarse al cien por ciento. Esto puede hacerlo debido al morfema de pretérito, para “alejar” lo que informa de su presente de la enunciación, y así, convertir lo que dice en una información relativamente confiable. Es, en términos que Bello utilizaría, una negación implícita contenida en la anterioridad, uno de los significados posibles de la anterioridad metafórica. Así razonado, parece entenderse que sólo el condicional como forma verbal puede cubrir esta circunstancia pragmático-discursiva.

No obstante, se abrió una posibilidad para la información conocida: el tenerla y trasmitirla como información nueva para otro, pero que “alguien le dijo”. Si bien el concepto tradicional de presuposición no nos permite explicar este contexto, parece necesario aún encontrar algún otro parámetro preciso para delimitar presuposición, y ver si estamos en lo cierto.
4.5. Terrell y Bybee
Estas autoras norteamericanas proponen una serie de pruebas para delimitar presuposición y aserción, de las cuales se comprueban dos hechos:
  1. Que el condicional que estudiamos en estos contextos no responde a las mismas, porque estas autoras no hablan en ningún momento de información de segunda mano, que es la que nos compete.
  2. Que según sus pruebas está lejos de considerarse como presuposición porque no puede evaluarse, y cuando se niega, la negación afecta a toda la cláusula.
Podemos observarlo en los siguientes ejemplos

  1. … en el borrador se propone que la comisión que discutiría la productividad esté integrada también por OPP…

  1. El Piñeyro del Campo está saturado y demandaría mayor presupuesto, dijo el doctor Juan Antonio García Rigoli.

  1. … el director de la militarizada policía nacional expresó que muchas de estas bandas podrían estar conformadas por excombatientes del ejército.

  1. Dice: “¡Ah! Pero nosotros no tenemos una ley”. No la necesitaría, yo voy a decir por qué.

  1. Che, hay un manejo también de imagen que no es para nada despreciable ¿no? Habría que aprender mucho de ese manejo

  1. … este, ahí ya tendría que mezclarte otra cosita, pero, digamos que, este, en todos los episodios…

Cualquiera de estos ejemplos no puede evaluarse conservando el condicional: *Que habría que aprender mucho de ese manejo es irrelevante. /Que haya que aprender mucho de ese manejo es irrelevante. Por lo demás, puede negarse perfectamente.

De manera que, con estos criterios, el condicional es aserción. Nada hay que diga otra cosa, por ahora, siempre que no tengamos en cuenta las observaciones de Gili Gaya y de Lenz. Sin embargo, leyendo a Ignacio Bosque, encontramos ciertas observaciones que merecen nuestra atención.

4.6. Ignacio Bosque.
Al parecer, en ciertas lenguas existen determinados morfemas que inciden en el comentario acerca de qué tipo de información se está transmitiendo. Si es una información obtenida por constatación personal o si lo es porque fue transmitida al hablante y de qué modo lo fue. Hay quien dice que el español no posee una forma de comunicar morfológicamente tal circunstancia comunicativa. Sin embargo, Bosque atribuye a los morfemas condicionales ciertas “marcas declarativas de modalidad”, las cuales, por otra parte, no son exclusivas de esta forma. El ejemplo que utiliza en el trabajo que estamos relatando3 es el perfecto ejemplo de lo que llamamos en este trabajo “el condicional del rumor”. Bosque admite que si posee tanto interés para los lógicos es porque no posee valor veritativo. “…Estas oraciones no suponen para el hablante ningún compromiso que conlleve alguna responsabilidad por su afirmación, y de hecho, si este tipo de secuencias está tan frecuentemente en boca de los periodistas es porque con ellas evitan responsabilidades legales”. El mismo contenido modal tienen las oraciones en futuro, sigue diciendo Bosque, cuando tampoco las usamos para realizar afirmaciones o representar estados de cosas que tomamos por ciertos. Es Lyons quien, abundantemente apunta a esta falta de valor veritativo, pero formalmente le da otra explicación; parece ser la pragmática de nuevo la que nos permite encontrar una salida a esta búsqueda.

5. Lyons: los compromisos del hablante.

La falta de valor veritativo podría explicarse con más acierto por la modalidad y no por el modo (en tanto morfema flexivo) asertivo o no. En realidad, todo el enunciado se ve afectado por la aparición de esta forma. En la “Semántica lingüística” Lyons afirma que “hacer una aseveración consiste en expresar una proposición y al mismo tiempo expresar una determinada actitud ante ella.” A esta actitud la denomina “compromiso epistémico”. Desde el punto de vista pragmático, cualquiera que afirme una proposición se compromete con ella, pero no porque crea que es verdadera, sino porque cree que su discurso entero debe legitimarla. No se trata entonces de una verdad lógica, sino de una verdad lingüística.

Este compromiso epistémico asertorio del hablante se gramaticaliza a través del modo y se lexicaliza a través de adverbios modales u otras formas de aserción. Pero la modalidad epistémica pura no suele darse en situaciones discursivas corrientes. Existe otra modalidad que puede explicar estas formas que nos ocupan: la llamada aletéutica o alética, que se relaciona con los conceptos de necesidad y posibilidad concernientes a la verdad o falsedad de las proposiciones. En estos casos los hablantes expresan sus propias creencias o actitudes. Es una modalidad subjetiva que nos permite explicar de qué manera un hablante puede calificar o evaluar su compromiso epistémico.

La modalidad asociada a puede es posible que sea subjetiva más que objetiva: es decir, al enunciar esta oración los hablantes (y más en general los agentes locutivos) pueden estar expresando sus propias creencias y actitudes, o sus propios deseos y órdenes, y no relatando, como un observador neutral, la existencia de estas o aquellas situaciones. La modalidad subjetiva es mucho más frecuente que la objetiva en la mayoría de usos ordinarios de la lengua: y la modalidad epistémico - objetiva, en particular, es muy rara”.

Esto significa, simplemente, que es mucho más frecuente encontrar situaciones discursivas en las cuales los hablantes realicen emisiones de juicios donde se expresen contenidos diluidos asertivos, con compromisos de verdad que no sean exigidos ni por ellos ni por sus destinatarios. Para el agente locutivo no existe como única posibilidad expresar un compromiso total o un rechazo del compromiso. Son varios los procedimientos por los cuales este agente locutivo puede modificar su compromiso epistémico.

Puede indicar, sigue diciendo Lyons, que su evidencia –su garantía epistémica o autoridad epistémica- para lo que afirma es peor de lo que debería serlo; que su compromiso es hipotético, condicional, o provisional y no absoluto; y así sucesivamente. La modalidad epistémico - subjetiva no es más que esto; la calificación por parte del agente locutivo de su compromiso epistémico”

Garantizar o no una aserción dependerá entonces enteramente de la voluntad del agente locutivo y de su deseo de responsabilizarse de determinados valores de verdad lingüística, avalada por su discurso. De esta manera la forma de la oración que se enuncia permite detectar una modalidad significativa en el enunciado logrado, aportando mediante matices que minimizan riesgos por parte del enunciador y al mismo tiempo permiten que su evaluación sea considerada una opinión. Si esta opinión es refutada, o si la aserción que se presagia no se realiza, el riesgo del enunciador será menor. Su imagen se habrá preservado, y el condicional es en gran medida el responsable de ello.

Todo podría, al parecer, reducirse a un simple valor de modalidad de no compromiso con lo que se dice, que es lo mismo que suponer que uno no acepta las consecuencias de lo que está formulando porque no es información de primera mano, porque otro se responsabilizó antes por ella, o no, depende del caso. Lo más rescatable desde el punto de vista teórico de esta propuesta es la falta de compromiso asertivo. Esto nos acerca mucho más a una respuesta aceptable a las preguntas iniciales.

Ahora bien, hay algo en lo que todavía no hemos pensado y que tendríamos que atender, y es el hecho, el simple hecho de que el condicional está conformado, morfológicamente hablando, de tres contenidos gramaticales, a cual más rico en posibilidades, y cuya combinación puede resultar muy atendible desde el punto de vista discursivo. El hecho morfológico que tenemos que recordar y repetir es el siguiente: el infinitivo aporta futuridad o posterioridad, el verbo “haber” presente en “-ía” aporta coexistencia [-í] y preteridad [-a]. Nada nuevo hasta ahora. Pero la preteridad supone otros contenidos que vienen con ella: la anterioridad metafórica, y dentro de ella, la posibilidad de manifestar una negación implícita. Estos son los significados estudiados por Andrés Bello. En realidad esta forma, puede aportar, y aporta muchísimas veces, una negación en su forma de pretérito. Decir que “Si hubiera salido el sol, habría ido a la playa” es decir que no salió, por lo tanto no fui, no es decir, en realidad, nada nuevo ya.

No obstante, la presencia de esta negación en los ejemplos que tenemos entre manos, trae consecuencias diferentes. No es una negación como la que está contenida en la oración condicional citada en el párrafo anterior. La negación implícita en los ejemplos que nos interesan tiene connotaciones diferentes desde el punto de vista discursivo.
6. La negación implícita y la enunciación.

Pensemos nuevamente en ciertos enunciados vistos ya, que numeramos otra vez para evitar confundir en la lectura.

  1. … este, ahí ya tendría que mezclarte otra cosita, pero, digamos que, este, en todos los episodios…

  1. El Piñeyro del Campo está saturado y demandaría mayor presupuesto, dijo el doctor Juan Antonio García Rigoli.

  1. Che, hay un manejo también de imagen que no es para nada despreciable ¿no? Habría que aprender mucho de ese manejo


Los presentados en los tres ejemplos son dos pospretéritos diferentes. En principio, ninguno de los dos tiene significado de pospretérito, por lo tanto, en términos de Bello, estaríamos frente a significados metafóricos. Los únicos que este autor concibe para el condicional son, como ya mencionamos, los de anterioridad metafórica. Es decir, el morfema de preteridad está marcando esta forma para una negación de la aserción. Podemos asegurar que en cualquiera de los dos casos estamos frente a este hecho. No obstante, son dos significados diferentes; en los casos XIII y XV el significado es de información posible o hipotética. En el caso XIV el significado se acerca a los llamados “condicional del rumor”.

Si bien son dos significados diferentes, ambos pueden explicarse por la negación implícita. En el primero, el de posibilidad desde el presente, si bien no es concebido por Bello, es posible explicarlo con la misma sencillez que las posibilidades en el pretérito del tipo de “Serían las tres cuando llegó a su casa”. En “Serían las tres...” aparece solamente pesando en ese significado de posibilidad el morfema de infinitivo, porque es en el carácter de posterioridad que esta forma se convierte en algo posible. Lo futuro es incierto. Por lo tanto aquí es el morfema de infinitivo el que entra en acción. Se puede conmutar por un “Eran las tres cuando llegó”.

Lo que diferencia este caso considerado por Bello de los que nos ocupan es que el significado temporal es presente y no pretérito o copretérito. Su conmutación sería por formas del presente. “Tendría que mezclarte...” puede decirse también “Tengo que mezclarte...”. La metáfora es doble, por lo tanto. La diferencia radica en que no solamente aparece el morfema de infinitivo para aportar su significado de posibilidad, sino que el morfema de preteridad -ía aporta sus significados metafóricos de negación implícita. Es decir, es una posibilidad que no se percibe como pasible de ser ejecutada en el corto plazo.

Si decimos “habría que aprender mucho de ese manejo”, en realidad no nos estamos comprometiendo con el carácter yusivo, no asertivo, de ese enunciado. En principio porque la perífrasis “hay que + infinitivo” supone una obligatoriedad, lo que trae como consecuencia que el carácter asertivo desaparezca para dar lugar al yusivo. Por otra parte, el hablante no sugiere con total compromiso, no dice “hay que..”, sino que dice “habría que...”. ¿Qué se logra con este cambio “temporal”? Un alejamiento del proceso mentado, una disposición de no estar allí para afirmarlo. El hablante, con ese morfema de pretérito, se aleja del momento de la enunciación, corre la perspectiva de su discurso hacia lugares desde donde puede observar lo dicho, pero no estar allí para recibir las críticas de lo que dijo.

Se suman la probabilidad aportada por el morfema de futuro y la no aserción que involucra el morfema de preteridad en su negación implícita. Esto trae como resultado que no hay compromiso con lo que se está diciendo. Es oportuno mencionar que la mayoría de estas perífrasis obligativas en el corpus que poseemos adoptan esta forma: habría que... Aparentemente es común a todos estos enunciadores que, dado que están en un medio de comunicación oral, emitiendo sus juicios o apreciaciones, el “jugarse enteros” por una opinión no sería conveniente.

Según mencionamos ya, El propio Alarcos, en su artículo sobre “Cantaría...” (1978), alude al hecho de que estas formas con los significados mencionados de posibilidad desde el presente hacia el futuro suponen un alejamiento por parte del hablante de lo que él mismo está enunciando. El alejamiento, ese no compromiso –al decir de Lyons- está dado por sus morfemas de preteridad. Es el pretérito, dice Alarcos, el que permite que el hablante enuncie estos hechos como “desvinculados” de su propia enunciación.

El caso XIV es diferente. No es un significado de posibilidad alejada de su concreción. Aquí se manifiestan otros supuestos compartidos. Cuando alguien enuncia una secuencia como “demandaría...” está, en realidad dando varias informaciones a la vez, que se suman en el mismo enunciado, en esa suerte de polifonía a la que aludió Ducrot en su artículo sobre la polifonía de la enunciación (1986). Este lingüista habló de las distintas voces que pueden surgir en un mismo enunciado, del que solo uno, el enunciador, es el responsable. En el discurso referido y sus múltiples posibilidades, nos encontramos con polifonías. Suelen ser enunciados únicos con locutores diferentes, en el que uno es homologado por otro. Es decir, quien enuncia en último término, se apropia de lo enunciado por quien es citado por él.

En páginas anteriores adelantamos algo acerca de cómo un hablante que enuncia un hecho con el condicional diciendo “demandaría...” en lugar de “demandará...”, enuncia por lo menos dos contenidos. Uno es el contenido de lo que dice. Otro es que su enunciación no es de su entera responsabilidad, porque la obtuvo de una fuente que no aparece mencionada sino sugerida, y que además es lo que le permite no asertar lo enunciado para que sea comprobada su veracidad. Para decir todo esto, la lengua le provee de medios morfológicos que están dentro del morfema de pretérito que posee el condicional o pospretérito.

Creemos haber comprobado que, si hay algo negado, eso debe ser una aserción. Atendiendo a Givon, el tópico no puede negarse, sí se puede negar el comentario. La aserción, por lo tanto, es la única que puede negarse, porque la presuposición, al ser compartida, no puede ser negada. Negar una presuposición trastoca y deteriora toda su naturaleza. Por lo tanto, si el condicional de rumor está negando, se acerca a la aserción.

Por ejemplo, para Givon (1978) las emisiones de las negativas surgen luego de que las afirmativas se discutieron, o al menos, cuando el hablante supone o asume la creencia del oyente en la correspondiente afirmativa. En el caso de “ ...la comisión que discutiría...” se están dando tres informaciones, incluidas una en la otra y esta en otra más. La primera es que se informa sobre una comisión que discutirá... La segunda es que no es demasiado segura la noticia que se brinda, porque no se utiliza el futuro asertivo “discutirá”, que la lengua española posee para tales fines. La tercera es que la noticia no se brinda rotundamente asertiva porque el periodista no quiere comprometerse con el hecho. Un motivo puede ser que la fuente de la información no sea demasiado confiable; otro motivo puede ser que realmente la información fue otorgada con el carácter de inseguridad o posibilidad propio de los hechos futuros, que en esencia no son totalmente factibles. Por lo tanto, el condicional presta a la información ese carácter de rumor, puesto que se manifiesta en una ausencia de compromiso.
Por otra parte, el condicional en estas circunstancias presenta una característica: la información es conocida, pero no reviste los rasgos de presuposición convencional, puesto que no es compartida con el oyente sino con otra persona, que es la que le brindó la información que está repitiendo.

Todo esto se sintetiza en el morfema de preteridad entendido como negación implícita. Por lo tanto, este condicional trae implicada una información de segunda mano. No hay presuposición de la información misma,  sino que lo que se considera conocido es el acto mismo de enunciación, que fue previo a ese que se está ejecutando. Existe un discurso referido implicado. Un enunciado presupone la existencia previa de otro, sin el cual esa forma verbal no tendría sentido de ser. Es la polifonía de Ducrot, pero presentada a través del simple morfema de preteridad que el condicional posee.

Igual que Searle, Lyons afirma que esta negación supone la negación de asertar, prometer, o lo que sea que pretendamos proferir; es asegurar que este tipo de proferencia supone en sí misma un compromiso diferente: un acto ilocucionario de no compromiso, que expresa el rechazo o la incapacidad de llevar a cabo un acto ilocucionario determinado; es por ello que la negación implícita a través del morfema de preteridad constituye por sí misma un acto de no compromiso. Este es el caso del pospretérito convertido en condicional. La información compartida por el emisor del texto con quien se la proporcionó genera en el receptor del mensaje la clara sensación de un “tal vez”. No se aserta, sino que se menciona la información como poco probable.

La polifonía que proporciona el enunciado en condicional con negación implícita, al igual que la proporcionada por un enunciado negativo, trae una aserción implicada y una negación de esa aserción. Esto es lo que ocurre en los ejemplos vistos ya, y en los que siguen:

  1. En el Interior del país habría candidatos a intendentes, fórmula común de sectores no frenteamplistas, según admitió Tabaré Vázquez.

  1. Según dicen podría perderse el Mundial.

Muchas veces, se dan estas negaciones citando lo que otros dicen, explícita o implícitamente, como hemos dicho. Pero la información positiva implicada que la negación rechaza está en el “digo” del otro que brindó la información y que aparece como desconocido. También para Givon la negación supone una enunciación positiva previa.

Todo enunciado en condicional con una negación implícita de anterioridad trae aparejado implicaturas y subjetividades que convierten a la información en menos creíble o por lo menos no tan segura. No estamos en presencia de una aserción, ni de una presuposición.

7. Algunas conclusiones

Se ha intentado trabajar el condicional desde ángulos diversos, puesto que pretendimos explicar dos de los significados que posee el pospretérito de Bello en circunstancias cada vez más usuales en el español de hoy. La información hipotética, temporalmente ubicada desde el presente hacia el futuro, y la información no asertiva, que reviste las características de una noticia recibida y repetida sin demasiado compromiso por parte del enunciador. Ambas son muestras de que los hablantes recurren al sistema de la lengua avalados por las propias estructuras morfológicas que se les brinda. Dos de los tres morfemas del condicional están comprometidos en este proceso: el morfema de futuridad y el morfema de preteridad. Los hechos enunciados serán futuros, pero se suma a ellos un “tal vez”. Los motivos contextuales y las intencionalidades del enunciador son diferentes, aunque en ninguna de las dos se aserte. En las dos hay una intención de no animarse a asertar motivada por agentes subjetivos del enunciador. Pero mientras en la información hipotética el enunciador no se responsabiliza por motivos sólo subjetivos, en la información no asertiva del condicional del rumor aparece el discurso polifónico que justifica en alguna medida esa ausencia de compromiso.

Esta forma de no aserción es la seleccionada siempre que el usuario común, -que nada sabe de gramática teórica pero sí mucho de gramática de uso-, al hacer uso, precisamente, de su competencia lingüística, y hacerla explícita, termina justificando su elección con un “modalicemos”. Este “modalicemos”, que surge de la reflexión de cualquier usuario común culto frente a lo que dirá o está diciendo, es, justamente, punto de partida para que el pospretérito deje de asertar.


Senador. –...El Presidente del Directorio de ANCAP declaró que habrían entregado unos documentos... 
Sonia Brecsia. -...¿Habrían entregado? ¿En condicional, Senador?
Senador. –Habían entregado  
Sonia Brecsia. – Entonces fueron entregados(Programa Primera Voz, Emisora 1410 AM Libre, 24 de marzo de 2003).





8. Referencias bibliográficas

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